El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Final y conclusiones. Segunda parte.
Creemos que sabemos muchas cosas al tiempo que relegamos la lectura a un pasatiempo secundario.
Creemos que somos felices cuando ni siquiera conocemos el significado de la Felicidad.
Creemos que somos libres cuando apenas logramos comprender lo que implica la Libertad.
Creemos que amamos cuando nunca nos esforzamos por alcanzar un Gran Amor.
Creemos que amamos con mayúsculas cuando nuestro mundo afectivo se emplaza en unos pocos metros cuadrados.
Creemos que somos buenas personas pero apenas conocemos el significado de la Bondad.
Creemos que somos justos, ¿es acaso un sinónimo de Justicia el reparto recursos que ocurre entre los seres humanos en las sociedades actuales?
Creemos que conocemos al ser humano cuando en realidad ni tan siquiera nos conocemos a nosotros mismos.
Creemos en cientos de dioses e ídolos, humanos y religiosos, todos, curiosamente engendrados a nuestra semejanza y conveniencia.
Creemos ser grandes pero en realidad somos minúsculos, pequeños individuos-tornillo nunca concebidos ni adiestrados para aprehender grandes ideas.
La vida mensurable.
La vida humana no se puede considerar un experimento científico o matemático, sin embargo a gran y pequeña escala sigue las reglas de la causalidad: de cada input (entrada) se obtiene un output (salida). Ejemplo: promociona a gran escala el deporte en un país y obtendrás una larga lista de excelentes deportistas. Con todos sus ventajas e inconvenientes como hemos podido comprobar. Promociona los pensamientos evasivos, la dispersión, y obtendrás un caudal ingente de residuos tóxicos. Promociona el tabaco por el mundo y tendrás enfermedad, autoengaños, cánceres y muerte.
Porque al final aludiendo a las leyes fundamentales de la física, cada acción tiene su reacción, sus consecuencias, y estas se pueden estudiar, mensurar y calibrar. Nadie puede renegar de esta verdad indiscutible. Toda acción se puede estudiar, analizar y llegar a conclusiones aplicando estudios rigurosos y teniendo en cuenta la documentación acumulada a lo largo de la historia. La educación programada debe ser la máquina perfecta que como output nos otorgue todos los beneficios posibles sin redundar en un perjuicio del vecino.
Un individuo con una extraordinaria educación lo tendrá todo al alcance de su mano: poder, dinero, sexo, amor, cultura, diversión, relaciones sociales (etc) y una influencia inimaginable sobre el resto de sus coetáneos.
Uno de los mayores retos a los que aspira el ser humano es cimentar una teoría de la educación que sea el catalizador de un individuo íntegro, competente, solidario, capaz, motivador, convincente y autorrealizado. Dueño de sí mismo. Un ser humano cuya sola presencia provoque una mayor prosperidad (en todos los ámbitos) en el entorno en que habita.
Restringir la educación a una teoría económica significa constreñir a los individuos a meras estadísticas sobre una tabla gráfica. Ni usted ni yo somos un puntito irrelevante en un gráfico o una parte infinitésima de un histograma. No debemos permitir que se nos trate como tales. Somos seres pensantes, transpiramos, sentimos, sufrimos, sentimos amor, obedecemos a otros estímulos distintos de aquellos engendrados por el vil metal. La economía obvia la mayoría de los sentimientos más profundos, y nos ha dejado un legado espantoso: la apología del despilfarro, la exaltación de la vanidad más burda, el seguimiento de criaturas esperpénticas talladas a base del bisturí de una ciencia ignominiosa. ¿Quiénes somos ahora?, ¿en qué nos estamos convirtiendo? En unos tipos frágiles y estresados que desconocen a dónde van o de dónde vienen.
¿Resolver los problemas del mundo únicamente a partir de la concepción de teorías económicas? No me hagan reír. La economía es tanto parte del problema como de la solución. Necesitamos una nueva teoría de la bondad, una nueva teoría del amor y de la moral. Necesitamos pergeñar un nuevo modelo de hombre, un nuevo modelo de mujer.
La cultura del enfrentamiento propone unos modelos mejores que los que nos brinda, envueltos en oro, la sociedad del espectáculo, porque trata de aportar todos los ingredientes esenciales para completar un individuo con una perspectiva de sus opciones vitales mucho más amplia, es decir un individuo mucho más completo (y a su vez especializado), más audaz, comprometido, culto y generoso. La teoría de la educación orientada al espectáculo como hemos podido comprobar produce por definición (lo-único-que-importa-es-la-diversión) unos efectos terribles y espantosos. Efectos que son medibles y escalables. La educación orientada a obtener un trabajo o es sólo una parte escindida de una mayor teoría globalizadora.
Preguntas y conclusiones.
Así que de nuevo les inquiero y les propongo un ejercicio de introversión, ¿qué modelos son los que pretendemos para las próximas generaciones? ¿Cuándo vamos a plantarnos, a decir basta? Debemos erigir nuevos referentes que armonicen los principios modernos con aquellos morales fundamentales., combinar el conocimiento y la tecnología más avanzada con la sabiduría esencial y el conocimiento de uno mismo. Necesitamos personas que se preocupen por el buen funcionamiento de la sociedad, que se empleen en causas nobles, que nos guíen por el buen camino, no que nos pongan la zancadilla o que operen sin escrúpulos con un único propósito, el de enriquecerse.
Para tal fin es de perogrullo recalcar que somos nosotros quienes debemos esforzarnos en rectificar algunos parámetros vigentes en nuestra personalidad, y también redefinir nuestra escala de valores, nuestro espectro de aficiones.
Es el momento oportuno. En realidad, el momento oportuno fue hace muchos años cuando ya se preveía la debacle cultural, el estremecimiento económico y la ineptitud galopante que jalona la actitud de muchos de nuestros políticos y mandatarios.
Conclusiones
La sociedad ha entrado en barrena, los dirigentes mundiales se miran unos a otros atónitos ante la gravedad de la coyuntura económica y social. La economía esa ciencia tan inexacta y caótica que se basa en reglas volubles se muestra tan impredecible como las profecías de un vidente. Ya no hay duda de que la sociedad y su compendio de extraños principios hace aguas por todas partes. La desvirtualización de lo trascendente nos ha sumido en una brutal crisis de valores. ¿Cuántas crisis mundiales necesitamos para darnos cuenta, cuantos descalabros, cuántas calamidades nos han de ocurrir para que admitamos que esta mentalidad es una maquinaria con múltiples grietas y desajustes y que muchos de los tipos “perfectos” (¡ja!) que nos "asesoran" no constituyen solución alguna más bien un inconveniente? Estos caricaturescos ídolos nos han demostrado que no sólo no son válidos, sino que son una rémora para el asentamiento de una civilización madura, sostenible, fuerte, autocrítica.
Deben dar un paso atrás y dejar pasar a otros con ideas regeneradoras. Han tenido tiempo más que suficiente para demostrarnos sus valía. La propuesta de educación actual ha fracasado de manera rotunda y absoluta. La economía constituye uno de los pilares que sostienen nuestra sociedad. Pero no debe ser el único.
Es el momento oportuno de un Gran Cambio.
Ya.
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