El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Ídolos. Sugerente experimento
Propongo un sencillo y revolucionario experimento. A una selección
escogida de héroes superchachispirulis les hacemos entrega de una lista
recopilada de unos 50 problemas críticos que azotan a nuestra
bienamada (o bienjodida) sociedad. Les invitamos a reunirse unas
cuantas semanas en algún hotel a su gusto y nivel adquisitivo.
Supongo que valdrá uno de seis a siete estrellas en Isla Palmera
allá donde el dinero parece surgir debajo de las calenturas desérticas,
aunque seguro que todavía le encuentran pegas.
La propuesta que les arrojamos consistirá en obligarles a estrujarse
la mollera con el fin de que nos redacten una transcripción
documentada de posibles soluciones a estas grandes cuestiones de
nuestro tiempo. Les perdono las faltas de ortografía o la gramática
incoherente y les permito el uso de procesadores de texto,
portátiles, I-pads, I-phones, I-pods, etc. ¡Como si quieren liarse
unos cuantos porros, me da igual, pero que discurran!
Realizamos el mismo
experimento eligiendo una pequeña pléyade de avezados estudiantes
pertenecientes a algún instituto español elegido al azar (dios
mío, qué valor
tengo). Luego copiamos el proyecto pero en colaboración con otros
chicos que yo mismo prepararía (esto lo veo más razonable). Nosotros
no somos tan exigentes y nos conformamos con un aula normal
aderezada del famoso mobiliario verde de Federico Giner, unos
cuantos cuadernos de hojas cuadriculadas y bolis bic, escriban fino
o normal (¡maldito anuncio!). Bueno, a mí una pizarra blanca
con rotuladores me vendría bien. Posteriormente, procedamos a comparar las respuestas e
iniciar un debate.
Denme unos meses con unos cuantos adolescentes trabajadores, de
mente abierta y con interés en aprender cosas de provecho y obtendrán
razonamientos más elaborados y efectivos que los de estos sumideros
de raciocinio en toda su existencia. Finalmente que sea el pueblo
quien decida qué argumentos son más convincentes, si emanciparse en el
arte de concebir rabonas, chilenas, mates, skyhooks, passing-shots, birdies, home-runs,
jabs, uppercuts, de elaborar monólogos, de posar en
tanga, etc o en el proceso progresivo de indagar en nuestra íntima naturaleza
hasta encontrar el meollo del mal, combatirlo y revertir sus
secuelas.
Si el plebiscito popular opta por escoger la primera
alternativa, el estatus democrático de la votación dictará
sentencia: será aceptado y puesto en práctica. Pero en la
tranquilidad del hogar cuando escuchemos los noticiarios, cuando
repasemos las páginas de los periódicos o revisemos
las entradas de meneame.net levantaremos los brazos en forma
de victoria. Lo estamos consiguiendo. Tenemos lo que nos merecemos
por inmaduros, incultos, insensatos, frívolos y cobardes. Somos
incorregibles. Pero no, yo tengo la certeza de que toda la culpa
proviene de nuestra calamitosa educación(1), de la infecunda herencia de nuestros
antepasados, del enorme poder e influencia de las empresas y las
grandes marcas y por supuesto del
seguimiento y nociva devoción hacia todos estos, nuestros “queridos”
estrellas cotidianas. Pero sólo modificando un poco los parámetros que
integran nuestro triste y adquirido brebaje cultural se puede corregir en parte este
desaguisado: reconversión de ídolo a pasatiempo y el segundo paso,
búsqueda y captura del referente más provechoso.
(1)
En realidad nosotros no es que recibamos una buena o mala educación, si no
otra cosa que no sé cómo muy bien cómo calificarla.
Es como una especie de engrudo potentísimo cuyo fin planificado es encajarnos de forma irreversible en un
huequecito de la maquinaria capitalista (de ahí el concepto de hombre-tornillo
que he acuñado en este ensayo). El material del que
está hecho es tan eficaz que en caso de querer despegarnos, liberarnos, esta
tarea nos resulta inasumible. Como mucho podremos desplazarnos unos milímetros del lugar
asignado. En el heroico caso de optar por desasirnos de sus
garras viscosas, deberemos
realizar una fuerza hercúlea, extraordinaria. Eso sí, una vez
emancipados, sentiremos miedo de caer al vacío, de partir hacia lo desconocido,
por lo que en multitud de ocasiones cesaremos en el empeño y preferiremos mantener
nuestro irrisorio status. Más vale pequeño hueco conocido que todo un
universo por conocer, ¿cómo me iba a manejar yo en un espacio tan
gigantesco? Pues a ese especie de adhesivo barato y roñoso es a lo
que llamamos hoy en día "educación". Más que proveernos de la facultad
de alcanzar una gran libertad nos
conmina a recluirnos en una vida con pocos alicientes. Y por supuesto a nunca formularnos
preguntas sobre la naturaleza de sus postulados.
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