El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Ídolos o grandes personas. Los ídolos atraen a todo tipo de
individuos.
Otra cuestión a debatir es: ¿por qué estos prestidigitadores de lo
etéreo acumulan tal ingente número de seguidores?
En primer lugar, es muy fácil entender el
sistema de reglas que conforman las actividades que practican los
deportistas, tanto como sentirse emocionalmente afectado al escuchar
conmovedores baladas de Rihanna, o el sonido vibrante de potentes
guitarras eléctricas como la de Slash, música de baile pegadiza como
la de esta controvertida artista que está un poco “gagá”, voces singulares
como la del tenor José Carreras, o emocionarse como films históricos y
románticos como “Titánic” o “Lo que el viento se llevó” (o eso dicen
porque a mí me parece un poco tostón la verdad).
Tampoco es necesario presentar un doctorado en neurocirugía, ser versado en
investigación genética o físico centrado en la teoría de cuerdas
para partirse “la caja” al escuchar las ocurrencias de un humorista
o monologuista. Ni disponer de gran agudeza intelectual (si
exceptuamos quizás a los que practican el humor más sutil o profundo), ni mucho menos
albergar escrúpulos o tener buen corazón. No, a fuer de sincero, para asimilar las reglas del
fútbol no requeriremos una semana de silencioso recogimiento en un
claustro para abordar la tarea de desentrañar sus secretos.(1)
(1)
Incluso hoy en día algunas mujeres sabrían explicar con detalle
cuándo exactamente se produce un fuera de juego. Aparcar coches,
programar el vídeo y explicar un fuera de juego hoy también es cosa
propia de mujeres. Sí, lo afirmo con rotundidad. Y no me río ni nada. Bueno
un poco sí, pero poco. Vaya, vengo en un momento que suena el pitido de
la lavadora. Me toca tender la ropa como buen amo de casa.
Sigamos. En segundo lugar, la ética de su comportamiento atrae tanto
a las mejores como a las peores personas, tanto a estratos sociales
elevados como deprimidos. Atraen por consiguiente tanto a tipos
honrados como ladrones, pacíficos o violentos, extremistas o
mezquinos; pobres o ricos, altos, medianos o de baja estatura,
incultos o psiquiatras de renombre; blancos, negros y amarillos,
mafiosos, delincuentes, tipos honrados, o políticos. ¿Qué indica
esto? La respuesta es simple: no existen, en efecto, ningún tipo de “barrera”
ética, intelectual o psicológica para poder acercarse o pertenecer al grupo de
seguidores de un símbolo de estas características.
No acaba ahí la argumentación, el gusto por contemplar los actos de este
arquetipo de personas no produce, en general, un proceso de transformación de
ningún tipo en sus seguidores. Al menos, no induce (hablo en general) un tipo de
metamorfosis ya sea “espiritual” o intelectual. Y si lo hace
es por
un lapso muy corto de tiempo. Resumiendo, a todo ser humano de cualquier
condición se les permite adherirse al club mientras disponga del dinero suficiente para pagar
la tarifa correspondiente. Todos
son bienvenidos. La conclusión es un tanto extraña y controvertida precisamente
porque a muchos de ellos se les suele tildar de "grandes personas".
¿No observan incongruencias en el resultado del razonamiento? Yo sí, o ellos
no son ni por asomo tan "buenas personas" o sus influencias como tales no crean
escuela.
En realidad, los ídolos deben la mayor
parte de su fama a la gente común, pero dentro de este gran conjunto de
individuos también se incluye un porcentaje de baja ralea. Y estos devotos,
catalogados como de dudosa reputación, también comparten esa afición
y por tanto colaboran con gusto en pregonar y exportar esa verdad pseudo-religiosa
allá por donde asoma su exaltado ego. Porque recuerden que al final, como
ya comentamos en secciones anteriores, un hooligan o aficionado
radical aún con su comportamiento reprobable y su predilección por el
insulto y el ultraje sigue aportando su granito de arena en forma de presencia
en los campos o dejando su dinero y su tiempo para alentar a su
equipo.
Resumiendo, el flujo de dinero que desemboca en el bolsillo de
cada uno de estos señores multi-receptores de halagos y la industria
a la que representan y defienden proviene de todo tipo de fuentes,
tanto de aguas saludables como de aguas turbulentas o fuertemente
emponzoñadas.
Después de la lectura este ensayo, cualquier
lector
comprenderá que todo aquel icono que defienda una serie de principios o valores
no ligados a la industria del espectáculo (cuyo seguimiento no tiene como
objetivo en
absoluto la generación de "grandes personas") no sólo no arremolinará a su
alrededor a más seguidores si no que en general el efecto producido será el
opuesto. Defender principios de envergadura implicaría reclamar unas exigencias
éticas y una batalla interior a los seguidores, pocos de los cuales estarían dispuestos a
sufrir ese proceso de transformación, por tanto su número se vería reducido en proporción al calibre de los requisitos solicitados.
Con los ídolos del espectáculo la tarea se vuelve menos compleja y laboriosa. En
efecto, su ídolo no va a demandarle "idioteces" tales como que se enfrente a la
injusticia o que reflexione cinco minutos al día sobre cualquier tema de
actualidad más allá de la victoria del equipo de sus amores mas bien que le
preste atención y, a poder ser, desembolse un buen dinero por contemplar sus
andanzas (o por adquirir los artículos que promociona). Es lógico pues, que no
prevaleciendo tales obligaciones, los seguidores no entenderán esa afición
como un camino de "perfección" si no como un camino de "diversión". Y, en
cualquier caso, aunque se afanen en imitarles y trabajen con denuedo por llegar
a su altura, la generación reiterada de sustitutos con las mismas
características, como ya hemos demostrado en otras secciones, no generarán
mayor prosperidad en la sociedad, mas bien un incremento de la fluctuación
económica que repercutirá en la industria que defiende y le patrocina. En
efecto, es más que discutible que de profesiones como cantantes, deportistas,
humoristas, actores, etc. surjan los personajes más ilustres y dignos de ser
enarbolar la banderola de paradigmas más dotados nuestra especie, el homo
sapiens. Profesar una devoción por una disciplina y dedicar su vida a ella no
implica que uno se vuelve mejor persona, sí en multitud de ocasiones ocurre que
el individuo en cuestión se vuelve más estúpido y caprichoso y desdeña la
"molestia" de crecer como ser humano más allá del gusto por ejercer su
profesión. Ya se le considera un triunfador, un "gran hombre (mujer)", no
encuentro motivos por los cuales debería de empeñarse en desarrollar otras
virtudes.
Vemos un halo de luz en esta controvertida argumentación, la excepción en forma
de persona inteligente, cultivado, cercano al individuo-masa, bien integrado en la sociedad,
cuyas palabras sean asequibles a la comprensión y su elaborado discurso incluya
el amor por la condición humana, fomente la igualdad y la concordia entre
naciones, y en general, suscite una controversia constructiva que genere grandes
expectativas y la esperanza de un mundo mejor, ese hombre o mujer
se impondrá con un fulgor superior a toda la retahíla de "fenómenos" excretados
por la industria del entretenimiento. La aparición de ese portento de la
naturaleza, de ese "trébol de cinco hojas" sólo ocurre una vez
(quizás) cada varios decenios.
En otras palabras, estos llamativos
amuletos son para lo que son y sirven para lo que sirven. Es decir
los ídolos deben constituir un mero recreo, una distracción
transitoria. “Pa” pasar el rato. No se ofendan si les digo que
deberían usarlos como los kleenex. Son muñecos de usar y tirar. Los
ves un rato, te diviertes, y luego te dedicas a cosas más
trascendentes. “¡Venga macho, entretenme o te desenchufo!"
"¡Entretenme a mí que para eso te pagan... los demás!”.
“Ídolos-kleenex” suena bien(2). ¿Aceptará patrocinarme esta “mocosa”
marca? Me callo, que igual me demandan.
Fíjense en lo que les voy a decir ahora:
¿Qué pasaría si escogiéramos al azar a buenos, que no excepcionales,
jugadores de fútbol procedentes de equipos de segunda o tercera
división, y los pusiéramos a disputar partidos defendiendo la
elástica de escuadras de nivel de Champions League? Pues que
acabaríamos degradando el nivel de esas elitistas escuadras con total seguridad.
Pero no sólo degradaríamos el nivel de los elementos implicados, toda la competición se
desvirtuaría. El método de elección de un jugador para un equipo de nivel
profesional debe ser metódico y exhaustivo, no obrar de este manera
tan minuciosa provocaría que el grado de competitividad se viera
alterado de forma notable.
Imaginen por un momento a Xavi ocupando la posición de defensa central y a Albiol, este
chico valenciano de pueblo pequeño, presto a rematar a puerta, cual
Hugo Sánchez, cualquier rechace en su nueva demarcación de delantero
centro. A menos que se trate de una pachanga donde no se apuesten más que quien paga la cena en el asador de turno, si esas
fueran las decisiones del entrenador de turno durante un partido de liga, este
acabaría enterrado bajo las críticas más feroces. ¡Y eso
contando que en este caso los jugadores cambiados de posición también cuentan con un currículum
futbolístico sobresaliente! ¡Que no has alineado al utillero!
Apuesto a que habría miles de seguidores
rechistando y amonestando al perpetrador de tal delito; las
radios y las televisiones echarían humo comentando semejante desaguisado.
Se abriría un "debate nacional"(3)
.
Y es que cualquier
ligereza en la interpretación de estas reglas puede poner a un
entrenador en la picota. En efecto, podría “morir” avasallado por el cúmulo de
reproches de parte de sus seguidores. Toda estrategia debe basarse
en unos parámetros complejos y minuciosamente ensayados. El fútbol
(extiéndase a otros ámbitos) con su carácter universal y elemento
aglutinador de multitudes es un asunto tan esencial como para que un
entrenador con un salario millonario se permita el lujo de presentar
experimentos no validados anteriormente. ¡Intolerable! Como decía
"Don Eugenio"
(3):
"Los
experimentos con gaseosa!
(3)
Ejemplo: ¿cómo es más efectivo el juego de "La Roja" en ataque, con o
sin delantero centro? ¡Menudo debate se produjo en la última Eurocopa!
Alinea a un jugador mediocre, o no
físicamente preparado, en un equipo de alta competición y se reducirán tus
posibilidades de victoria, alinea a varios y tu equipo se irá a la división
inferior con total seguridad. Alinea a medio equipo y quizás desciendas al pozo
de la categoría regional. Ahora encima, sitúales en posiciones inusuales para
ellos, si además careces de esquema de juego o mentalidad competitiva no le
disputas un partido ni a los juveniles de mi pueblo, que, por cierto, son
bastante buenos.
Del mismo modo, emplea como arquitecto a un licenciado en derecho, o
a un jardinero con un excelente curriculum de fotógrafo o a un
periodista melenudo y gafotas con estudios de ingeniero en informática, vas a ver
qué hermosos te quedan los edificios y estructuras urbanas, qué
bellos los jardines y que sugestivas y convincentes las columnas de
opinión en tu periódico.
Demos una nueva vuelta de tuerca y ahora lean con atención el
siguiente párrafo porque es de extrema importancia:
¿Qué pasaría si por
extensión catalogáramos de Grandes o Buenas Personas a aquellas que
no lo son tanto, sino mas bien tipos normales, de segunda o tercera
fila? ¿Y
si se nos ocurriera apuntarlos como “referentes”, los
alineáramos en el "equipo titular" y los pusiéramos a
“jugar” para que todos contemplaran sus acciones, imitaran sus
peripecias y reprodujeran su estilo de vida?
Recuerden que el mayor orador es el triunfo y que además, el ser
humano aprende y desarrolla habilidades imitando a los demás. Es un
imitador por naturaleza.
Lo que ocurriría es evidente y nada agradable: “Este desastre de
mundo.”
Mundo que no es, por mucho que lo hayan leído de boca de algún
optimista, el mejor de los
mundos
posibles sino un engendro que parece perpetrado por una troupe
de programadores becarios pertenecientes a la empresa de Software
Microsoft(5).
¿Y esto por qué ocurre? Es obvio, utilizando el ejemplo del fútbol
de alto nivel,
podemos afirmar que la mayoría de aficionados (que se cuentan por
millones) no tolerará frivolidades en la
interpretación de las reglas de juego, no permitirá que no se alinee
a los jugadores mejor preparados. Si así resulta, actuarán denunciando al perpetrador de
tales fechorías, como si les fuera la vida en ello. Esto
incluye a la mayoría de medios de comunicación, cientos de
periodistas incluidos.
El fútbol (extiéndase a otras ramas de la industria del
entretenimiento) no es un asunto baladí, sino una cuestión de estado, o lo que es lo mismo,
constituye un asunto tan serio como para ser tratado con ligereza.
Incluso nuestro presidente del gobierno acataría tal definición. En
efecto, el señor Mariano Rajoy en uno de los días más importantes de
la historia de la nación, el día del supuesto rescate económico de
España, se encontraba, todo ufano él, en Ucrania contemplando las
peripecias de nuestros héroes futboleros.
Sin embargo, los individuos del primer párrafo no considerarán
inadmisible que cualquier mindundi o personaje medio idiota se pasee
generando influencias allá donde vaya. Así posea una deontología
moral discutible o una ideología
neutra (carece de principios) o reprobable, si genera espectáculo, risas
o esperanza (aun fraudulentas) será, no solo perdonado, sino, en
ocasiones,
catapultado hasta la cima y enriquecido hasta la locura. Recuerden
que alguno de esos individuos fácilmente puede ejercer la profesión
de futbolista, en la cual, como todos sabemos, la única condición
indispensable para llegar a la cima no se necesita ninguna cualidad
humana destacable, ni ningún tipo de estudios, únicamente ser ser
ducho en el arte de manejar una esfera de caucho o material similar.
Corolario: ensalzamos hasta el infinito cualidades caprichosas del individuo,
enriquecemos y entregamos poder a cualquier patán y otras virtudes
más loables simplemente nos la traen floja.
Nos importa todo un carajo. La factura de estas decisiones, no lo
duden, es y será astronómica. Y nadie, por supuesto, quiere hacerse cargo de pagar
su parte. No queremos calentarse la cabeza, creemos que tales
asuntos son ajenos a nosotros. Para más inri, pregunten a la mayoría de ciudadanos: más del
90% apuesto a que considera una buena persona. Perdónenme, ¿pero no
observan incongruencias en esta argumentación? ¡Hay algo que falla!
Sin embargo fíjense que para temas baladíes como el fútbol
si si
algún periodista le espetara al entrenador de un equipo reconocido
"Bah, tío, no pienses tanto que te saldrá humo del cerebro, pon a un
jugador u otro en cualquier posición, ¡si son todos muy buenos, qué
más da!", le echarían de una patada o le enviarían a un centro
psiquiátrico por "ser tan burro de no entender cosas tan simples".
Igual si un aficionado soltara de sopetón la misma frase, le mirarían como si
estuviera "medio" zumbado. Con algunos temas no se puede ni bromear.
En efecto, cientos de millones de personas no dudarán en "calentarse la
cabeza" durante horas y horas, durante días y días acerca de
cuestiones relacionadas con juegos, espectáculos y acerca de las
andanzas de sus profilácticos protagonistas. Por otra parte, apenas cuatro excepciones se
dedicarán a debatir seriamente sobre asuntos relativos a temas científicos,
o aquellos donde el sufrimiento, la
desigualdad y la injusticia se torna protagonista. No les interesan
esos asuntos. Obviamente, el vertido resultante de ese
millonario acervo de actitudes es la sociedad en la que vivimos, muy
divertida, plagada de "lucecitas y letreritos monos" y
tecnológicamente espectacular,
pero en cuanto a valores humanos seguimos viviendo en una miserable chabola
que se cae a pedazos. En cuanto al conocimiento de nuestra propia
naturaleza nos mostramos como unos absolutos incompetentes. Es lo que tiene
ocuparse y preocuparse del exterior, de "fruslerías" y relegar la
belleza interior a una mera comparsa.
Creo sinceramente que no deberíamos permitir que los demás limpiaran los residuos que nosotros
vamos dejando. Y la
ignorancia de tales asuntos no les eximirá de la responsabilidad de
pagar sus cuentas pendientes. La ignorancia, la falta de tiempo, ya no debe ser una
excusa válida. Todos, sin excepción, tenemos la culpa de los
desastres de este mundo. Y ya va siendo hora que aparquemos las
pretextos y nos pongamos manos a la obra, ¡que para el siglo XXI yo
creo que ya va siendo hora!
Defendiendo tales premisas y argumentos, ¿qué esperaban? Tenemos los
que nos merecemos. Es necesario un cambio de mentalidad.
Recuerden la frase: "No hay
auténtico progreso si no se funda
sobre un sólido sistema de valores morales"
Y es que, con todos los recursos e información disponibles a un
solo click (léase Internet), con
toda la documentación adquirida a base de estudiar a nuestros
antecesores durante miles de años, con toda la serie de avances
tecnológicos y hallazgos científicos obtenidos en las últimas
décadas, que tratemos de hacer funcionar la
maquinaria humana a pleno rendimiento sin leer más que unos pocos
capítulos del complejo manual de instrucciones, que obremos de manera
tan aleatoria presionando botones y palancas sin orden ni concierto sin saber qué efectos secundarios se derivan de nuestras decisiones es para
que, de una vez por todas,
pararnos y decir: ¡Ya está bien! ¡Necesitamos una sociedad 2.0! ¡Y
con código abierto para que todos puedan aportar sus ideas! ¿Dónde
se encuentran los expertos programadores para tal fin? ¡No los he
encontrado en infojobs!
¿A alguien le sorprende? Hemos encumbrado a un montón
de tipos que no saben más que hacer una cosa bien, y aparte de
eso ni la O con un canuto (salvo quizás el difunto Bob Marley). Y nos ha
importado un pimiento si ellos representaban el mejor modelo de
ser humano o un atentado a los principios
fundamentales inherentes a nuestra íntima naturaleza. Les hemos reído las
gracias, aplaudido hasta sangrar, les hemos perdonado los
defectos por graves que fueran, hemos acallado con dureza a los
voces disidentes que nos alertaban de tales incongruencias, hemos
rehuido reflexionar, eludido nuestras responsabilidades,
creído en poderes fácticos amanerados y condicionados y
... para qué seguir. Nos hemos comportado de modo absolutamente
infantil, y por supuesto hemos creído a pies juntillas todas las
idioteces que nos han inculcado sin antes exponerlas al colador
de la razón crítica.
(léase una nueva conjetura económica) que palie los efectos perpetrados por
la anterior. Pero no hay tu tía, la Economía, que se precia de
ser la ciencia más idónea para regir el destino de nuestra
sociedad, presenta
tantas soluciones al presente como genera incógnitas futuras. La Economía
no sólo genera
las vacunas contra las enfermedades que ella misma causa sino
que, a veces sus trastornos son más devastadores que eficientes
sus tratamientos. No señores, la Economía, la ascensión
del capitalismo o el virus globalizador ha repercutido de manera
positiva en muchos sentidos, nos ha abierto los ojos a miles de
nuevas posibilidades, eso es evidente, pero a cambio nos ha robado el corazón,
nos ha emponzoñado el alma, despojándonos de cualquier
atisbo de humanidad y nos ha convertido en alegres y
felices prisioneros de sus reglas.
Siembra vientos y recogerás tempestades.
Y lo peor no es que nos creamos que son grandes, no, lo peor es
no presentar oposición a esa promoción de propaganda de todo-a-100,
de esas falacias de
baratillo que se difunden por todo el orbe, por todos los medios posibles y a
todas horas sin descanso, así no haya posibilidad ni por parte
de alguna medianía pensante de presentar una réplica. ¡Es que ni
siquiera tenemos tiempo para detenernos un momento a reflexionar! ¡Y aunque
lo tuviéramos, tampoco fuimos adiestrados para manejarnos en
esas lides! Además, ¿de
qué armas disponemos para defendernos o para contraatacar? ¡El
Quo, el Muy Interesante o los magazines dominicales no es
material
sficiente!
¿Qué esperábamos? ¿Que las sociedades se autogobernaran como engendrados
por un ente sobrenatural? ¿Que los problemas se disolvieran tras
una mágica intervención divina? ¡No me hagan reír! ¡Dejémonos
de creencias basadas en
cuentos de hadas! Una cosa está clara, y no hay que ser muy
avezado para darse cuenta: no habrá cambios sustanciales en
nuestra sociedad mientras la cultura general consista en atiborrarnos de los mismos tópicos,
estereotipos e incoherencias. Mucho menos mientras aquellas
"referencias mundiales" se comporten como meros autómatas
programados,
bailando al son que marca un pedazo de cuero o se empecinan en
seducirnos enseñándonos el tanga. ¡Ay si la
adoración a la belleza
exterior o golpear una pelota fuera la respuesta a nuestros problemas! ¡En ese caso
este sin duda sería el mundo perfecto!
Y si se producen cambios
sustanciales en la forma de pensar, también habrá un cambio de reinado en el
firmamento donde gravitan estos ídolos cotidianos. No lo duden.
Ahora, en esta época de crisis, seguro que florecerán nuevos genios economistas en aras de engendrar
un nueva teoría regeneradora
Y, dentro de este patético e imperfecto sistema, millones de personas
seguirán dándose de bruces con la idea más extendida de que la
felicidad la otorga el dinero y la acumulación de objetos.
Millones de esos individuos, por castigo, morirán pobres, infelices
habiendo consumado una existencia tremendamente superficial. Quizás en una
próxima vida aprendan la lección. Pero lo dudo, el hombre es el
único animal capaz de tropezar no dos, si no dos mil veces en la
misma piedra. Y lo seguirá haciendo, ¿por qué? Porque no
se conoce a sí mismo. Ni ganas de intentarlo.
La maquinilla.
Le he pasado a mi maquinilla (o miniordenador) rasgos y características de personalidad de algunos de
nuestros personajes favoritos (dibujos animados aparte) en forma de parámetros, he insertado
niveles de influencia sobre las vidas y el carácter de millones de individuos y he añadido
otros indicadores convenientes. El objetivo de la maquinilla es que
analice nuestra sociedad en base a la datos insertados y nos
devuelva sus objetivas previsiones de futuro.
Después de un tiempo de proceso, una vez finalizado el proceso, el
trasto en cuestión extrañamente se puso a cantar el Aserejé soltando berridos ininteligibles por
las ranuras del micrófono. Segundos después se puso sobre sus dos patitas
y comenzó a bailar
graciosamente la Macarena. “Uy que
monada”, exclamé yo divertido y
atónito
a la vez. Acto seguido, de manera inverosímil se agenciaba
un terrón de azúcar, jugueteaba con él regateándose dos galletas
que casualmente se encontraban colocadas sobre la mesa para acabar pateándolo
al otro lado de la habitación cual aprendiz de Ronaldinho. Finalizadas las curiosas exhibiciones
(que parecían simular de algún modo la condición humana actual) el
trasto en cuestión emitió una especie de eructo electrónico que dio paso a un
silencio sospechoso. Su pantalla se volvió de un negro alarmante,
para finalmente escucharse una especie de chasquido acongojante. Parece, según
he podido comprobar, que se le chamuscó la memoria interna. No sé si
es que necesitaba más gigas para plasmar en la pantalla LCD una
respuesta coherente o en realidad se trata de una funesta
premonición. Cruzo los dedos. Los de los pies también. Mm, gññ, vaya, no
puedo.
Notas:
(2)
Hablando de kleenex y de ídolos recreativos, no podemos olvidarnos
de mencionar las fotos de chicas guapas, esas que aparecen
mostrando sus encantos en las revistas masculinas. Bueno ejem en
publicaciones masculinas, femeninas, las de moda, las
de motos, las de coches o incluso en las de negocios. Sí, en la
revista Emprendedores últimamente me encuentro páginas publicitarias
con contenidos eróticos de mensajes a móviles. Están por todos
lados. ¡Oh dios, estoy rodeado! ¡Pesadas, dejadme un rato en paz,
que tengo mejores cosas que veros el culo!
¡Con mil millones de páginas pornográficas es más que suficiente!
¡Joder, que hay más trabajos! Por cierto, como venía diciendo, la
utilidad que tienen estas magníficas impresiones a todo color todos
los varones la conocemos, desde ya muy jovencitos. Y si no lo sabe
usted, es que es un niño, es monja, tiene Alzheimer o pertenece a un
séquito religioso. ¿Y qué tiene que ver todo esto con los pañuelos
de papel? ¡A mí que me cuenta!
(4)
¿Que quién será ese misterioso Eugenio? Revise:
http://curistoria.blogspot.com/2008/12/los-experimientos-con-gaseosa.html
(5)
El código interno del
sistema operativo de la empresa americana fundada por Bill Gates,
por si no lo saben, está plagado de errores internos de
programación. Lo raro es que funcione. Por cierto, iba a escribir un ejército de simios en estado de
embriaguez aporreando teclas a lo loco, ebrios después de una orgía sexual, pero he preferido elegir el ejemplo anterior. No sé muy
bien por qué. Ambos son igualmente válidos. Como decimos
comúnmente los informáticos: “si te aparece un error en
pantalla y desconoces
la causa, apaga y enciende de nuevo el ordenador”. O sea, ya va
siendo hora de resetear el vetusto sistema operativo y aplicarle
nuevas mejoras(6). Aplicando el símil, vamos a ver, ¿cómo
se apaga el mundo? No veo el “botón rojo”. ¿Andestá? Otra solución
corriente y recurrente que utilizamos frecuentemente los informáticos es, ejem,
darle dos fuertes palmadas a la caja. Quizás esta última sí es una
buena solución. Dos o doscientas palmadas (o mejor patadas bien
dadas donde más le “duela”) son los símiles de la crítica
constructiva necesaria para actualizar nuestro arcaico hardware y
obsoleto software. Demasiadas actualizaciones a la vez tampoco es
bueno: igual explota. ¿Se imaginan que por un solo día nos uniéramos
todos para dejar de repostar combustible? Alguna empresa petrolífera
se arrodillaría y pediría clemencia y comprensión. Pues dos días ni
te cuento.
(6)
Yo lo tiraba
directamente al río y generaba uno nuevo from scratch (desde el
principio) como dicen los guiris pero eso implicaría un esfuerzo
enorme y ahora como que no me queda mucho tiempo libre. Claro que si
me patrocinan con un bocadillo de jamón de Jabugo yo lo intento.
Pero igual pido demasiado. En este país
tratar de mantener una
conversación de
educación y ciencia de alto nivel con alguien es más difícil que aprender
swahili coloquial en alguna academia de idiomas.
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