El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
El náufrago y el raciocinio.
En este mundo, el
príncipe materialista es capitán de un enorme
transatlántico que lleva a su cargo una tripulación de miles de
personas. El
ejemplo disidente, el náufrago, viaja en una balsa construida de manera
artesanal con juncos, con un viejo mantel que hace de vela, sin posesión
de brújula alguna y a merced del viento y de su singular instinto. Lo raro es que sobreviva. “¡Eh, los del barco!”,
grita al divisar el enorme bajel. Muy a su pesar, el
transatlántico nunca socorrería a un personaje tan sui
géneris: preferiría su capitán pasarle por encima antes que detenerse y
prestarle auxilio. Normal, dicho sujeto sería considerado poco más que escoria,
un puto náufrago viajando
en una balsa de mierda, que no lleva el distintivo de ninguna marca
prestigiosa conocida (¡ande se ha visto eso!) y por si fuera
poco además el tipejo luce taparrabos, ¿quién demonios va a reclamar
al “matao” este si hasta su madre lo ha dejado por imposible?
Apuesto a que dice “cosas raras” o se expresa de forma
ininteligible. A ver si lo van a rescatar y este les contagia algún
virus extraño como el del raciocinio.
A propósito de este
virus, podemos calificarlo como una de las amenazas más terribles y
temidas en la sociedad vigente. El grado de terribilidad de esta plaga es tal que una vez
transmitido, los “enfermos” se trastornan, se vuelven “locos de
remate”, de tal modo que deciden que ya no desean curarse, que no
desean “volver a la normalidad”, ¿se lo pueden creer? Y aun
apartados de las muchedumbres, y aunque se les trata de “extraños” y
se los desdeña. Ellos, sin embargo, prefieren mantener
su flamante y supuestamente lúcido estado al anterior
(incluso algunos, créanlo o no, prefieren navegar en un bote ellos solitos antes que
compartir camarote con alguna superdiosa de la farándula).
Inconcebible.
La gente se compadece de ellos,
los mira con recelo. Afortunadamente, como dije antes, este virus
sólo se encuentra localizado en ciertas áreas del planeta (dicen que
se da especialmente en unos lugares llamados universidades, pero esta teoría
permanece indemostrada). Dicha plaga es casi casi tan rara como los chistes de Chiquito de la Calzada (jorl),
que ya es decir. Sin embargo, confirman algunos expertos, que existe un remedio
altamente eficaz. La pócima sanadora consiste en atar a los enfermos a una silla y proyectarles
alguna película moderna, como la de Torrente (cuanto más alto el
número de la secuela más efectiva la “radiación” sanadora).
Parece que frotar vigorosamente el cerebro de los afectados con una brebaje
preparado a partir de “salsa rosa” también es un remedio eficiente.
Pero cuidado, tal rutina no surte efecto de manera inmediata, es
necesario
repetir el proceso una y otra vez hasta la extenuación, con el
complemento, a ser posible, de un ambiente de fondo de música bakalao
o el acompañamiento de alguna voz experta de algún componente
de OT como el señor Bisbal (que como todos sabemos también ganó el
mundial), eso además de emitirles partidos de fútbol a porrillo (que
sí, que el futbol es un remedio para todos los males, o para todos
los “bienes” según se mire). Así recobran gradualmente la conciencia
y se vuelven “normales”. El inconveniente es que hay que cogerlos a
traición si no se dejan. ¡Cómo gritan los malditos! Una vez curados,
el médico se siente reconfortado de haber hecho bien su trabajo: “Ale,
majo, vuelve al redil”.
Afortunadamente esta plaga, que produce auténtico pánico en la
población, se encuentra en extinción. Claro, el remedio
curativo, se distribuye
diariamente por todos los canales posibles (léase medios
audiovisuales). En el improbable caso de
que individuo se viera atacado por semejante toxina invasora de la
mente, sólo sería por un corto período de
tiempo.
En resumidas cuentas, mejor que el infortunado
pordiosero se las apañe solo, que se pierda en
la inmensidad del océano
y no moleste a la gente “normal”. Si se lo traga una ola
tampoco se pierde nada. Además, en el transatlántico están
siempre de parranda y del exterior nadie se entera de nada, cada uno
vive en su particular y psicodélico mundo interior. Por eso,
lo normal (y lo malo, o lo bueno que yo ya confundo estos términos)
es que le aplasten. No hay problema: nada se pierde. Que siga la
fiesta. “¡No pares, sigue, sigue, lalala!”
PD: según mis últimas noticias, una bella doncella que paseaba por
cubierta por casualidad acertó a enfocar al mendigo navegante con sus
lujosos prismáticos de
alcance 8x20
para apostillar “Es feo de cojones y seguro que huele mal,
así que mejor no lo rescatamos o me quejo al capitán. Ay, ay que me da un soponcio,
me mareo… uy
no no puedo caerme que estropearé mi vestido de Armani…”.
Sus deseos se verán cumplidos, "bella" doncella.
Sería prima de la Hilton. Hay que hacer caso a los famosos,
ellos siempre saben lo que dicen.
PD: ya que soy el autor de esta extraña historia, se me
había ocurrido una idea bastante malvada: proyectar una ola
gigantesca que, salida de la nada, se aproximase al barco gran
velocidad y a punto de romperse sobre la cubierta del barco se
desvaneciera. Toda la tripulación se llevaría un susto de muerte. No tengo muy claro aún
de por qué la he desechado.
Nota final:
Yo, aunque me pese, lo reconozco, admito estar gravemente afectado por ese
tremendo azote de la humanidad llamando comúnmente raciocinio (o
racionalidad), que infesta las vidas de sólo (afortunadamente) unas cuantas personas
las cuales sufren de síntomas tales
como pensamientos exóticos y perturbadores, lecturas compulsivas de autores
excéntricos o escritos sin
sentido que nadie parece entender. Lamentablemente, según he podido averiguar
parece que conmigo "no hay vuelta atrás". Estoy condenado. No se me puede curar
ya. Este cáncer se encuentra en estado avanzado infectando todo mi
organismo. Tendré que vivir (o
sobrevivir) con ello. Espero que la gente sea benevolente conmigo y no me señale
con el dedo ("¡Eso te pasa por pensar tanto!"). Joer, no todos tenemos la suerte de estar tan sanos.
Pero ustedes no se preocupen, las
altas instancias trabajan intensamente, noche y día, gastando ingentes
cantidades de dinero, para que en un futuro próximo nos veamos liberados para
siempre de este tormento. Tengamos fe, seamos optimistas, los infectados
son cada vez menos. En unos pocos años, y con su colaboración y
beneplácito, ¡no quedará ni uno! ¡Ese día seremos
auténticamente unos autómatas esclavizados sin voz ni voto libres! ¡Viva!
Por cierto, si ven a uno... ¡corran, corran como si les persiguiera un toro
embolao o un gremlin mojao!
Y, ahora, discúlpenme, ejem, me voy de nuevo al cuarto de la risa.
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