El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Héroes materialistas y no materialistas. Cruel ironía.
Duendes malos
En un futuro no muy lejano, un nuevo
tipo de ídolo será engendrado, no será humano, mas bien conceptual:
virtual (1) u holograma. No importa, sé que lo
ensalzaremos del mismo modo, es decir de manera desmesurada (como
tanto nos gusta hacer), porque
la verdad es que nosotros con tal de pasar un buen rato, la verdad o
la mentira, la vida o la muerte, el terrorismo, las desigualdades
sociales o cualquier suceso negativo nos la traen “al pairo”,
siempre claro que no nos afecten en nuestras carnes. Si llega a
darse tal sufrida coyuntura, la película cambia y entendemos como justo
el utilizar el doble rasero. Así nos sometemos a un cambio radical
de actitud: empezamos a quejarnos a lágrima viva y buscamos ayuda
desesperada. ¡Y no entendemos cómo nadie nos echa un cable o escucha
nuestras plegarias! “¡¿Por qué son tan poco solidarios los
demás?!” Quizás, por el mismo motivo que nosotros tampoco
demostrábamos semejante talante antes de nuestra personal desventura. Ni más ni menos.
Antes no queremos hacer nada por nadie. Después que todo el mundo
venga a consolarnos. Claro, sí, ¡es de cajón!
(1)
Como Webbie Tookay, una de las primeras modelos
virtuales. No es de carne ni hueso, es sólo un concepto virtual pero
que cumplirá su cometido igual que una modelo real, apareciendo en
sesiones de fotos o en desfiles en Internet. Funciona como una Top
Model, aunque tiene un carácter más dócil y manipulable, al gusto de
la empresa propietaria. Útil para promocionar productos sin descanso
ya que Webbie nunca llega tarde, ni se cansa, ni se pirra por las dietas de
100 calorías, ni requiere atención especial ni menos aún necesita tres horas para
retocarse las cejas. Tampoco pide aumentos de sueldo. Además se
puede modificar su imagen al gusto sin que esta presente queja
alguna. A esta Webbie le da todo igual. Esta Webbie es gloria
bendita, caída como maná electrónico de los cielos informáticos.
Y así por obra y gracia de
nuestra insobornable despreocupación e ingenuidad supina
ocurrirá que los conflictos, las enfermedades, preocupaciones,
infelicidad o la impotencia algún día como duendes malditos vendrán
con una gran sonrisa a darnos los “buenos días, tardes y noches”.
Vendrán a por a nosotros a recordarnos que somos sustancia humana. Y
sólo los inteligentes previsores habrán resuelto poner un un triple candado
para que aquellos feos monstruos pasen de largo y acaben hostigando
a las cigarras de la historia, esas que corretean desnudas a la
intemperie porque sólo quieren como los Hombres G(ays?), “¡Pasárselo
bien!”.
Periodistas
Cambiando un poco
de tema, y desplazándonos al cuarto de las divagaciones, se me
ocurre pensar que un día para informar en la televisión ya no será
necesaria presentar el título de periodismo. No. Como mucho, saber
vocalizar y leer mensajes de una pantalla. Si eres mujer como primer
requisito, ser visiblemente atractiva (léase guapa de cojones o si
no te jodes y te vas a la radio, o al menos te operas las tetas que
a nosotros nos gustan grandes o eso dicen las revistas que decimos
aunque a mí nunca me preguntaron). O no sé quizás, besar a un
futbolista a hora de audiencia punta. Si no es planificado mejor.
Relacionarse con un deportista de élite, cantante o empresario es
un puntazo, tía. No lo vayas a hacer con un escritor o perteneciente
a una especie semejante, primero porque están en extinción, segundo
porque igual te miran mal, y tercero porque seguramente te exigirá
que tengas cerebro y si quieres salir en los medios, como la tele
ya sabrás o deberías que tratar temas intelectuales es generalmente
contradictorio y antagonista, aunque afortunadamente existen algunas
honrosas excepciones. Vamos, yo recuerdo ver un capítulo del Gran
Hermano, ese en el que Mercedes Milá(2) afirmaba que “los
concursantes del Gran Hermano son más inteligentes que la media de
la población”. Todavía sigo petrificado. Se me despegó un kilo de
masa cerebral, se cayó al suelo de la conmoción, tuve que recogerla
con cuidadín (¡jor!) y volverla a ponerla en el sitio con el
superglue, ese que lo pega todo. Mira que he visto poco ese
espantajo de programa pero parece que me tocó un buen día. Ya no
más. Dos programas más y acabo ingresado en la UVI por infarto
cerebral. Ahora me acerco al cacharro ese con mucho tiento. Y
anuncios los justos, que no pienso alargarme el pene que ya lo… En
fin, que seguro que Mercedes gana una pasta gansa dirigiendo tal
bodrio de programa.
(2)
Acaban de
informarme (juro por Pocholo y la bruja Lola que esto es cierto),
que Mercedes Milá continúa ejerciendo como presentadora en el “Gran
Marrano”. No lo sabía. Patidifuso me quedo. Me ha salido otra cana
del disgusto. La cosa como era de esperar sigue empeorando. La
industria de la frivolidad nos engullirá a todos tarde o temprano,
como una ballena azul al plancton marino. El vigor de su metástasis
invadirá nuestros cuerpos y nuestras mentes. Estamos acabados. Sin
salida. Antes, la asociación de personajes de periodismo serio con
bazofias televisivas era impensable, hoy en día se torna moneda
común. Voy a construirme un búnker en el sótano. ¡No podrán conmigo!
¡Vade retro! ¡Responderé con mi ejército de furiosos y armados
teleñecos!
Otro inciso. Si lo sé me apunto a la carrera de periodismo, es la
ostia tú, todas las tías están buenas, empezando por las que protagonizan los
informativos y siguiendo por los que presentan todos los demás
programas. Ejem, disculpen el arranque coloquial y “testoronil”. La
pura verdad es que veo poco la tele y no me importa demasiado quien
tome la voz cantante en los programas televisivos. Y, por cierto, dudo mucho que
cuanto más guapa mejor periodista o presentadora sea. Lo que no dudo es que en
televisión es más importante la imagen o comunicación visual que la
comunicación verbal. Próximamente presentadoras en bikini. Al final
la imagen se convertirá en reina sin discusión y los noticieros (el
sonido de fondo) un mero aderezo para enaltecer todavía más la
belleza de la lozana presentadora.
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