El anti-ídolo. Héroes por el esfuerzo. Crítica a la mentalidad materialista.
Héroes por el esfuerzo. Crítica a la
mentalidad materialista.
Yo disfruté de la práctica del fútbol durante más
de 10 años, concretamente hasta que cumplí la mayoría de edad,
justo cuando
terminé los estudios secundarios e ingresé en la universidad como un
pipiolo feliz (y todavía inconsciente de mis múltiples facultades). Durante esa
época, puedo asegurar sin reparos que no necesité de estímulos para
iniciarme, ni tuve motivo alguno para plantearme si estaba “haciendo
lo correcto”. Tuve todos los condicionantes a favor para engancharme
a la práctica del balompié. Todos. Gente dispuesta ayudarme (padres,
preparadores, etc), otros que como espectadores venían a animarme,
decenas de amigos con la misma afición, una sociedad que me
estimulaba constantemente para perfeccionar mis cualidades, etc.
Por el contrario, esa, al fin y al cabo, provechosísima opción
posterior en mi época universitaria de invertir el poco dinero del
que disponía en adquirir ensayos, libros de ciencia o críticos y
reveladores sobre el funcionamiento sociedad de la que formaba parte
no tuve apenas palabras de ánimo, más bien sentí una fuerte oposición, una
especie de intangible recelo (“no sé qué utilidad puede tener
tantos libros ‘raros’ como los que lees, ¿pero tú no
quieres ser informático, para qué pierdes tanto tiempo de una manera
tan poco provechosa? Tú sabrás, pero te doy un consejo, esos libros
no te ayudarán a conseguir un mejor trabajo, dudo que te ayuden a
ligar más y es posible que acabes medio 'rayado' ”). Fue una decisión
absolutamente personal. Digamos que una parte de mi cerebro
permanecía ociosa y no sabía cómo rellenar ese vacío.
Para alcanzar la cota de tipos queridos como deportistas o cantantes
un huracán de conformidad y devoción te empuja por la retaguardia.
Se te espolea hacia el éxito. Por el contrario, para reflexionar sobre cuestiones
trascendentes debes afrontar un tifón de oposiciones en forma de
miradas extrañas, desaires o desavenencias supinas. Se te
pone la zancadilla, se te empuja al
fracaso. No afirmo que se haga de una manera consciente y malévola,
mas bien entiendo las exhortaciones y consejos como mecánicas e
irreflexivas, lo que sí resulta obvio que el tipo de educación
materialista (especializada, orientada a obtener dinero) interfiere
de manera brutal en el desarrollo de un pensamiento más abierto y
cosmopolita.
Esa intangible pero recurrente coacción contra quien no detenta la
misma manera de pensar procede de una de las frases típicas de la
mentalidad materialista y que define a sus componentes de manera
clara y definitoria al tiempo que revela sin tapujos uno de los
estigmas de nuestro tiempo: “No te calientes la cabeza”. No
te calientes la cabeza si no es para ganar dinero o es para sacarte
los estudios. Diversificar es de tontos. “Entender cómo funciona
el mundo es de majaderos. ¡Nadie lo va a cambiar!”.
El mundo evoluciona día tras día. Sí o sí. Con nosotros, gracias a nosotros. O a pesar de nosotros. Y más nos vale a todos, sin excepción, reflexionar por unos momentos, acerca del rumbo que queremos que tome y en base a qué principios y prerrogativas. Basta ya a la proliferación de frasecitas cobardes e irresponsables. Basta ya de aniquilar el pensamiento crítico constructivo. Maduremos de una vez. ¿Que no sabemos cómo? ¿Nos sentimos impotentes? Busquemos pues a alguien que nos aconseje, que nos oriente, que nos guíe. No es tan difícil. El manido "No queremos pensar", más que una respuesta, representa la carta de presentación del aspirante a perdedor y un impedimento para un progreso sensible y sostenible. "No se puede hacer" constituye el pretexto predilecto del incompetente, del ignorante, del cobarde. Opciones útiles como modos de escapar de las responsabilidades que nos atañen como seres humanos que somos, como ciudadanos y miembros de una comunidad.
Aquellos que crean que algo no se puede hacer, que es imposible, un día se verán sorprendidos por una persona que lo haga.
Nada es imposible, ni siquiera enfrentarse y derribar (con sólidos argumentos) a todos los supuestos ídolos que nos reinan.
Mientras aquel tonto y holgazán creía una tarea imposible, el listo y esforzado ya la había acometido cien veces sin despeinarse.
No hay tarea irresoluble si millones de individuos se empecinan en llevarla a cabo. La capacidad del ser humano es ilimitada.
Continuemos. Más allá del Muy Interesante no parece haber un
interés por ilustrarse en temáticas científicas o relativas al
ámbito de la psicología.
El estudio del comportamiento humano, o el hecho de formularse
preguntas existenciales “quiénes somos,
adónde vamos, de dónde venimos”, no parece entrar
dentro de los planes de aquellos que disfrutan de mucho tiempo de
ocio. Como mucho, a estos individuos remolones les dará por pasearse
por las nubes virtuales hojeando (si es que sirve esta expresión)
relatos anecdóticos relacionados con tecnología, sexo o deportes, o intercambiando
lacónicos mensajes en redes sociales y comunidades virtuales.
Con todas estas prerrogativas, la opción de convertirme en
futbolista resultaba tan apetecible como pegarle un bocado a pedazo de tarta de arándanos con
queso (¡ñam!). Por el contrario, la "absurda" idea de llenarme la casa de libros de los más diversos
temas, que ni siquiera tenían que ver con la informática (rama de la
cual soy profesional: eso indica la orla esa que pende de la
pared) parecía un disparate urdido por un tipo un tanto excéntrico.
¡Una cosa es leerse una novela de cuando en cuando pero todos esos libros raros...!
No hace falta decir que otros muchos casos, literatos, científicos,
pensadores la situación es a la inversa a la que vive un personaje
de relumbrón: un individuo inteligente, especialmente sensible o
crítico con los tejemanejes de los individuos con poder puede llegar a sentirse tan
absolutamente solo y desamparado en este entramado social que en
algún momento de su existencia habrá reflexionado seriamente sobre
abandonar sus tareas intelectuales con tal de ser aceptado por la
multitud vociferante (o por su círculo de amigos). Se lo digo por experiencia, por conocer
bien “ambos universos”. Si además uno de estos señores de insignes
currículum se le ocurre encender la tele en una mala hora (casi
todas), entonces puede planear por su cabeza la idea de inventar
algún cachivache cósmico y teletransportarse a un universo paralelo.
Mejor, a un universo que no sea “para lelos”, si no a otro donde sí
se sienta realizado. “Doc, ¿dónde estás? ¡necesito un condensador
de fluzo y un Delorean!”
A muchos superdotados o talentosos deportistas se les mima desde muy pequeños y, salvo que opten por la práctica de deportes minoritarios, se les presentan condiciones envidiables para su futura progresión. Los superdotados intelectuales, salvo aquellos afortunados que gozan de la suerte de asistir a un centro especializado, no disponen de una educación orientada a desarrollar sus innatas facultades y un buen puñado fracasa o se pierde, hastiados y aburridos de verse obligados a procesar información a una centésima parte de su velocidad potencial y así por tanto aniquilando sus aspiraciones de seguir asimilando materias. Al inepto intelectual se le protege para que alcance el nivel medio estándar, al superdotado en cambio, en multitud de caso se le ridiculiza o se le abandona a su suerte, eso sin mencionar la discriminación que frecuentemente recibe en el colegio por parte de sus compañeros. El tío guay, el rebelde, pocas veces se representa como el más listo de la clase(1). Más sufrirá todavía el personaje supersensible con los problemas del mundo, o más maduro empáticamente, se verá condenado a vivir una existencia fría, frustrante y degradante con leves márgenes de mejora futura.
(1) Y con este ensayo espero entre otras muchas cosas hacer pedazos ese axioma irrefutable. ¿Quién puede demostrar más rebeldía que aquel que procesa, digiere y echa abajo decenas conceptos e ídolos inconmensurables, que aquel que pretender poner en evidencia muchas de las verdades establecidas? Se puede ser simpático, rebelde, inteligente, sociable, atractivo, deportista y muchas cosas sin por ello resultar ni un frikie, ni un tipo raro. Sinceramente creo que es mucho más raro y digno de estudio psicológico un tipo al que no se le ocurre otra cosa que pasarse media vida amaestrando una pelota. ¿Quién es el raro en esta historia?
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