El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Héroes por las causas sociales.
Como ya analizamos anteriormente,
aquellos que ostentan el cetro del poder mediático pueden tanto
lucir
sentimientos solidarios como arrojar consciente o inconscientemente
parte o la totalidad de sus fortunas por el retrete. Por
cierto, como ejemplos válidos de aportaciones millonarias a
fundaciones benéficas podemos mencionar al inversor Warren Buffet o
la familia Gates. Dicho esto, aun habiendo generosas excepciones,
podemos concluir que el respaldo a cuestiones sociales de gravedad
es un requisito absolutamente prescindible para convertirse en un ídolo de masas
(1)
(1)
Y no, salir en cuatro anuncios o hacer dos viajes al año a una aldea
africana no cuenta salvo como mera anécdota.
Imagínense que imponemos el mismo nivel de exigencia para figurar
como modelo solidario que para ser una figura del tenis. Basándonos
en esta premisa, en el primer grupo (solidarios) cada aspirante necesitaría una
formación similar a aquella llevada a cabo por alguno del segundo
grupo (tenistas). Pongamos unos 15 años de duro y continuado esfuerzo. Pero
este imperativo sólo constituiría el primer paso. Para establecer
una equivalencia coherente, los 15 años deberían venir acompañados
del filtro de una competencia feroz con otros muchos millones de
individuos. Semejante criba permitiría reducir el cupo de aguerridos
candidatos y
otorgar el billete de acceso a la
popularidad a aquellos considerados más aptos. O sea 15 años de entrenamientos
tampoco le serviría al 99.99% de pretendientes para alcanzar el noble
cargo
de ídolo solidario. Es decir, que al final, al igual que ocurre con
nuestro aspirante a Pete Sampras, sólo un minúsculo porcentaje de
los inscritos
se beneficiará de tal mención. Con estos requisitos tan exigentes sobre la
mesa, ¿se creen que alguno de nuestros amados y bonachones globe-trotters de los escenarios levantaría su
musculoso brazo para alistarse
como "héroe defensor de
causas sociales"? Ni uno ni medio. Me
los imagino huyendo despavoridos, sacando espuma por la boca, "noo,
yo lo único que quiero es jugar no pasarme el día calentándome la cabeza
con problemas y rollos, ¡buaa!",
"¡pero, hijo tienes que madurar algún día!", "¡noo!, yo
sólo quiero pasarme el día jugando, ¡me niego! ¡no¡ ¡si me obliga,
dejaré de respirar y me pondré azul!",
"¡pues hale, ya nos encargamos nosotros los adultos. Eso sí, ¿no pretenderás
encima cobrar por tu actitud inmadura y cobarde, no?", etc. En fin, corren el riesgo de sufrir un infarto. (2)
(2)
De hecho algunos corren el riesgo de sufrir un infarto sólo por el
mero hecho (ejem) de pensar.
En general, y refiriéndonos a famosos, la consideración de tipo
cívicamente responsable (léase: solidario)
en una sociedad como la que vivimos puede consistir en algo
tan simple como viajar con el equipo al estado o provincia adyacente
en el mapa geográfico con el fin de echarse un partidito amistoso
contra un bando compuesto por colegas. Todo para recaudar fondos. Ah, y no
esperen que ninguno de estos señoritos desperdicie un par de
días de su acomodada vida preparando y organizando los pormenores de tal
evento, ¡por dios no! De hecho, ni conducirán el vehículo que les
transporte a tal emplazamiento. Seguro que habrá un chófer
contratado a sueldo para llevar a cabo dicha “peligrosa misión”.
Mientras tanto, ellos permanecerán tumbados en sus butacas, jugando
a la consola o viendo una película (que dudo que sea la "Lista de
Schindler"). Su cometido
principal se basa hacer acto de presencia y pasarse un rato correteando por el
césped o el parqué. Y tampoco es necesario que suden la camiseta o
finalice el partido, con cuatro toquecitos de balón y
abrazos a diestro y siniestro ya han cumplido la papeleta más que de sobra.
Impresionante demostración de adhesión a una gran causa, sí señor. Si el
escenario además incluye niños, minuciosamente adoctrinados, ya tenemos la instantánea perfecta. El ídolo no
sólo es solidario, gran persona y maravilloso si no que también reparte
felicidad entre los infantes. ¿Qué más se puede pedir? Oh, claro: ¡que reparta autógrafos!
Aun habiendo más de una excepción que se esmera un poco más en su magnánima
labor (y haberlos haylos), ¿ustedes creen que demostrará igual
dedicación de la que hizo gala para alcanzar misma jerarquía en la especialidad que
le da de comer? La respuesta es obvia: ni en una infinitésima
parte. ¿Y cómo se puede dar este escenario tragicómico? La respuesta es obvia: los
valores humanos fundamentales dentro de una sociedad regida por el
dinero se consideran accesorios (en otras palabras: que no valen un
pimiento), de este modo se puede tomar el pelo
a todo un planeta, sistema solar o galaxia cercana
proponiendo a estos tipos como ejemplos de solidaridad o bondad. Y a
fe que nos lo creemos. Nuestra preparación en este aspecto es
defectuosa, parca e insuficiente. Tiende a cero. Y me quedo corto.
Les hemos negado la posibilidad a los verdaderos ídolos solidarios
de revelarse como tales (3). A los otros, llamémosles de
forma benigna como copias fraudulentas, por pasearse un rato
por aquí y por allá se les conceden esos galones.
(3)
De
hecho no tenemos ni la más remota idea de si “eso existe”, y
si así fuera el caso, desde luego, a nosotros no nos los han
presentado. Ni tampoco (por supuestísimo) hemos demostrado coraje
para ir a buscarlos. Es obvio: nuestra presunta bondad quedaría en
entredicho. Sinceramente ceo que deberíamos deshacernos de muchas de las ideas
preconcebidas sobre bondad, amor y libertad que hemos ido
adquiriendo en el transcurso de los años.
Ahora, denle la vuelta a la situación y pártanse de risa. Escojan un
héroe solidario de los de verdad (4) y permítanle,
con esa simpatía y buen humor que les caracteriza, que se vista con la elástica
de algún equipo conocido y dispute un par de partidos
con el fin de recaudar fondos. Dejen que les abrace o pídanle un
autógrafo para lograr una escenificación más realista. No, señora,
no hace falta que le tire el sujetador. Después de tal “hazaña”, le
regalamos un diploma que reza “Icono mundial del deporte”.
Llegado a este punto, en realidad este señor no hace falta que
juegue más. La lógica es de perogrullo, ¿para qué prorrogar
sus esfuerzos
más si ya se le ha otorgado un “título
honorífico” que le durará toda la eternidad? A otra cosa mariposa.
¡A por el nombramiento de marqués, y así emular a Del Bosque!
(4)
Me
juego esta goma de borrar “Milan” que no es capaz de pronunciar más
de un par.
Ahora en serio, ni el espectador más torpe y subnormal consideraría a este
pretendiente como tal
(5)(6)
Antes se mofaría de él por la desfachatez de querer ponerse a la misma altura
que a estos monstruos consagrados.
¡Intolerable! Ahora, ese mismo colectivo de individuos, expertos
por cierto en repartir justicia, no mostraría
ningún reparo en considerar como tal a un futbolista o artista como
benefactor de la humanidad sólo con que aparezca en la foto de algún evento de tal
calibre. Ridículo pero muy típico en este tipo de sociedades donde
reina el slogan del “todo vale para alcanzar la fama” y donde la moral
es un complemento opcional que se utiliza en momentos clave para
adornar la personalidad del protagonista.
(5)
¿Qué les parecería si yo soltara
una frase tal como: "Yo practico el tenis varios días por semana,
más o menos igual que Federer, así que me merezco la misma o
parecida reputación que él." Me
llamarían de loco para arriba. Habría millones de personas soltándome sermones,
riéndose en mi cara y tratando de hacerme entrar en razón evitando que no
profiriera tales "blasfemias". Ahora, no hay problema en
colorear a las estrellas como "grandes personas", "solidarias",
"inteligentes", "perfectos", "dioses", etc. sólo por el hecho de
haber demostrado una minima humanidad, haber entregado las sobras de
su sueldo a alguna ONG o haberse leído dos o tres libros. No habrá críticas al
respecto, sino lores y halagos, y la razón es obvia los valores "deportivos" o "artísticos", aparte de que gozan del
mimo y la protección de millones de individuos, cotizan infinitamente por encima de
valores éticos o morales. De estos, con atesorar una pizca es más
que suficiente. Desde luego, nuestra humanidad y cultura al respecto
se encuentra bajo mínimos.
(6)
A alguno de ellos se le podría proponer como gratificante tarea una
redacción de mil palabras que verse sobre la causa social que
defiende, ofreciendo alternativas para su resolución. Al fin y
al cabo si se presenta como tipo solidario eso implica lógicamente
que conoce aquello que representa, ¿no les parece obvio? ¿Ustedes se imaginan a un
ídolo tenista cuya técnica no le llegue ni para dar un revés
liftado?. ¡O que no sea ducho siquiera para empuñar la raqueta
correctamente!
¿Se le podría elevar a "ídolo del tenis"? ¡Qué
idiotez!
Más que un símbolo sería observado como un farsante,
un payaso, un embaucador, un auténtico mamarracho. Por cierto, como ayuda para la labor
de redacción mencionada, se le
ofrecería una extensa bibliografía para consultar. Luego podría
deleitarnos con su "gran obra", leyéndola en voz alta y con gesto
preocupado. Para grabarlo en vídeo... y luego emitirla en
un programa como "El Hormiguero". La solidaridad, la ética
y los valores humanos en el
mundo capitalista se pueden representar con la imagen de un retrete.
¿Por qué? Por la simple razón de que nos cagamos y meamos en ellos.
En síntesis, para llegar a ostentar la denominación de ídolo de masas no es requisito
indispensable
en absoluto hacer gala de ninguna conciencia social o empatía desarrolladas,
puedes albergar una mentalidad nociva o simplemente no mostrar más
sensibilidad que cualquier individuo del montón. Más parecen
solidarios por suerte o por accidente que por sus propias
convicciones. Si la solidaridad o la bondad exigiera una preparación
o dedicación exclusiva, tal como lo exigen los deportes o
profesiones de alto nivel, tengan claro que todos ellos retirarían su
candidatura. No les encontrarías ni rastreando las calles de sus
ciudades apelando a la tecnología de Google Maps o la del GPS más sofisticado. Y me temo que sí, que los
valores humanos que definen a una persona deberían tener un peso
específico infinitamente superior a los valores que defienden
nuestros queridas leyendas audiovisuales. Pero en esta sociedad, como no podía
ser de otro modo, ocurre justo al contrario. Así somos.
Así hemos sido (des?)educados. Como decimos los informáticos, es necesario y
perentorio "actualizar el software". El actual está más obsoleto que el MS-DOS o Rafaella
Carra.
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