El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Héroes por el enfrentamiento social.
Nuestros ambiciosos paladines tampoco deben enfrentarse a la racionalidad
de sus decisiones. Jugar, competir (no tanto emanciparse como artista
de pro) ya constituye de por sí una gran y racional decisión. Dicho
de otra forma, el ídolo, salvo raras excepciones, siempre “juega en
casa”, y además con el viento a su favor. Políticos, instituciones,
público, progenitores, no van a dudar en apoyarles ya que toda
relación simbiótica con individuos de renombra genera sinergias positivas para las
partes implicadas. Parecen emitir una
cálida luz que atrae tanto a las fuerzas vivas como a las almas perdidas.
Sin embargo adoptar un pensamiento crítico y profundo es una
decisión conflictiva en una sociedad donde sólo unos pocos
adquirirán las gafas de la cosmovisión, aquellas que permiten
reconocer y clasificar los asuntos de actualidad por orden de
incandescencia. La ayuda en este aspecto es poca o nula, el ambiente
enrarecido, al contrario que el ambiente que rodea a los juegos que es populista
y agradecido.
En contraste, los anti-ídolos deberán meditar en cómo progresar de manera
eficiente al habitar en un firmamento donde se premia a los técnicos
especialistas en promover nuevos ensamblajes financieros o nuevos
métodos para entretener al individuo-audiencia. Un
pensador es como una especie de árbitro, trata de mediar en los
conflictos y en vez de agradecérselo la gente todavía le critica
porque seguramente su forma de pensar le resulta conflictiva o les
incita un cambio estratégico, a veces doloroso de asumir. Resultado, mejor buscarse una
profesión donde desentenderse de esa gran responsabilidad (¿a qué
jugamos?). Que lo haga algún pringao.
Todo para unos, nada para otros. Es de justicia.
Así pues estos hábiles y monotemáticos individuos, en
general, tampoco deben ser considerados como un ejemplo a seguir por el hecho de
derribar muros o luchar en círculos opresivos, más bien, al contrario, se ven
favorecidos de manera indiscutible, antes y durante su reinado. Y cuando salten
a las portadas de los periódicos debido a la consecución de algún título o
trofeo les perseguirá "todo dios" (monarcas y
políticos incluidos) para honrarles por su talante suprahumano, en
suma, para agradecerles su existencia... Y aparecer en la pertinente foto
mostrando su efigie junto con la del aclamado campeón. ¡Votos
asegurados!
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