El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Ídolos. Credibilidad y anuncios.
Por cierto, les voy a comentar un
asunto de altísimo secreto. Después de una ardua e intensa investigación
tipo CSI, infiltrado y
caracterizado cual sagaz agente encubierto
he podido averiguar sin temor al
equívoco que:
-Algunos de los asalariados de la gloria que protagonizan los
anuncios audiovisuales
resulta que promocionan artículos que luego no usan o sólo lo hacen
esporádicamente. ¡Vamos que igual ni les gusta lo que publicitan!
¡Sí!
Golpe a los riñones
-Estos señores y señoritas no dudan en comentar con su convincente sonrisa y esa aureola tántrica de
sinceridad personificada todas las virtudes del trasto o producto en
cuestión y luego resulta ¡que no lo usan o no lo han usado nunca!
¡Igual no saben ni cómo funciona! ¡Ni necesitan saberlo!
Directo al hígado
-También he averiguado que todas esas virtudes se las “soplan”
antes del anuncio pues parece que ni conocen a priori las
características del artículo o cacharro en cuestión. Es decir que deben retenerlas en la
memoria para luego recitarlas de forma convincente. Se han dado casos en que al
candidato elegido ¡ni le sonaba la marca hasta el día de la
presentación! ¡y que da lo mismo, no por ello dejan de ser
candidatos a promocionarla!
Directo a la sien
Según mis fidedignas fuentes, aunque este punto no atañe a todos
estos aprendices de monologuistas, que los protagonistas de los
anuncios publicitarios tampoco hacen muchas
indagaciones sobre la veracidad de las palabras que deben pronunciar
ante las cámaras, por mucho que la repercusión de su fraseología sea
inmensa. Vamos, que sus criterios exigibilidad son
bastante bajos.
Gancho al mentón
Además, otro dato esclarecedor: que suelen aliarse con
personas desconocidas para este tipo de eventos. O sea, no saben ni
con quién tratan. Sólo tienen vagas referencias.
Patada en los cataplines.
Es más, y esto podría causar una gran conmoción a mis
(¿cuatro?) lectores. Parece ser según tengo entendido que se les
paga una importante suma de dinero para que protagonicen este tipo
representaciones que luego llegarán a los hogares de millones de
individuos.
KO técnico
No sé si la gente debería enterarse de esta aterradora y espeluznante
revelación. Tengo mis dudas de si este comunicado secreto debería se
difundido por el orbe. Buff, si se supiera a buen seguro que
rodarían cabezas, y es lógico, ¿por qué hasta los más grandes ídolos o
aristócratas de lo efímero no tienen ningún reparo en contarnos mentiras o
medias verdades por motivos estrictamente económicos? ¿Por qué se comportan como
autómatas, memorizando y repitiendo frases que ni si quiera sienten sólo porque
se las mandan otros, a quienes por cierto apenas conocen? ¿Es que todo es
cuestión de dinero? ¿Y qué hay de su credibilidad y sus principios? Repito: ¿es
que todo en la vida es cuestión de obtener más y más beneficios?
Pepito Pelotero, famoso en el mundo entero, en un discurso
pronunciado tras ser inoculado con el suero de la verdad. Y donde,
por cierto, se
le ve el plumero
Hola, me llamo Pepito Pelotero, un tipo famoso en el mundo entero más
incluso que la sidra "El Gaitero". Me presento aquí delante de estas
cámaras porque estos amables señores (que están atrás escondidos y
que no vas a ver porque no viene al caso) son tan simpáticos que
me han contratado, previo pago de una pasta gansa, con el fin de que
actúe (o sea mienta) para convencerte de que este trasto que estoy
promocionando, del cual por cierto desconozco la mayoría de sus propiedades y
apenas he probado, es la caña de España y del mundo mundial.
Si
adolece de defectos destacables o alguno de la competencia es más
barato y más completo o fiable, eso no te los voy a contar ni de
coña, faltaría más que fuera razonable contigo, ¿por quién me has
tomado? ¿Somos amigos nosotros acaso? ¿No querrás que te anime a compararlo con las marcas rivales
para que tú mismo te hagas una idea de su auténtico valor? ¡Ni pensarlo! ¿Y si
resulta un bodrio de producto? ¿Y si resulta poco aconsejable su
adquisición? ¡Me matan si desvelo un solo defecto! Deja, deja.
Por cierto, que sepas que pienso sonreír todo lo que pueda, por
mucho que hoy me sienta estreñido, ya que me han asegurado que la
sonrisa genera un lazo de complicidad con el televidente o algo por
el estilo. Yo de palabras técnicas no sé na, pero dado el
caso
aprovecharé para lucir mis inmaculados y relucientes dientes de piano pues se me
antoja necesario
convencerte de que este trasto es de categoría superior, vamos, la
crême de la crême. ¿Que cómo lo puedo
asegurar? Bueno, no lo sé la verdad, ni me importa, es lo que me han
dicho que aprenda de memoria y recite ante las cámaras. Pero bueno, en el fondo ¡qué más
da! ¡lo realmente importante es que soy yo quien lo anuncio! Sí, yo, que como ya sabes, soy un
supercampeón, y los supercampeones somos todos muy buenos,
simpáticos, sinceros y convincentes, y si afirmamos con rotundidad que 2 y 2 son
cinco tú, como buen seguidor deberás creernos a pies juntillas,
antes incluso que a tu profesor de matemáticas. ¿A quién
vas a creer a mí que soy rico, famoso, tengo músculos de gimnasio,
mi novia es un bombón o al pringao ese, que es más aburrido que una
ostra leyendo versículos de la Biblia en latín?
Venga hombre, confía
en
mis consejos y adquiere el cacharro este se llame como se llame (no
me sale ahora pronunciarlo joer). Así, cuantas más ventas se produzcan más veces me volverán a
llamar para promocionarlo. Y si no se vende, oye qué demonios, que
se apañen los fabricantes, que yo me desentiendo y promociono otras marcas. Total, a
mí me da igual promocionar champús anticaspa, que detergentes, coches
o motos,
maquinas de afeitar, helados o relojes lo-que-importa-es-lo-que-soy. Mientras
me paguen mucho yo encantado de la vida. Puede que después de usar
el tal anticaspa me pique la cabeza que no veas, que no deteste llevar el puñetero reloj de los cojones, que no sepa ni meter el detergente en la
dichosa lavadora, que en la intimidad prefiera la maquinilla
eléctrica antes que las hojas de afeitar, que me producen flato la
mayoría de helados o que ese automóvil que alegremente promociono no
formaría parte (¡ni de coña!) de mi harén de coches lujosos.
¡Pero, esto es información confidencia! ¡A quién demonios le
interesa!
Lo que jamás haría es
promocionar la lectura de un libro, eso es para tíos aburridos, o
sea distintos a todos nosotros: la élite compuesta de tipos
perfectos. Los tipos perfectos no necesitamos leer libros ni pensar
demasiado. Yo para
llegar aquí no he necesitado leerme ningún panfleto de más de dos
páginas, es más tengo multitud de
colegas que cuando se han desprendido de tal aburrida tarea se han
sentido liberados y han progresado en su
especialidad mucho más deprisa. Ah, y por supuesto no han recibido ni una
sola crítica o señal de desaprobación, ¿¡quién iba a tener cojones de
cuestionarles!? ¿¡tú, que eres un pringao!?¿un pringao
va a criticar a un ídolo como yo? ¡Por favor!
Por si eso no fuera suficiente,
puedo afirmar con rotundidad que un libro no pega nada con mi imagen
de galán
seductor y además, la lectura me produce un profundo dolor de cabeza
que no se me va ni con 4 aspirinas. Prefiero pasar el tiempo jugando
a los
videojuegos o en su defecto a las cartas (siempre que sea un juego
facilito que no me haga pensar mucho). Luego, por supuesto
demostraré esa incomparable actitud de ganador que me caracteriza
clamando en privado o ante grandes audiencias: "¡No me gusta perder ni a las chapas!".
Y la gente me ovacionará y caerá rendida a mis pies. Y
ligaré, claro, un millón de veces más que tú.
Bueno, esto, como te venía
diciendo, compra este producto te hará sentir mejor, adquirirás más
personalidad, autoestima (jaja, que me descojono), ejem... perdón,
bueno sigo con lo que venía diciendo... y además se te acercarán montones de tías
macizas (o tíos) con seguridad (y no para que les pagues una Fanta).
También yo saldré beneficiado, ya que aumentaré mis riquezas (más todavía,
¡sí!), lo cual me permitirá ejem no adquirir este trasto precisamente porque
es demasiado cutre para mis cada vez más altas y sibaritas pretensiones. ¿Te
imaginas a un macho alfa como yo
conduciendo un anodino Kia cuando puedo permitirme saborear la
potencia y el lujo de un Aston Martin? ¿Un corriente y
moliente Renault si
puedo pilotar un lujoso Ferrari o un despampanante Lamborghini? ¿Me ves acaso con cara de
“Ssangyong”? ¿Presumiendo de reloj Casio si me
sobra la pasta para coleccionar otros de alto standing como los Rolex? ¡Pues claro que no! ¡Demonios! Yo se lo endoso a la
gente pobre, crédula y con falta de personalidad como tú. Después cobro y
me voy a mi casa. Así que no me preguntes si lo
pienso usar porque te responderé algo así como que no sé,
igual sí o igual no, según me dé o según las cláusulas que
firme. Si me obligan a usarlo diariamente igual paso y rechazo el
contrato. ¡Que les den!
Hala, me voy, pero tú recuerda, cómpralo y que nadie te
persuada de lo contrario, ¡no lo permitas!, porque tú sabes muy bien
(mírame fijamente a los ojos) que si lo adquieres podrás parecerte a
mí. Y eso es al final lo que debe importarte: que seas un poco menos
tú y un poco más yo, que soy portador del cetro del triunfo, valedor
del éxito y más guapo que un boniato y me follo a todas las tías
macizas, tontas o no, que me encuentro. Bueno a todas no, que son un
regimiento y
no doy abasto. Y menos tú claro, que eres
menos famoso que un campeón regional de petanca. Y no, no creo que
seas tonto, por mucho que te creas que soy capaz de meter una
canasta desde un edificio alejado 100 metros, jugar a tenis encima
del ala de un avión o pienses que beber el refresco tal o comer una hamburguesa
produce un aumento de la autoestima o la felicidad.
No, no creo que
seas tonto, pero si lo creyera tampoco revelaría esa información a
nadie. De lo que sí estoy convencido es de que los medios de
comunicación así como sus adláteres, los campeones de diversas
disciplinas, te haremos creer lo
que nos dé la gana. Si no fuera así, ¿cómo coño me iban a pagar a mí
un pastizal por anunciar cachivaches que igual no sé ni para qué
sirven? ¿Acaso crees que mis patrocinadores me contratan por su
bendito altruismo y pillan
al primer gilipollas que pasa por su lado para regalarle su dinero? ¿No será
acaso porque
saben a ciencia cierta que voy a convencer e influir en miles y
miles de personas, lo cual, dentro de la ciencia publicitaría (o de
la persuasión) tiene un alto precio? ¡Ay piltrafilla, que te lo
tengo que explicar todo!
Por mucho que su intención no sea mala, es más que evidente que
estos “ídolos a sueldo” suelen lanzarnos información interesada
cuando les conviene. La madre que los parió.
Un verdadero ídolo, de los de verdad nunca nos "vendería la
moto" (o el coche o cualquier otra cosa) y menos todavía recurriendo
a un pregón artificial, manipulado y precocinado. En esta sociedad los
engaños y las medias verdades son moneda de uso corriente. Y quien
mejor utiliza esos recursos resulta galardonado por su "inestimable aportación"
a la sociedad. Cuando miro al
horizonte a veces me pregunto, ¿en quiénes puede confiar un tipo
como yo? Y sinceramente, me cuesta hallar una respuesta
satisfactoria más allá de amistades y el ámbito familiar. Respuesta
alternativa: prefiero confiar en mí mismo antes que en todos estos pseudodivinidades de tres al cuarto.
Un ídolo materialista es como aquella casa prefabricada de gran
fachada que te quieren vender a precio de oro. Cuando pones pie en
ella (si te
dejan), te das cuenta de que todo el presupuesto se ha invertido en
fachada. El resto, o sea todo su interior, se encuentra en ruinas.
Algunas como excepción, es verdad, presentan cuatro muebles de Ikea.
Sin montar.
Y así se construye la imagen de este mundo: fachada fastuosa, interior
precario. ¿Qué pensaría usted de una mansión (léase mundo) de esas
características?
Que es un timo. Una auténtica tomadura de pelo.
La
pregunta que me hago a veces (y me conmociona) es... ¿no
conocemos
límites a la hora de agasajar a un ídolo de estos?
¿tan sumamente aburrida es nuestra vida?
¿hasta dónde seremos capaces de llegar?
¿cuál es la frontera entre la condescendencia y la coherencia? ¿cuánta riqueza
les permitiremos atesorar?
Hubo
un día en que lloré por la derrota de un partido de mi equipo. Tenía, creo, 9 años.
Hoy en día sigo profesando mi afición por el deporte y los deportistas, pero ya
jamás les daré a las victorias y derrotas de estos ídolos más valor que el que
tienen y merecen: residual y pasajero.
Soy libre...
Puedo elegir el banco que me exprima;
la cadena de televisión que me embrutezca;
la petrolera que me esquilme;
la comida que me envenene;
la red de telefonía que me time;
el informador que me desinforme
y la opción política que me desilusione.
Insisto: soy libre.
Forges.
Faltaba añadir, "y el ídolo, el político o la institución que me engañe".
Frases relacionadas:
Dame un gran ídolo de la sociedad del espectáculo y yo te devolveré
una mentira de igual o mayor magnitud.
Dénme un gran ídolo de la sociedad del espectáculo y yo
les devolveré
una carcajada de una magnitud tal que la intensidad de su estruendo se harán eco los cinco
continentes,
los cinco océanos, la luna y algún planeta cercano.
Cuando
dije que la estupidez humana era infinita... me quedé corto. Me
siento anonadado.
La capacidad del ser humano para hacer idioteces se ha multiplicado en un
factor exponencial. Siento verdadero asombro... Y, por cierto, ¡sigo sin
entender la mecánica cuántica!
Einstein renacido en el siglo XXI
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