El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.

Creado: 31/1/2012 | Modificado: 31/1/2021 3145 visitas | Ver todas Añadir comentario



 

Los ídolos son humildes. Contrarréplica.

En oposición a los prototipos anteriores, me encuentro con profesionales de un talante innovador, trabajadores incansables en la sombra o defensores de causas perdidas de una inteligencia y una dedicación fuera de toda duda ocupando minúsculos despachos pero desempeñando una labor inestimable. Comprenderá el lector que los pensamientos innovadores no suelen originarse en ambientes donde los griteríos y la suntuosidad se advierten como elementos circundantes. Más bien, provienen de un adecuado cultivo del silencio, la soledad, la reflexión y la experimentación.

La verdadera humildad pertenece al genio que analiza con criterio y minuciosidad los defectos estructurales de una teoría, propone ligeras modificaciones a las existentes, o presenta nuevas y excepcionales aportaciones que echan por tierra verdades preestablecidas. Así, únicamente se pronuncia cuando se siente académica o moralmente autorizado a exponer nuevos argumentos de precisión o rebatir los ya existentes por considerarlos caducos y obsoletos. El inconveniente es que durante ese largo transcurso de tiempo dedicado al estudio, otros personajes apoyándose en ideas nimias o irrelevantes ya atesoran la simpatía de la opinión pública. Y cómo no, el poder y los recursos. Es decir, se han hecho dueños de la situación.

Se habla de comida-basura o contratos-basura, de arte provocador y amoral, de consumo irracional e irresponsable, de música repetitiva bum-bum, de un humanismo light e insípido y de personajes del mismo talante. Las ideas-basura, que son ferozmente contagiosas y se propagan de manera incontrolable no deberían de inmiscuirse en nuestras mentes sin sortear antes decenas de filtros. Si toleramos esa continua transmisión de datos abyectos permitiremos que la industria de lo superfluo, esa que nunca se toma un respiro, que nunca descansa, nos contamine con sus patrañas y torpes estereotipos, evitando en consecuencia una disminución brutal de la posibilidad de obtener individuos originales y con ideas propias. Actúan del mismo modo que las drogas, rastrera y subrepticiamente nos conceden momentos de jolgorio, de desarraigo, al tiempo que invaden los lóbulos de nuestro cerebro, tomando finalmente un control casi absoluto. Una vez infectados, cuales adeptos y obedientes sectarios, amonestaremos y maldeciremos a todo aquél que trate de abrirnos los ojos o apartarnos de las verdades ya establecidas.






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