El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Ídolos estandarte contra trastornos, enfermedades
y problemas sociales.
Apuntes sobre hambre, drogas, violencia y muerte.
Si analizamos este punto más
exhaustivamente, hasta el hambre, la enfermedad y por supuesto la
guerra (cómo no) se mercantiliza.
Si tomamos esta última,
nos daremos cuenta de que los
conflictos armados son un negocio absolutamente lucrativo para las
empresas relacionadas con el sector militar. ¿Para qué demonios
creen que invadimos Irak, aparte de para probar armamento, para
buscar armas de destrucción “más iva” o adueñarnos de sus esfínteres
energéticos, de su petróleo? La industria armamentística, junto con
el juego de las apuestas, la prostitución, o el tráfico de drogas,
son evidentes paradigmas de negocios boyantes que mueven euros a
espuertas. Y ya saben lo que dicen: los enfermos, los tullidos y los
muertos son siempre “efectos colaterales”. Y los pobres un
instrumento para la diversión de los poderosos, unos conejillos de
indias.
Porno,
sexo pagado, muerte (armamento), apuestas, drogas, eventos
deportivos como el fútbol y la exaltación de la belleza exterior son
algunos de los más grandes motores que permiten avanzar al mundo…
hacia no sé sabe dónde. Mejor no saberlo.
Mil
trillones para drogas, sexo, juegos de azar, espectáculos varios e
intercambio de trastos. Cuatro duros para educación, de los cuales
dos son para utilizados para amordazar a los librepensadores.
No
existe espectáculo más rico en detalles morbosos que la guerra. No
es raro que en esta sociedad se sucedan periódicamente, en otro
caso, la gente necesitada de vísceras y sangre ¿de qué se
alimentaría?
La
violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra
ganancias para la industria de la violencia, que la vende como
espectáculo y la convierte en objeto de consumo.
Eduardo Galeano
Un
librepensador en esta sociedad es como Kunta Kinte en un estado
dominado por el Ku Klux Klan. No te agredirán (quizás) físicamente
pero intentarán destruirte psicológicamente con todas los medios en
su poder.
Nota sobre drogas y popularidad:
Forje usted una imagen sugerente y a partir de ahí podrá acceder a
miles de ceremonias y pantomimas que te brinda la popularidad:
fiestas fastuosas en ambientes de lujo y boato, presencia de honor
en certámenes y concursos, invitado especial en emisiones
radiofónicas, acceso a parejas sexuales gratis (o cobrando), cameos
en series televisivas, contertulio en programas vespertinos de
actualidad donde se entrevista a gente de la farándula, etc.
Un determinado nivel de poder adquisitivo te permitirá acceder en la
élite de amantes a los estupefacientes, por supuesto ilegales. Las drogas
legales no molan una mierda, eso es para los pringaos y débiles de espíritu. Por
el contrario, los
narcotizantes ilegales se imponen como acompañantes de
lujo de cierta clase millonaria. Te dan un estatus distintivo,
peculiar, rebelde, salvaje incluso. Claro que a veces te inmolan como
a River Phoenix y otros muchos. Lo bueno de dicha coyuntura es que
te conviertes en un mártir. No hay estúpida muerte de un
famoso mal que por bien no venga.
Según el cariz de tu personalidad, puedes adquirir las de toda la
vida como la cocaína o la heroína, las de síntesis o modernas tipo
éxtasis y derivados, las que matan poco pero te atontan y
tranquilizan como la marihuana, luego tenemos la meta-anfetamina o
cristal, barata, fácil de fabricar. Una auténtica bomba.
Existen otras muchas que me dejo en tintero y que Antonio Escohotado
en su libro “Aprendiendo de las drogas” sabría describir mucho mejor
que yo, que soy virgen en estas lides. De hecho, ni sé fumar. Ni
malditas ganas de aprender. No pienso promocionar el cáncer de
ninguna de las maneras. Menos todavía ofrecer cobijo al cigarrillo
en mi boca para que invada mi cuerpo con sus pestilentes sustancias.
Maldito huésped.
“-Disponemos de un amplio
y colorido repertorio de pastillas, ¿quiere las
azules, las blancas o las rojas? ¿Las quiere todas? Ok, vale. Aquí
las tiene con su cartoncito clasificador para su régimen diario. Si
quiere multiplicar su potencia, mézclelas todas dentro de un vaso y
añádale alcohol de alta graduación. Ah, otra cosa, a mi usted no me
conoce de nada, ni me ha visto antes
- Sí, claro, sí, como usted diga. No pasa nada, yo controlo, yo
controlo.”
Una imagen imponente atrae el dinero y el dinero lo compra todo. Sí,
hasta la bondad y el amor.
Aclaremos, ese tipo de bondad y ese tipo de amor. Baratijas que un hombre
o mujer con mayúsculas despreciaría por considerarlas fraudulentas e incluso
degradantes.
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