El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Ídolos con actitudes benéficas. Crítica.
Y si
aún sigue pensando que es loable y admirable que algunos de estos
grandes tipos funden o colaboren con
organizaciones benéficas e incluso educativas, piénselo
detenidamente. La primera reflexión es clara, obvia y afirmativa.
Pero ahondando un poco más en el tema, observamos que si en vez de
apartar esa sangría de millones que van a parar a los titanes de
turno para que luego, en un acto subsidiario y ocasional puedan
permitirse el lujo de apadrinar una ONG y similares, invirtiéramos
la misma cantidad en las escuelas o desde los medios en una
educación más global y cosmopolita en todos los órdenes, no nos
haría falta la presencia de ninguno de ellos en medio de fastuosas
inauguraciones, precisamente porque ya existiría un programa serio y
minucioso que lograría cicatrizar nuestras heridas utilizando las
más avanzadas tecnología y una educación propia del siglo XXI (no el
actual bodrio, más propio del siglo pasado).
Pero nosotros, ciudadanos capitalistas, somos unos tipos tan cachondos y
simpáticos que pretendemos arreglar nuestros problemas a base de
ignorarlos o desviar la atención.
En otras palabras,
preferimos echarnos una risas (o como decía el súperagente guarrete Torrente unas paj…) antes
que llenarnos la cabeza de malos rollos. ¡Que los problemas los
resuelven otros! Sí, claro, pero ¡es que los otros se escudan
proclamando el mismo pregón!
Ejemplo:
Imaginen un barrio donde hay multitud de chicos que debido a la
pobreza, el paro, o la falta de estímulos resulta que ocupan su
tiempo de ocio con actitudes rebeldes y destructivas. Supongamos
para ilustrar la cuestión que a los chavales, aburridos y faltos de
estímulos, les da por
apedrear los cristales de los edificios de las empresas del barrio.
Como respuesta aumenta el número de cristaleros en la zona. Los
niños siguen con su travieso comportamiento, su dejadez y
desobediencia cívica y continúan con su actitud recalcitrante de
ajusticiar a las pobres e indefensas vidrieras. La consecuencia
lógica del aumento de cristaleros es que los daños se reparan más
rápidamente. Por el contrario, el número de adolescentes díscolos
parece aumentar más rápido que el de los bondadosos cristaleros.
Total, aunque el oficio de cristalero se dispara en cuanto a
número de aspirantes, los cristales sólo lucen íntegros un breve período de
tiempo. Entramos en un círculo vicioso de nunca acabar. Como el tema
se extiende y perpetúa, al final, el mayor y más boyante de las
empresas de reparación de cristales se convierte en el Mariano
Ortega de esta sociedad. En el ídolo empresario.
Reflexión:
Un
análisis juicioso que nos viene a la mente (propio de un niño de 10
años) es, ¿y no sería más racional apartar a los niños de esas
prácticas destructivas, en vez de promocionar el oficio de
repara-cristales? Pues no, nosotros siempre optamos por la segunda
opción, la menos buen, ascender al cristalero a status de dios
reparador y al presunto educador (filósofo, científico, pensador,
profesor), ya en período de extinción, que podría aportar sus sabias
opiniones para atajar el problema le subvencionaríamos con cuatro
pesetas o le relegaríamos a la cola del paro (al “banquillo” de los reservas). Así pues las fechorías perpetradas por los malhumorados infantes se perpetuarán por
los siglos de los siglos. Total, aquellos “leprosos” o ciudadanos de
segunda fila seguramente acabarían presentándose en casa del
cristalero a pedirle un trabajito (aunque fuera mal pagado y en
dinero negro), que para más inri no sería de profesor, ni orientador
ni nada parecido. Seguramente acabaría con una bandeja en la mano
sirviendo cervezas.
(1)
Así, dado un escenario con estas características, podría darse el
caso en la vida real que un tipo presuntamente con una instrucción
avanzada y triples galones universitarios (tres carreras) venerara
sin mesura a otro que no superó la ESO porque se aburría o no
carecía de suficiente aptitud intelectual pero que orientó su vida
por otros derroteros y acabó enfundándose la elástica del equipo
profesional del Villareal, revelándole además con envidia y en
secreto que él siempre soñó con convertirse en
tocador-de-pelotas, es decir, que siempre quiso ser como él.
Llegado a este punto, no entiendo a este señor le sirvieron las
carreras ni el dinero invertido en su formación. ¡Menudo fracaso! Sólo falta que
algún premio Nobel se sincere del mismo modo, el estallido de
felicidad, así como la carcajada del dios capitalista sería similar
en magnitud al brillo emitido por una estrella supernova en período
de menstruación.
¿Les
resulta paradójica o extraña esta argumentación?, recuerden que un
premio Nobel, con todo su prestigio e inteligencia, también
pertenece a la clase de individuos especializados en grado máximo,
es decir tampoco tiene necesidad de entender el mundo más allá de su
laboratorio de pruebas y puedo presentar las mismas (o más)
debilidades que un individuo de clase media intelectual.
Al final, lo que trato de decir es que si, en vez de darle tanto
bombo a ciertas profesiones y deportes, cuyos representantes
supuestamente ofrecen dinero a asociaciones benéficas, que
curiosamente seguro se dedican a resolver problemas sociales, ¿no
sería de perogrullo y menos contradictorio fomentar una educación
donde estos valores estén respaldados, e incluso que haya modelos y
referencias tan influyentes como estos grandilocuentes iconos para
que se cree una descendencia alimentada con los mismos ingredientes?
Pues no, parece que no. Esta sociedad para tapar agujeros
subcontrata a un tenista, lo enseña a jugar, y cuando años después
se enriquece, un día determinado, en un arranque de generosidad el
tenista, caritativo él donde los haya, le ofrece una fuerte suma al
gremio de “tapa-agujeros”. Acto seguido, unos cuantos de estos,
felices y campantes, se ponen en camino hacia al lugar de la
“tragedia” con tal de cubrir el desaguisado. Es decir tapar el
agujero. Pero, oh vaya, para entonces el agujero ya se ha convertido
en un socavón y además cual planta carnívora se ha tragado decenas
de vidas. Consecuencia obvia: lloros y más lloros. Y también ramos de flores en forma de
“redondel”. Eso se podría haber evitado, ¡qué putada! Obramos mal,
tarde, de manera ambigua y arbitraria. ¿Cuál es la solución
consensuada de los miembros del partido gobernante en este caso
hipotético antes de que se produzca una manifestación multitudinaria
de protesta? Construir rápidamente más pistas de tenis. Luego que no
falte el hacerse fotos con “ellas” una vez inauguradas. Y todos
contentos.
Si el exceso de horas que se ocupan considerando asuntos
intrascendentes se dedicaran a promover la lectura de libros
relacionados como los pros y los contras de la globalización,
psicología de relaciones sociales, análisis e influencia de la
publicidad en la sociedad de la información, cómo combatir el cambio
climático, finanzas para torpes, consejos para la educación del niño en la infancia
y la adolescencia,
el poder de la mente o cómo hacer funcionar de modo óptimo nuestro cerebro, aprender a
estudiar de forma efectiva, cómo emprender un negocio rentable, el
significado de la felicidad, el innegable poder del halago o del
pensamiento positivo, las bondades del consumo
responsable, el carácter y la naturaleza del líder, control de la agresividad, la
influencia de los ídolos de masas en el individuo, cómo
librarse de las preocupaciones, diferencias biológicas entre hombres
y mujeres, y un
larguísimo e interesantísimo etc, nos daríamos cuenta de que hay
temas que necesitamos revisar y asimilar sin demora. Cierto tipo de
ignorancia es realmente dañina para la sociedad. También para los
propios individuos, que navegan a ciegas, sin rumbo definido, en el
océano de la incertidumbre. Y sin un conocimiento adecuado del medio es
complicado llegar a buen puerto. Desafortunadamente, muchas de las
cuestiones mencionadas en la lista (que no es más que un pequeño
resumen) no se debaten ni en los institutos (flaco favor se le hace
a los chavales). Menos aún en las universidades(2).
En esta sociedad no sólo necesitamos tipos especialistas, también
otros más completos, cultivados y comprometidos. Y todos esos
requisitos, no lo duden, pueden confluir en la misma persona.
Pero nosotros, capitalistas ingenuos e imberbes, hemos preferido
alentar a los “cristaleros” (o individuos superespecializado) a
perpetuar sus comportamientos y hemos descuidado la tarea cotidiana
de revisar las grietas que carcomen nuestras ciudades. Y esta labor
es cosa de todos y cada uno de nosotros, no sólo de los
ayuntamientos o partidos políticos.
El futuro son los niños, los adolescentes, a los cuales desde muy
pequeños se les instruye para que sepan sin lugar a dudas a quien
admirar y a quien no.
Todos quieren ser cristaleros (o metáfora que simboliza el ídolo
cotidiano).
(2). Nota universitaria:
Para muestra un dato, yo asistí unos cuantos años a la universidad y
aparte de que apenas mantengo un vago recuerdo de las asignaturas
del programa de estudios prácticamente nada de lo que escribo en
estos párrafos se derivan de aquellas enseñanzas. Nada.
Nichts. Niente. Nothing.
Rien de rien. Por cierto, algunas de las materias obligatorias me resultaron
tan insoportablemente tediosas que no dudé en no poner pie por clase
en todo el curso lectivo con tal de evitar sufrir un síncope producido por el cúmulo de
bostezos continuados. No es que me sienta orgulloso de haber faltado
tanto a clase, pero escuchar aquella monserga teórica era, créanme,
superior a mis fuerzas.
Y, por cierto, yo, como muchos otros que se vanaglorian de ello, no
abandonamos nuestros estudios para alcanzar algún grado superior en
nuestra especialidad. Seguimos adquiriendo múltiples y variados
conocimientos. ¿Usted cree que hicimos mal? Yo no. Además, el día
que decidí que sacar un 6 de media en Informática era un objetivo
más que suficiente pues de ese modo podría aprovechar mejor el
tiempo y conferirlo a otros menesteres tanto o más edificantes que
empollar cosas altamente abstractas, y que además difícilmente iban
a repercutirme de manera positiva una vez terminada la carrera. Como
luego se demostró, ese día tomé una más que sabia decisión Decisión
que atentaba contra la lógica imperante.
Excelente decisión sí, pero no tan sabia como concluir que contemplar
las peripecias de “nuestros” ídolos cotidianos no me iba a volver ni
más rico ni más alto ni más guapo. Entendí que debía adquirir una
educación integral para evitar acabar limitado como licenciado en una subrama
de una subrama de una subrama de otra subrama de las ciencias. Porque
para más inri luego encuentras un trabajo y te especializas más si
cabe. Si llego a seguir en esa espiral de constreñimiento hubiera
acabado como lo que yo denomino como hombre-tornillo. Un individuo que
ocupa un minúsculo espacio en la gran maquinaria, que percibe un
sueldo más o menos decente, que además realiza todos los días las
mismas tareas y carece de ideales mayores, entre otras cosas porque
las responsabilidades familiares junto con el trabajo le roba la
mayor parte del tiempo. Algunos colegas conozco que terminan
programando media vida en 1 o 2 lenguajes de programación y poco
más. Lo siento, pero ese destino a mí no me satisface en
absoluto. Me siento como si me
estrangularan, como si me dejaran sin aire, como si trataran de
prensar mi querido cerebro. Sinceramente, ni aunque me contratara Google
por un saco de euros y además agregara mi careto a su famoso
logotipo, ¡que ya es decir!
Respetar aquellas decisiones me permite ahora contemplar
el mundo desde la perspectiva análoga a la de una pantalla de 500 pulgadas. Con
la guarnición del Dolby Surround y un HD avanzado. No se atrevan a
ponerle precio a esa representación del universo. No lo tiene. Para
mí un hombre es tan grande como el mundo que puede albergar en su
mente, como los sentimientos que puede albergar (y defender) su
corazón, como la calidad de sus creencias y el valor mostrado
en defenderlas.
Y por cierto, obtuve un 5 y 6 en 2 de las más tediosas materias
a las que antes hacía mención. Me
dejaron los apuntes. Los tengo fotocopiados aún. Si quieren les
mando una muestra para que se hagan una idea del contenido. Un
montón de garabatos juntos que semejan un idioma alienígena.
Salí de la universidad con un título universitario brazo el brazo
para chocarme con la realidad de los anuncios de empleo: no tenía ni
la más remota idea de muchos de las cosas que demandaban. La definición de algunas de las siglas o lenguajes de
programación destacadas en las demandas de empleo las tuve que buscar en Internet.
¡Menuda gracia me hizo!
En resumen, si aquel yo se hubiera encontrado con su réplica futura
le hubiera adiestrado para emplear las horas de una manera
tremendamente más
efectiva. Sin embargo, el panorama general en aquel entonces no ha
cambiado mucho si lo comparamos con el de hoy: sociedad de peloteros,
tías guapas y tontas, humoristas, actores de cine, telebasura, etc, etc. Media vida
desperdiciada escuchando las mismas estúpidas cantinelas. Ahora sé que con
unos pocos años de cultura de
enfrentamiento se pueden lograr más que con 30 años de pasiva
complacencia y estudios concertados. Me siento estafado. Embaucado. La
educación en esta sociedad es vergonzosa y lamentable. Una
puta vergüenza. Así que... no
tuve más remedio que "inventarme" una adecuada para mis
pretensiones. La bauticé (no hace mucho) como "La cultura del
enfrentamiento". Posee un nombre alternativo, algo pretencioso
eso sí, "La teoría del todo en
educación" (o cómo tenerlo todo en la vida y... además ser una excelente
influencia para la sociedad).
Todavía está en obras, pero poco a poco va tomando forma.
Admito sugerencias. Dios sabe dónde me llevarán estas ideas...
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