El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Ídolos con actitudes benéficas y solidarias.
Sí
es verdad desde luego que existen individuos rectos, íntegros y que
defienden con valentía unos sólidos principios. Sin embargo, ¿es esta una objeción
con peso específico? ¿De verdad lo creen?
Recuperemos al argumento anterior, actuar de una manera recta,
pulcra y coherente con unos aceptables baremos éticos, ¿les permitirá
obtener mayores beneficios en la especialidad en la que actúen? ¿Una
mayor propensión al aplauso de parte de sus aficionados o
seguidores? La respuesta a este dilema es controvertida y se presta
a la discusión.
Contraejemplo al ídolo ejemplar
El mayor despilfarrador, iletrado, con una insana adicción a las drogas (ej:
cantantes de rock), etc. puede resultar más agasajado que el tipo
más íntegro y coherente que puedan imaginar, sólo por el hecho de gozar de una mayor
“simpatía”, o por presentar una personalidad más “agradable”
para los miembros de la sociedad amante del más ridículo goce
hedonista. Vamos que si el tipo es guapo y gracioso o se ha liado con la tía
buena de la revista tal, eso mola mucho más que si monta con los dos
primos de su pueblo un tinglado para ayudar a unos cuantos cientos
de pobres o necesitados. ¡Qué aburrido! Si además, si la tía buena (o tío bueno)
pertenece al gremio de
cantantes o modelos entonces ya-ni-te-cuento. Dios los cría y ellos se
juntan. Y los demás haremos (no, me niego a usar la primera del plural)… harán cola para profesarles
la más absoluta de las cochinas y repugnantes envidias. ¡Y si usted
no profesa el mismo sentimiento miente descaradamente! ¡Confiese!(1)
(1)
Por cierto, un inciso, otra “interesante” y moderna alternativa para
obtener popularidad (visitas web en este caso) es la de aporrear
violentamente a alguien en la calle, grabarlo con una videocámara o
móvil de última generación y subirlo a Internet, al portal de vídeos
Youtube (pronúnciese “iutiub”) o similar para que esta “elegante” e innovadora
conducta quede digitalmente enmarcada para los posteriores eones.
Otros, de discutible condición humana, se dedican a masacrar animales
al tiempo que lucen una sonrisa de lujuriosa satisfacción en la boca.
Mostrar partes pudendas en portales eróticos es otro popular hábito.
Los usuarios más “normales” se dedican únicamente a escenificar
tonterías y pijadas varias en formato vídeo, mp4 o mpg o divx.
Así pintan las cosas en la sociedad del ocio y el espectáculo donde
se da la paradoja de que a mayores escándalos mayores
beneficios. Nadie guarda hueco en la memoria para un tipo
honesto de palabras humildes. La ostentación más exagerada,
el cacareo pseudointelectual, los tatuajes estrafalarios a lo Dennis
Rodman (amigacho por cierto del mandatario de Corea del Norte, otro
país "modelo"), la provocación sexual más burda, o la escenificación de
actitudes barriobajeras en televisión (léase Gran Hermano y
programas de “salsa rosa”), todo es bienvenido por la plebe cada vez
más hambrienta de sangre y vísceras (2)
(2)
Hablando las vísceras, otro inciso, la
próxima secuela de Rambo me confiesan mis fuentes, que se
producirá un muerto cada varios segundos, ya sea acuchillado,
decapitado, apaleado, mutilado, fusilado o bombardeado. Además, el
sangriento proceso se filmará a cámara lenta (siguiendo la pauta
original impuesta en Matrix) con el fin de que los asistentes a la
función puedan apreciar con
mayor resolución de detalle las vísceras saltar en pedazos (¡cómo
mola eh! ¡le entra a uno el apetito!). También se dice que
suprimirán los diálogos de más de tres palabras para que el
espectador no tenga que activar más de tres neuronas al mismo
tiempo (una por palabra). Y sí, la protagonista estará muy buena,
eso por descontado. Bueno, vale, estoy de coña, pero ¿acaso voy muy
desencaminado? Pues, ahora imagínense lo dicho, ¡pero en 3D! Por
cierto, lo que sí que no verán es un pene. Los penes están
prohibidos en el cine. Un pene resulta grotesco, escandaloso e
intolerable. No, penes no, gracias.
Y, si señor, no se preocupe, el proyecto cinematográfico Rocky VI también verá la luz
algún día, puede respirar tranquilo.
Después de la pausa publicitaria, seguimos con el hilo argumental.
Deje un momento las palomitas, no se vaya a atragantar.
Incluso el comportamiento delictivo se premia en las grandes
pantallas con reembolsos millonarios. La pregunta que uno se formula
es ¿hasta dónde vamos a llegar? ¿Cuál es el límite inferior al que
aceptaremos rebajarnos para pasar un buen rato saboreando agrias y
subversivas polémicas? No me contesten por favor. Lo que sí sé es
que ese límite va en progresión descendente. En breve atravesará el
subsuelo. Y en continuo descenso.
La ética no suele ser escandalosa ni presuntuosa más bien
comedida y recatada.
Reflexiones sobre las actividades
solidarias:
Ofrecer dinero a los pobres, fundar causas benéficas es una
maravillosa manera de obrar, pero no nos engañemos, nuestros
queridos e irreductibles caballeros andantes no tiene
obligación alguna de meterse en semejantes fregaos. Nadie se lo
exige. Podrían regalar parte de su fortuna a traficantes de drogas o puticlubs (algunos lo hacen gustosa y regularmente). De hecho, de
algunos me sé que se han llevado parte del prostíbulo de paseo. No
es coña, ¿por qué disponer de únicamente una señorita de compañía si
te sobran los cuartos y puedes reclutar a todo un harén? ¡Joer,
claro, es más que obvio!
Resumiendo, el dinero es suyo y lo pueden tirar a la basura si así
les viene en gana, mientras no lo pregonen a los cuatro vientos es
suficiente. Y si en el colmo de su estupidez alguno la arma gorda,
no se preocupen, a partir de ese señalado momento optará a una
posición privilegiada en la cada vez más larga fila de aspirantes a
recibir emolumentos por la golosa exclusiva de explicar los motivos
de sus extravagantes ademanes y maneras. Publicaciones de tal calaña
dispuestas a financiarle las hay a porrillo (precisamente porque
tienen multitud de lectores ávidos de jugosas y morbosas exclusivas). In crescendo
además. Tiempo después, nuestro sensibilizado y amado personaje entonará el mea culpa y la gente
comprensiva y amable le ofrecerá su compasión. Después de la
lavativa moral y los actos de
redención, el ciclo se repite. El individuo susodicho (fea palabra
que rima con bicho) recuperará sus antiguos hábitos y volverá a sus
originales andanzas, “yo soy como soy y nadie me van a cambiar”.
Y probablemente tenga razón, si esa faceta de personalidad forma
parte de su particular receta del triunfo no veo motivo para que
deba alterar alguno de sus ingredientes, ¡no querrán que recapacite
y se conviertan en un tipo con un mínimo de coherencia, si no posee
cualidades nobles alguna excentricidad debe distinguirle del resto
de la plebe! ¡Quién demonios va a querer a un tío normal y
corriente!
Y para entonces ya nos vemos plagados de
contertulios alocados, charlatanes de verborrea fácil, de polémicas
de grado infantil y de lunáticos pregonando sus verdades de
pandereta por todos los antros en forma de canales televisivos. ¿Por
qué? La razón abajo:
Si el atajo más rápido para alcanzar la popularidad es el insulto,
la incorrección o la ordinariez, no hay que avergonzarse en sondearlo.
Quédense con esta frase:
Si una cualidad humana no es exigible para lograr un objetivo
determinado esta paulatinamente se verá devaluada.
Además, para atacar la bonanza de una industria no es necesario
pronunciar palabra ofensiva contra ella, más bien negarla. Ejemplo:
para derrocar la hegemonía imperante de la industria del fútbol sólo
es necesario obviar su existencia. No asistir a partidos, no comentar las jugadas,
etc. Actuando de esa guisa, la práctica excluida de nuestra
comidilla diaria se devalúa hasta virtualmente desaparecer. Dicho
esto, ¿alguno de ustedes es experto en béisbol aquí en España?
¿Fútbol americano? ¿Bobsleigh? ¿Curling quizás?
Profundizando un poco más en el tema, aunque el individuo fetiche
se afanara en lucir un protocolo de conducta modélico, si se vincula
con una industria o gremio donde existen actitudes objetables, en
realidad lo que hace es ampararlas y protegerlas. Y es que uno no
puede pretender formar parte de lo bueno y no de lo malo del ámbito
al que pertenece. Más aún si es una figura destacada, pues en ese
caso es mayor la responsabilidad que se le supone. Formamos parte
indiscernible de aquello en que creemos, seguimos o glorificamos,
para bien y para mal.
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