El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Entrevistas a famosos. Pleitesía. Apuntes de
racismo.
Nuevo ejemplo
revelador de la idiosincrasia del deporte de élite. Los hay por
miles. Lean abajo:
A principios de años aparecía en boca de todos un jugador de color(2)
de un equipo de “hercúleo” nombre, por conducir a casi 200 por hora
en una vía de velocidad limitada, enemistarse con el club, por sus
salidas de tono, etc. A este jugador de nombre “estridrente” por los
méritos obtenidos luego le dedicaron canciones jocosas, múltiples
seguidores le imitaban y le perseguían para abrazarle, eso aparte de
intensa repercusión mediática. También, obviamente, le llovieron
críticas y unos cuantos insultos no lo duden pero es que al final
¡el tipo acaba de ganar una fama inusitada! Además es ducho en
el arte de vocalizar, el tío canta rap, y claro para que el tipo no se sienta
solo, me cuenta un pajarito que el
club fichó a su primo. ¡Será para que formen un sonoro dueto! ¡Viva
el espectáculo! Bah, no hay problema, con un par de golitos se
arregla todo este entuerto. No hay gol que un desaguisado no
arregle.
Casos de atletas excéntricos y maleducados los hay a porrillo. Les
animo a ustedes a que confeccionen una lista clasificada por
deportes. Ejemplo, en fútbol: Gascoigne, Cantona, Cassano, Balotelli,
Miguel, Terry, George Best... En el mundo de la música por ejemplo
la muestra de nombre alcanzaría una longitud considerable. Les dejo
a ustedes la confección de nuevas listas.
(2)
El comentario anterior me viene al pelo para introducir un
comentario sobre el racismo en los eventos deportivos:
"Negro" se entiende, pero prefiero escribirlo aparte y en pequeñito no
sea que por escribir “negro” junto al término “jugador” me
ajusticien verbalmente y me encierren como a Zipi o Zape en una urna
o cuarto plagada de
roedores hambrientos de carne humana. Esta es otra de las idioteces que pululan por
ahí fuera, una sensibilidad infinita para defender ciertos temas,
ninguna para tantos otros. Desde luego que somos unos tipos
equilibrados y coherentes. ¿Si el señorito de color fuera un inculto,
machista
o presentara otros serias "taras de concepción", lo cual es más que frecuente,
habría que amonestarle acaso? No, claro, porque cierto tipo de
“racismo” (discriminación) es considerado tolerable e incluso resulta gracioso.
Por ejemplo, se puede
torpedear todo lo relacionado con la cultura al gusto de consumidor.
Sin límites. Ahora ¡cuidado a quién llamas negro! ¡Será porque la
falta de formación humana o la merma de educación no conllevan
efectos desastrosos! En fin, no sé quién es el auténtico negro en
esta historia. Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Aplicando con coherencia lo que yo llamo cultura del enfrentamiento nos hubiéramos ahorrado cientos de años
de racismo (y machismo también) y hoy se podría disputar un partido de
negros contra blancos igual que se juega uno de rubios contra
morenos. Ni más ni menos. Sin problemas. Desde luego, jamás
hubiéramos llegado a este extremo de imbecilidad absoluta. Los que
presumimos de sentido común y cultura científica no vemos blancos o
negros, vemos personas, ¿sabían ustedes eso? Inviertan un poco más
en estudiar un poco la historia de su propia especie y menos en pegarle un balón y se ahorrarán unos cuantos
disgustos en temas de discriminación y prejuicios. ¡Y esto lo dice
un ex-futbolista!
El racismo se asienta sobre una base cultural y se
alimenta de la ignorancia y de una descuidada formación histórica y científica.
Debido a la supina insolvencia del individuo capitalista
de iluminarse con apuntes de reveladora ciencia,
prefiere ponerle un parche a grandes problemas u ocultarlos
cubriéndolos con bonitos eufemismos. Llamémosle “jugador de color”.
Problema resuelto.
Y por cierto, en el caso de los cánticos e
insultos racistas, hemos de aclarar que aquellos quienes utilizan
sus bocazas como armas reprobatorias
también permiten que estos señores “de color” obtengan cantidades
astronómicas de dinero en concepto de sueldos y publicidad.
¿Preferirán nuestros queridos “bombones” sufrir esa leve o grave
afrenta que ocurre dentro del ámbito del deporte que practican (y
defienden) o quizás escogerían el anonimato, un triste sueldo y
trabajar en un supermercado de reponedores (por decir algo)? Quizás
la mejor opción pasaría por aquella de cambiar su fama por el
anonimato con el complejo fin de tratar de convencer a
la sociedad de que la lectura e instruirse en los deberes cívicos
son pasatiempos tanto o más recomendables que
la práctica deportiva, consejo que seguramente sí ayudaría a paliar los devastadores efectos
que se derivan de los comportamientos racistas.
Pero no, no
los veo defendiendo tal magnífica proyecto. Por tanto todos estos afectados también
deberían entonar el “mea culpa”. Ellos defienden esa
mentalidad y ese modelo de negocio. Que no se quejen. Otros no ganan
ni la infinitésima parte y viven en una situación mucho más
precaria. De nuevo pregunto, ¿quién es el negro en esta historia?
Ellos, como aquellos (los aficionados racistas)
en este contexto son bailarines de una misma coreografía, moviéndose
al compás de la misma composición musical. Si no les gusta la
representación, no pasa nada,
pueden unirse al club de pensadores en activo y abandonar esa dudosa
vía: el fútbol (léase, los deportes). Como opción alternativa, útil pero menos
aleccionadora, alzar la voz y proclamar “¡Menos
dinero para nosotros más para educación!”. No hay cojones.
Quizás después de
todo, los insultos y salmos racistas les parezcan un mal menor
aceptable si se tienen en cuenta las comisiones que van a parar a su
bolsillo por ser parte integrante de un juego donde se prima el forofismo
muy por encima de
la lucidez y el raciocinio. Para erradicar el insulto
desmedido, así como el cántico discriminatorio o racista, que al fin
y al cabo no es más que una variante de un grave insulto, habría que
erradicar el propio fútbol (o cualquier afición de masas) de la sociedad. Pasión, cerrilismo son,
en mayor o menor medida, partes indisolubles de los deportes
(espectáculos) de
masas.
Lo tomas o lo dejas. Y si realmente quieres cambiar las cosas me
temo que, al menos en este caso, mejor desde fuera
que desde dentro.
Toda palabra demasiado crítica con los modelos imperantes se tacha
de ofensa o ataque desestabilizador. Las modas están tan impuestas,
tan impresas y adheridas a las mentes de los lectores y televidentes
que no se discuten provocando en consecuencia que la calidad del pensamiento crítico
decrezca al ritmo que suben los sueldos de los personajes objetivo
del periodismo amarillista, amantes del chisme y el comadreo.
Curiosamente al mismo tiempo que su sueldo aumenta el nuestro
decrece, no olviden esta paradoja.
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