El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Entrevistas a famosos. Pleitesía. Apuntes de
racismo.
En otro orden de cosas, las entrevistas a la mayoría de famosos del
mundo del deporte y del glamour son un ejemplo meridiano de
infantilidad: ninguna pregunta complicada. Si les endosan críticas
estas son tan banales que no llegan ni a rozarles. Por lo demás sólo
complacencia, halago, adoración y pleitesía. Sólo falta que el
entrevistador/a le reverencie, se arrodille sumisamente, le agarre
un pie y le bese uno a uno cada uno de los dedos. Me temo que si el
presentador se atreviera a lanzarle preguntas controvertidas podrían
cesarlo de sus funciones.
Imaginen que las entrevistas a famosillos ya se ponen tensas cuando el periodista tantea terrenos “resbaladizos” como el de la cultura general, temas de actualidad o la lectura de libros. En tal tesitura, al entrevistado se le entrecorta la respiración y trata de salvar la papeleta lo más rápido posible (o escurrir el bulto) para no ahogarse o caer fulminado por la ansiedad y la angustia. Tampoco me imagino a un arriesgado periodista inquiriendo a una modelo o actriz acerca de si su cuerpo es siliconado, configurado por la hábil mano de unos cuantos cirujanos o natural como el yogur Danone. O quizás curioseando acerca del presupuesto que invierte en modelar su cuerpo o en vestuario (miles de euros mensuales en el caso de estrellas de cine), o tratando de averiguar en general si es verdad que despilfarra su dinero adquiriendo caprichos caros (de estos hay unos cuantos, si no todos). Ya de nota sería si accediera a informaciones más íntimas, tales como si ha tenido que ofrecer sexuales para llegar a la cima (la lista contendría bastantes nombres). Menos aún me imagino que en la entrevista surtan temas conflictivos como las crisis o las guerras y se le inste a sugerir alguna propuesta surgida de su teóricamente envidiable intelecto.
En general, los temas candentes ni se tratan o se tratan de paso. No hay que molestar al simulacro de ídolo. A este tipo de personajes no deben encajársele preguntas demasiado complicadas no sea que con la presión se le salte una arteria del sitio o se produzca un apagón en los aledaños de su cerebro. Se armaría una gorda. Y lo de indagar en el tiempo libre de un famoso ya aburre, ya lo sabemos todos: salir con los amigos, ir al cine, viajar, comprarse ropa, un montón de trastos caros, escuchar música o volver al pueblo. ¡Y jugar a la consola, eso que no falte! Si parecen todos generados con el mismo molde. ¿Será el mismo tipo (o tipa) el que aparece en las entrevistas radiofónicas? ¿Serán entrevistas grabadas y repetidas constantemente con la voz cambiada? Son estos misterios sin resolver. Señor Iker Jiménez acuda en mi ayuda por favor.
Peor aún es el caso del actor y eminente cienciólogo Tom Cruise, al que para acceder a una entrevista en su eminente presencia, que seguramente será de lo más breve, hay que pasar por una serie de trabas humillantes. Además, las preguntas deben ser de previo conocimiento del actor, según leí en el libro de Juan Pando, “Hollywood al desnudo”. ¿Por qué?, se preguntará el lector. Porque un desliz en una respuesta de un famoso puede revertir en críticas o un descenso de su popularidad. ¿Tendrán miedo de mostrar su verdadera faz? En cuanto a las modelos ya saben, cuanto menos hablen mejor. La razón es obvia, si hablan corren el riesgo de romper el hechizo que provoca su imponente belleza. "Calladita estás más guapa" dice la sabiduría popular. Y no la inventé yo.
Como ya les dije con anterioridad, encuentro más contenido de valor, más substancia en uno solo de mis libros que en un trillón de entrevistas a famosos. A veces, incluso algunos de los párrafos o aforismos contenidos en sus páginas ha aportado más a mi vida que atender a las palabras o conversaciones de la gran mayoría de nuestros "superhéroes". Cero patatero para todos ellos. La mayoría están mejor calladitos.
El "dictador" Eto'o
Contrario al tono sistemático de preguntas reverenciales les muestro un ejemplo opuesto pero no menos revelador.
A Eto’o, tras la derrota de su
selección ante Senegal por un gol en las eliminatorias de
clasificación para la Copa de Africa 2011 parece que no le sentó
nada bien la pregunta que le lanzó, probablemente con cierta mala
onda, un periodista local en la rueda de prensa posterior al partido
acerca de una relevación general donde Eto’o dejaría de ser el
estandarte nacional después de tal sonoro fracaso. Este portentoso futbolista, autor de la máxima
“trabajo como un negro para ganar como un blanco” se despachó
a gusto en un discurso más propio de un dictador alocado que de una
persona en sus cabales. Se hinchó a repetirle mirándole fijamente a
los ojos que “personas como él no merecían existir”,
jactándose posteriormente de pedir al jefe del redactor su expulsión
inmediata del gremio. Su entrenador que por cierto era el vasco
Javier Clemente, no salía de su asombro dando muestras claras de
estupefacción con sus ojos abiertos como platos.
Aclaremos que esta
salida de tono, de una gravedad extrema, es inhabitual,
probablemente una
excepción en toda regla, pero aún como caso particular lo expongo
porque demuestra muy a las claras que tipos-referencia como él
pueden manejarse como señores omnipotentes, como mandatarios,
jerarcas o lo que les venga en gana ya que les hemos otorgado
galones para ello. No habrá repercusiones, salvo que al “peón” y
atrevido periodista le condenen a las galeras. Si el ex –
barcelonista mañana le da por “matar” a otro jornalero a sueldo
tiene plenos poderes para ejercer su derecho. Otros, miles, correrán
a limpiar su sangre derramada y extirpar las manchas con lejía
Conejo. Ya saben, a los divos preguntas facilitas no sea que se
enfaden, y este enfado se traslade como un virus viral al jefe de su
redacción. Excepcionalmente, si el “inquisidor” lleva la etiqueta de
periodista consagrado (y no corre el riesgo de que le patee el culo
su jefe) entonces no hay problema en lanzarle puyas al ídolo de
marras y que este se las apañe como pueda para salvar la situación.
Por cierto que la máxima anterior en el clima de crisis en la que
vivimos debería ajustarse ligeramente “trabajo la mitad que un
blanco para ganar como mil de ellos juntos”. A fin de cuentas,
¿cuántas horas reales trabaja un futbolista? ¿Y acaso un “blanco”
gana lo que él? No tengo ni idea de a qué blanco se referiría. A mí no me miren.
Además, yo no soy blanco, soy más bien marrón clarito.
Un inciso, esta sección no es siempre aplicable a todo famoso. A los
personajes de revistas como el “Hola” y demás individuos de fútiles
convicciones: en los programas en los que aparecen se derraman
lágrimas, se vierten gritos y se amenaza con uñas afiladas. Vamos,
que los contertulios son capaces de liarse a ostias sin el mediador
no se interpone. La vergüenza no aparece como término reconocido en
sus pírricos vocabularios. ¿Y qué hacemos nosotros al respecto?
Reírles las gracias a todos, que es lo poco y único que sabemos a
hacer.
Nota final:
Por cierto que el señor Eto'o ficho en el 2012 por un equipo ruso de
gran prestigio europeo (es coña). La súperoferta, procedente
de su magnate presidente, asciende a la escalofriante cifra de unos 20 millones de euros por temporada, o sea
unos 3300 millones de las antiguas pesetas. Más de lo que gano yo
en...mmm... dejémoslo. Por cierto, que este jugador negro-que-trabaja-como-un-blanco o mejor, para que nadie se ofenda,
este jugador-de-color-oscuro-que-trabaja-como-un-hombre-marrón-claro ha confirmado que ha aceptado la
oferta porque "le gusta el proyecto deportivo". Claro, sí,
nos lo creemos. En fin, parece que no había manera más
idiota saludable de invertir esa enorme cantidad de
dinero. Por cierto, dos años después, a mediados de marzo de 2014,
el mismo dirigente que apostó por él y por otras grandes figuras,
aburrido por su falta de rendimiento, acabó por malvenderlas y ahora
este ejemplar club ocupa la última posición de la tabla
clasificatoria.
Al final, es triste darse cuenta de que no parece haber un límite
superior en la cantidad de dinero que se utiliza
para invertir en espectáculos circenses y recreos deportivos.
Ni tampoco límite inferior, recortes incluidos, para calibrar un
presupuesto para educación.
En temas tan superfluos e insignificantes como este, cuanto más bajo el
presupuesto mejor, así ahorramos unos cuantos euritos y los
regalamos a cualquier patán, o lo invertimos sabiamente en cualquier
asunto de gran relevancia (no sé, un trasto tecnológico más por
ejemplo). En eso, sí somos unos expertos. ¡Debemos sentirnos
orgullosos, sí señor!
Si la institución educativa fuera un banco, el gobierno no dudaría
en acudir a rescatarlo con un camión cisterna lleno de billetes.
Desafortunadamente, no es este el caso. Luego dicen que los
políticos y los gobiernos se preocupan por las personas. A mí, por
favor, déjenme al margen,
no vaya a ser que sufra el mismo destino que la educación aquí, en
este país de pandereta: en quiebra
y con una crisis galopante.
Prefiero apañarme solito. O irme a Finlandia. Creo que allí
encajaría bien, si no fuera por el idioma tan complicado que
hospedan.
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