El anti-ídolo. Ensayo y crítica sobre los ídolos contemporáneos.
Ídolos insignificantes.
Continuamos con el análisis de la idiosincrasia de los ídolos
contemporáneos.
La ambición por coronar el escalón más alto del pódium de cualquier
especialidad competitiva deriva en otros
efectos colaterales onerosos: resume la potencialidad del individuo a
pequeños rasgos, constriñe su mente y el vertido resultante es un
producto vulgar, de personalidad singularmente sencilla, con vocabularios
raquíticos, poco cultivado, que se comporta en muchas ocasiones de
manera irresponsable, etc. Más aún, cuanto más humilde y más
sencillo, cuanta menos trabajada su personalidad más parece
enaltecerse su persona. Mmm… lo pienso dos veces y corrijo la frase
anterior, no es exacta, se enaltece sin distinción sea un tipo
humilde o prepotente, excéntrico o comedido, callado o procaz,
estrafalario o elegante, la fórmula mágica se
concreta en disponer de una cualidad apreciada por el público que le diferencie
del resto de vulgares y monótonos seres humanos.
Desde luego que no son todos los que carecen de saber estar y/o
preparación académica, pero seamos serios, ¿qué provecho obtienen en
aras del incremento de su fama o su sueldo el hecho de haber
abandonado la escuela antes o después de párvulos o pugnar por
finalizar una carrera universitaria con notas excelentes? Ninguno.
Cero patatero. Que no, que ni Sergio Ramos ni Reyes o Paquirrín van
a un cobrar ni un euro menos por ser más o menos listos.
Siendo exacto y justo, cobrarían
infinitamente menos si se dedicaran a otros menesteres que sí
precisaran de un uso completo de la mente o el juicio. ¿Me equivoco?
Me temo que no.
Un peldaño más arriba en la escalera
que lo aproxime a la cima o perfección significa más para toda la industria que lo involucra que
cualquier acervo de
sabiduría o habilidades disociadas que pueda incluir su
idiosincrasia. En
consecuencia, esa ambición de ser el número uno aniquila toda ambición
por ser algo más. Quien la detente es por puro ego, placer o
aburrimiento (1).
Si el ídolo ya es mucho más, ¿para qué va a querer ser algo más?
Y por supuesto no habrá ningún tipo de presión social que les
invite a modificar un ápice sus planteamientos. Todo el mundo (nosotros) nos
plegaremos de forma amistosa a las reglas expuestas. Y sí, las aceptaremos sin
rechistar. Comprenderemos al final del ensayo cuáles son las principales razones
de este enigmático comportamiento.
Por tanto, no es relevante tampoco si finalizaron estudios
superiores o los abandonaron poco después de repetir varios cursos
en primaria; si son competentes para expresarse con corrección o
carecen de un vocabulario superior a las mil palabras (que
probablemente hilvanen con dificultad); es intrascendente si sus
pasiones se relacionan con la cultura, la filantropía o la pasión
más irracional e inverosímil, tampoco si exhiben un comportamiento
ético o amoral, fuera del ámbito de su competencia... y etcétera
infinito.
Y en prácticamente todos los casos, todos esos lamentables
defectos y actuaciones censurables, en caso de haberlos, no
incidirían más que de manera
residual en un menoscabo de su éxito.
Un héroe sin ideología propia, sin ideas constituye al
paradigma de individuo neutro:
no molesta a nadie, no induce a conflicto o controversia. En este
entramado social, más vale
el esbozo de una amable sonrisa que la insinuación de una crítica
aunque sea constructiva. La crítica no es popular, la risa es
contagiosa, la risa sí es alabada. Mostrar y defender cierto tipo principios
puede desembocar en un rechazo social y generarte adversarios. Mejor sonreír, nunca
criticar y comentar sólo temas banales.
Otro ejemplo ilustrativo que define muy bien los orígenes decadente
civilización de la que formamos parte recae en la figura de George
Best, aclamado futbolista de las islas británicas, que nos dejó
muchas pinceladas literarias de impresionante "agudeza":
En
mi vida he gastado enormes cantidades de dinero en alcohol, drogas y
mujeres. ¿El resto? Lo he despilfarrado.
Sigue siendo un auténtico dios en la mente de muchos aficionados futboleros
mucho después de haber fallecido como consecuencia directa del
ingente consumo de alcohol y su rutina vital errática y dispersa.
Miles y miles de personas poblaron las calles para aclamarle,
reverenciarle y elevarlo al olimpo de los espíritus peloteros.
George Best debió ser ungido y momificado, y finalmente declarado
como patrimonio de la (in?)humanidad. O mejor no, dejémoslo como está.
Resumiendo, si cualquiera decidiera relatar en un libro las sandeces
declaradas por muchos de ellos, éste probablemente contendría tal
número de páginas que si las pusiéramos una encima formarían un
curioso puente que uniría la corteza terrestre con la de nuestro
satélite amigo. Y si pusiéramos todos juntos a sus seguidores (a lo
largo de la historia), la cifra de individuos fácilmente sería
superior al dígito cincuenta de la serie de Fibonacci (ese es un
gran número, le animo a que lo descubra).
En fin Pilarín, la cantidad de estrellas en el firmamento que exhibe
con orgullo un comportamiento descuidado y objetable y que provocan
ceguera en los individuos o los transportan a un estado catatónico
es inconmensurable. Es curioso, pero parece que la mayor
genialidad
suele ir aderezada de una idiosincrasia inusualmente excéntrica.
Dime el tipo de ídolos a los que
sigues y te diré el tipo de persona que eres.
Dime el tipo de ídolos que nos rigen y te diré el tipo de
mundo en que vivimos.
Se podría construir minuciosamente y en poco tiempo un monstruo social que aglutinara decenas de graves defectos y propagara una sola virtud. Este "engendro" encandilará y afectará las vidas de millones de atolondrados seres humanos. Este singular razonamiento parte de la idea de que el espíritu crítico ha sido literalmente degradado a mero comparsa, barrido de la faz de la tierra, para dar paso al único argumento válido que obedece el individuo-masa (o individuo-audiencia): el espectáculo. Sí, la verdad hoy tiene un solo nombre: el espectáculo y sus iconos más representativos son precisamente los generadores de espectáculo.
El Amor, la Razón, el Hombre y la Mujer han Muerto. Demos paso a las verdades de baratillo, a los personajes hilarantes; arrojemos la alfombra roja para honrar la presencia de los ciudadanos-tornillo, del individuo-masa, de aquel que rinde culto al objeto o que reverencia a las mujeres-objeto, a los ideales-objetuales y a sus íconos-peloteros. Uno de los aspirantes, el Dinero ha arrasado en las Votaciones Mundiales y ha sentenciado a Galeras a todos los primeros representantes de la Ley y el Orden. Cada día quedan menos ciudadanos que se enfrenten a Él, que le presenten oposición. En pocos decenios gobernará el orbe de forma dictatorial y absolutista. El objeto (su hijo pródigo), las transacciones en torno a él y sus allegados habrán infectado de manera irreparable los pensamientos de todos los individuos del planeta. Para entonces poco se podrá hacer salvo arrodillarse y rendirle pleitesía.
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