Introducción al proyecto Anti-ídolo. La cultura del enfrentamiento
La cultura del enfrentamiento. En pos de una
nueva educación. Introducción.
Por supuesto esto incluye analizar con minuciosidad nuestras referencias, la de
nuestros modelos, la de esos galanes, que nos embelesan con
imágenes sugerentes, que con su retórica y pomposa jerga dominan las ciudades
interceptando la luz regeneradora que procede de verdades más
genuinas. Ese falso abrigo que no es tal sino un impedimento para
recibir nuevos mensajes y estímulos desde otras fuentes de poder,
menos artificiales, más congruentes con nuestra naturaleza.
Introducción.
Hay un proverbio oriental que dice: “Es absurdo continuar
haciendo siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”
Tras la lectura del anterior aforismo resulta automático llegar
a la conclusión de que para que se consume una transformación
notoria a nivel social, económico, político, espiritual, etc. no
podemos perpetuarnos redundando en
irracionales patrones de conducta o refugiándonos en nuestros
pequeños celdas existenciales
con tal de evitar esclarecer las grandes cuestiones de nuestro tiempo. Tampoco seguir dependiendo únicamente de las eventuales cábalas
procedentes de una ciencia tan inexacta e imprevisible como la
Economía; menos todavía proseguir defendiendo rancias
tradiciones, ensalzando dogmas religiosos sin profundizar en la
veracidad de sus postulados o venerando sin medida a los
omnipresentes ídolos procedentes de las factorías del espectáculo.
Para
obrar un gran cambio, el mundo necesita que todo y cada uno de los
pequeños y grandes individuos
aporte su sapiencia, su valor, su trabajo y también su compasión para progresar hacia una
sociedad más ética y hospitalaria, más desarrollada no sólo en el
aspecto financiero sino también en el humano. Cada uno debe aportar
su granito de arena, su peculiar solución a los males que nos
asolan. Sin duda, la difícil tarea de cambiar el mundo es cosa de
todos y cada uno de nosotros.
Debemos reformular nuestras creencias acondicionando nuestra mente
para asimilar avanzados patrones de pensamiento, corregir las
retrógradas teorías acerca de la educación que parecen más que
evolucionar haber involucionando en los últimos tiempos,
replantearnos el sentido que otorgamos a nuestra existencia en la
tierra; congeniar nuestro natural pero crónico y relamido egoísmo
con la dedicación hacia los demás e implicarnos más en cuestiones que se
relacionen con ese afán rehabilitador, es decir abandonar nuestra
dejadez y cooperar en pos de un progreso conjunto. Debemos armonizar la
evolución tecnológica con nuestro lado más espiritual y afectivo. El
amor, no como un idea conceptual, sino como una aspiración genuina,
más allá de los devaneos frívolos. El amor no domo devoción a un
solo ser, sino como una tendencia a aglutinar tendencias positivas sin
límites. La meta, una vida de hábitos constructivos, de una mayor
conciencia social y en defensa de los valores fundamentales.
En definitiva, los fundamentos de la educación deben ser revisados
concienzudamente. En perspectiva, la aspiración de >nuevo
modelo de ser humano, un nuevo prototipo de hombre y de mujer, cuyo
propósito entre otros sea regular ese carrusel de conductas erráticas
generador de un explosivo cóctel de tóxicos efectos nocivos
(llamémosle el "mal en el mundo") que
abaten la confianza del ciudadano en el futuro de nuestra sociedad
y de nuestra identidad como especie.
La
mayor verdad siempre procede del interior de uno mismo.
Se ha dicho que si la naturaleza humana
llega a cambiar alguna vez será porque aprendamos a vernos nosotros
mismos de una manera nueva.
George A. Miller
La mayor revolución en la historia de la estirpe humana
comenzará cuando cada individuo tenga presente y a su disposición la
información más relevante sobre sí mismo, sobre su
íntima naturaleza.
A partir de ese afortunado día a cada ser humano se le hará
entrega de
herramientas poderosas (p.ej: “la cultura del enfrentamiento”) para
alterar de forma consciente parte de la estructura de su
personalidad, para modelar sus circunstancias vitales de forma
significativa. Sin la ventaja que confiere esta brújula
existencial, los individuos andarán a tientas, a merced del
caprichoso azar, de los tejemanejes de los poderes fácticos;
así, cohesionados como un solo individuo en la masa vociferante
se verán imposibilitados de
liderar una individualidad original, única e irrepetible.
Nuestra piedra Rosetta no se encuentra soterrada bajo las arenas
en algún desierto lejano si no dispersa en cientos de fragmentos en lugares de culto,
esperando a aquel que reúna esos valiosos pedazos y desvele el
secreto de nuestro destino.
Para iniciar el proceso de transformación del
universo visible es necesario comenzar por escrutar en nuestro
fuero interno e iniciar una progresiva y laboriosa tarea de
introspección. Debemos concretar en nuestra idiosincrasia aquellos
valores que queremos que se integren en nuestro paradigma de sociedad,
debemos contener la semilla del nuevo mundo, ese que profundamente
anhelamos, en nuestro corazón.
Pero si uno desconoce los arraigos de su propia naturaleza, ¿cómo
procederá para consumar a tal profunda e íntima revolución?
El único modo que se me ocurre, si no es como consecuencia de una
valerosa iniciativa individual, es a partir de la condensación de un
extraordinario carácter labrado a partir de la superación de cientos de
escollos. El dolor y el fracaso
son algunas de las fuentes más poderosas para alterar manera notoria
el armazón mental y la idiosincrasia de cualquier individuo.
En un estudio de más de 400 celebridades tres
cuartas partes de ellos había tenido que superar en su infancia o
juventud tragedias, discapacidades, traumas y frustraciones. Entre
ellos se encontraba Thomas Edison o Eleanor Roosevelt. La desgracia
a veces es el mayor detonante hacia una cultura de superación. En
efecto, "Lo
que no mata te hace más fuerte".
Información extraída de "La universidad del éxito" de Og
Mandino.
Con la sabiduría aportada por la cultura del enfrentamiento
se puede desplegar en poco tiempo una personalidad rocosa, fuera de lo común,
sin
tener necesariamente que verse afectado por debacles o grandes desilusiones. No
deberíamos necesitar el azote de los avatares de la vida para
encontrar el camino correcto, para ver la luz.
Recuerde esta frase:
El
individuo inteligente aprende de sus propios errores, pero es aquél
de inteligencia superior quien aprende de los errores de los demás.
La cultura, el conocimiento
sobre nosotros mismos debe ser el faro que nos guíe hacia el éxito
en todos los órdenes de la vida: social, espiritual y económico.
Aprenderemos a caer, a levantarnos, a soportar la carga del dolor y
el sufrimiento con estoicismo.
Primera parte.
Antes que nada he de hacerles una revelación que yo creo tan cierta
como que el sol nos alumbra hace más de 4500 millones de años o de
que el universo se expande sobre la nada: todos y cada uno de
ustedes (¡los que no me leen también!) albergan un potencial
interior colosal, no obstante, disponer de una mina de oro en su fuero
interno e ignorar el modo de escarbar hasta extraer sus doradas pepitas tiene el mismo
significado que desconocer su paradero.
Talento de genio no acompañado de estímulos o herramientas para canalizarlo es
talento muerto. Talento que no se trabaja es talento que se estanca. La
genialidad también surge con el trabajo constante, y este atrae a la
fortuna, a la buena suerte y por tanto al éxito.
No les contaré aquello de que sólo utilizamos el 10% de nuestro
cerebro porque esta es una afirmación controvertida y difícilmente
demostrable, pero pueden hacerse una idea aproximada. No importa lo
que les digan, no importa aquello en lo que crean, no importa su
actual situación, no
importa su linaje o condición, si no han alcanzado mayores glorias
en vida, será debido a que no han disfrutado de las mejores
influencias o no han sido agraciados con un entorno favorable. Y
créanme cuando les digo que salvos raros casos, la genética y la
inteligencia tienen un menor peso que el entorno y la motivación
para alcanzar nuestros propósitos.
Un
entorno favorable y la fe en un gran proyecto pueden catapultar a un ser
humano a consumar hazañas increíbles.
Las alianzas con otros individuos o colectivos, especialmente las
más cercanos, junto con los efluvios emanados por el ecosistema en
el que establecemos nuestras rutinas diarias dictarán buena parte de nuestro
porvenir. El genio también se crea desde la nada a partir de una
férrea disciplina de trabajo diario continuado. Al igual que una semilla
que se
riega diariamente con amor puede multiplicar su tamaño miles de
veces, así nosotros también podemos amplificar nuestras facultades
en un factor exponencial.
Pero sin ahondar en los efectos de la genética o la mano mágica o
perversa del azar, necesitamos estímulos, incentivos. En una palabra:
detonantes.
Necesitamos guías que nos lleven en volandas, personas con
experiencia que nos aconsejen, que nos colmen con su sabiduría, que nos
adviertan de los peligros de adquirir uno u otro hábito, que nos habiliten
para extraer poco a poco esa caudal de energía almacenada al que llamamos
potencia vital. Necesitamos un período de formación para alcanzar una mínima
independencia y así, mas tarde, enfilarnos por los caminos de la virtud sin
las muletas que suponen el apoyo incondicional de nuestros mentores. Salvo
lúcidas excepciones, el 99.9% de los individuos sólo sacará a relucir una
pequeña parte de su nivel teórico de competencia. Para alcanzar el máximo
habría que ejercitar cuerpo y mente de forma constante y reiterada durante
años. Incluso genios tales como Newton o Einstein, seres humanos
excepcionales que sorprendieron al mundo de la ciencia con la elaboración de
teorías que transformaron la comprensión humana sobre cuestiones elementales
de la física se elevaron sobre la mediocridad a base de un largo, minucioso
y farragoso proceso de observación, formulación de hipótesis y análisis de
resultados. Hasta el más superdotado de los seres humanos que habitó la
tierra necesitó una prodigioso esfuerzo de interacción con el medio para
lograr metas de relumbrón.
De cualquier experimento bien fundamentado siempre
se extrae una conclusión reveladora, aunque esta no coincida con la
esperada, al menos obtendremos una respuesta clarificadora a un
dilema vital.
Segunda parte
Nuestro talento se desperdicia como aguas de un arroyo, áreas de
nuestra personalidad permanecen vírgenes, otras potenciales
facultades seguirán inexploradas porque nunca hallamos el coraje para
exponernos al riesgo del cambio, para someternos a una dinámica de
acción continua. Tenemos miedo de rebuscar en nuestro fuero interno, de
formularnos preguntas complejas, esperando que las resoluciones de
ese debate interno nos conexione
con un porvenir más halagüeño.
Para reunir todas las piezas de ese
rompecabezas que constituye nuestro inherente potencial necesitamos
realizar esfuerzos constantes de prueba y error. Al final, con los años y una
perenne constancia, desvelaremos el mágico puzzle: nuestra imagen interior.
Somos una pequeña obra de arte que se va modelando con cada
pincelada, con cada acto o decisión tomada.
No hay nadie lo suficientemente culto o capacitado para responder
qué es lo máximo que podría obtener un ser humano con un entorno
favorable y una extraordinaria instrucción... por el mero hecho de
que habría que analizar con minuciosidad
qué es exactamente un entorno favorable o cuál es la definición de
"la mejor instrucción".
No
debemos permitir que el traicionero azar tome el timón, somos nosotros quienes debemos encajarnos bien los estribos para
mantenernos firmes sobre el lomo del corcel (metáfora de la vida) y
aprender a llevar las riendas para conducirnos en dirección al horizonte
imaginado.
Esta mentalidad de humanismo nihilista y espurio nos ha relegado a
la categoría de simples peones, tipos recogidos en rincones discretos, seres
carentes de pensamientos originales, carentes de grandes ideales;
pequeños individuos
liderados, abducidos mas bien por ídolos absurdos, egoístas y con
afanes
arbitrarios. Nadie debería poner límites a nuestra ambición, siempre
que se muestre sana y saludable, sólo advertirnos de los peligros y
las dificultades que entraña nuestro proyecto vital.
La fe en un gran ideal requiere dedicar un plazo de tiempo para
reordenar nuestras preferencias,
para entender quiénes somos, para averiguar a quién debemos acudir
en pos de consejo. Esa decisión constituye el primer escalón en la
escalera que nos lleve hasta un alto nivel de excelencia.
Súbete
a los lomos de grandes hombres y mujeres y contemplarás el universo con los ojos de un gigante.
Cuando inicien el proceso de formularse preguntas
trascendentes y pugnen por encontrar respuestas satisfactorias, cuando empiecen
a desafiar y reflexionar sobre cada ley, argumento, ídolo o dogma
supuestamente incuestionable o irrebatible, tercos y obstinados en arrojar luz sobre
la oscuridad, sobre su natural ignorancia, entonces, queridos
lectores, iniciarán un
proceso fascinante e interminable, el de desentrañar los secretos
que la vida nos propone, para aventurarse hacia el fondo de su ser,
un lugar desde donde podrán
subyugar paulatinamente sus aprensiones, o derrotar ese, nuestro
perenne sentido de insignificancia. Acciones estas que constituyen un acicate para
adornarse con un crecimiento sin límites.
lograrán que su nombre quede inscrito con una placa en letras de oro
dentro del conjunto de los seres humanos dejando como legado el
recuerdo de su fe,
de su convicción, de sus valerosas acciones y sus grandilocuentes
palabras. El recuerdo de su alma inmortal
conmoverá a millones de personas.
Así, poco a poco verán emerger esa enorme
brío desde lo más hondo
de las entrañas reduciendo a cenizas sus antiguas y
obsoletas expectativas. A medida que la tierra vaya abriéndose a su
paso, y por el mero de hecho de haber desafiado a
todo perturbador condicionante, por no haberse dejado manejar por
fuerzas oscuras externas y represivas, por haberse apartado del
mundanal ruido y haber entregado su vida a la fe en unos grandes
ideales,
Una vida con sentido:
Una
vida sin examen no merece ser vivida.
Sócrates
Quien
no alberga la voluntad ni la valentía de intentar conocerse a sí mismo
realizando un ejercicio periódico de introspección, no hallará el
significado último de su propia naturaleza. Terminará conduciéndose
como un autómata en una existencia superficial, sin valores,
dirigido por ideas y opiniones prestadas, en una vida carente de
originalidad, de
sentido. En resumen, en una vida que no merece la pena ser vivida.
Una meta en la vida.
Un hombre tiene que saber adónde quiere ir, si es que pretende
llegar a alguna parte. Sin embargo, ¡es tan cómodo dejarse llevar,
dejar que los demás reflexionen por nosotros! Algunas
personas pasan por la escuela como si le estuvieran haciendo un
favor a sus familia. En el trabajo siguen el ritmo que le marcan y
sólo se preocupan por cobrar a fin de mes. Carecen de grandes
objetivos. Las
personas que se mueven y hacen cosas son las que sacan el máximo de
provecho de cualquier situación. Están preparados para el siguiente
imprevisto que aparezca en el camino hacia la meta. Saben lo que
quieren y están dispuestos a caminar un kilómetro más.
William Mennnger.
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