Los dos halcones
Los dos halcones.
Un rey recibió como obsequio dos pichones de
halcón y los entregó al maestro de cetrería para
que los entrenara. Pasados unos meses, el
instructor le comunicó que uno de los halcones
estaba perfectamente educado, pero que no
sabía qué le sucedía al otro: no se había movido
de la rama desde el día de su llegada a palacio,
e incluso había que llevarle el alimento hasta
allí.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores
de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al
ave. Encargó entonces la misión a miembros de
la corte, pero nada sucedió; por la ventana de
sus habitaciones, el monarca veía que el pájaro
continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando
entre sus súbditos solicitando ayuda, y a la
mañana siguiente vio al halcón volar ágilmente
por los jardines.
—Traedme al autor de ese milagro —dijo.
En seguida le presentaron a un campesino.
—¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo lograste?
¿Eres mago, acaso?
Entre feliz e intimidado, el hombrecito explicó:
—No fue difícil, Su Alteza: sólo corté la
rama. El pájaro se dio cuenta de que tenía alas
y se lanzó a volar.
"Así somos los seres humanos. Estamos atados al pasado y al presente porque no nos hemos dado cuenta de que tenemos el poder de volar y buscar nuestro verdadero destino. Algunos tienen el privilegio de que algún acontecimiento rompa la rama de la costumbre, de la seguridad. Sólo entonces se dan cuenta de que son superiores a las circunstancias. En muchas ocasiones lo tenemos todo y no logramos vivir plenamente; quizá es necesario que alguien nos corte la rama para que podamos arriesgarnos al vuelo. A veces las cosas inesperadas y que en principio parecen negativas son verdaderas bendiciones."
Contribución de Arturo Dueñas, 24 de noviembre de 2001.
Fuente: Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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