Los ensayos
Los ensayos.
Con este título me refiero a todos los ensayos y también libros de temática
diversa leídos con avidez en los
últimos años y que
sirvieron como lanzadera para emprender este proyecto personal. Realmente con
ensayos incluyo a todas las obras de divulgación y de carácter crítico con la
sociedad.
Versaban sobre
todos los aspectos de la naturaleza humana: psicología en general o específica, autoestima, depresión, ansiedad, liderazgo, éxito, historia de
la ciencia, de la filosofía o de la religión, feminismo, antropología, efectos
de las drogas, problemas medioambientales y desarrollo sostenible, sociopolítica, la evolución
y estructura del universo, física cuántica y molecular,
estudios sobre la violencia y agresividad humana, sobre el significado de la libertad, conflictos
sociales, discriminación racial, artículos costumbristas, historia del
pensamiento humano (filosofía), etología o estudio del comportamiento animal,
nutrición y dietas, economía y finanzas, los efectos de la globalización
o de la publicidad, etc. Un compendio de libros que compone un material terriblemente
demostrativo y categórico
sobre las connotaciones más singulares de la condición humana, sobre sus
orígenes, su evolución, sus misterios, sus peculiaridades, su relación con el
entorno, sobre el progreso del
raciocinio. Un material que desvela con intensa luz las entrañas de
nuestra existencia compleja, ofreciendo explicaciones objetivas a los acontecimientos
acaecidos durante cada época.
Imagínese.
Imagínese situado en una altísima torre vigía observando cómo se van pergeñando
los entramados sociales, como se construyen o derruyen las estructuras de
pensamiento, las costumbres o las leyes a través de los eones. Escrutando acontecimientos con sus ojos curiosos, gigantescos. Como ojos que
todo lo ven, que todo lo captan.
Imagínese a los mandos de una máquina transgresora del tiempo que le permite
volatilizar su época para trasladarle con insólita presteza a siglos enterrados
en el pasado desempolvando vetustos hábitos y actitudes; imagínese en el epicentro de una batalla
sangrienta donde se desencadenan violentos avatares, contemplando los miembros
de los aguerridos contendientes vibrar y desparramarse a pedazos; imagínese
sondeando el cuerpo humano interior, bañado de espesa sangre circulante, comprobando in
situ el correcto funcionamiento cada órgano, acariciando cada enzima o
mitocondria, sintiendo el cotidiano fluir y disgregación de las célula; imagínese captando pensamientos cual valeroso explorador con
su diminuta cámara confinado en los recónditos parajes de la mente humana; imagínese
surcando bravíos mares compuestos por grises neuronas,
sorteando con pericia las olas alevosas de sus descargas sinápticas.
Imagínese como
el ropaje del
héroe, dios emancipado sobre la vulgaridad, al que le rinden tributos por ser portador de la
daga del triunfo,
rememorado por sus gloriosas hazañas; o como el villano terrible, el Atila
hercúleo, destructor, laureado con la sangre de miles de atroces ejecuciones; como el conquistador Alejandro Magno, alzando impertérrito sus brazos al cielo como deseando abarcar la extensión de sus dominios allende los mares y cordilleras; imagínese
con aspiraciones de Einstein propagando sus miembros hasta los límites del
universo conocido, extrayendo como colofón al viaje unas simples, bellas y
reveladoras ecuaciones; imagínese ante la excitación de un gran descubrimiento
vital que afecte a las generaciones venideras; imagínese como un rebelde
ajusticiando teorías retrógradas; imagínese inmortal, liviano y ligero como una
hoja marchita, sólo consciencia sin injerencia física; imagínese más allá de las
cumbres y restricciones dimensionales como un alma extática que transcurre
desligada de los designios del tiempo.
Ahora examínese a sí mismo, examínese desde el compendio de diferentes perspectivas adquiridas, válidas,
inexactas o crueles, benévolas, pasivas o indiferentes; examínese, contémplese,
reaccione tras asimilar los miles de relatos descritos en los ensayos, sujétese para no caer en la
ofuscación. Manténgase firme, escuche, recuerde los latidos de cada ser
mitificado o sencillo ignorado, divague sobre sus motivaciones, analice el
compendio de situaciones,
ocupe su lugar, decida con su nuevo y más formado criterio qué vencedores merecen el reconocimiento de tal
apelativo, decida si no fueron los perdedores las grietas por las que la
esperanza se malograba.
Imagínese como un simple pueblerino, habitante de una época lejana, que se inmiscuye como confidente en
tiempos de hedor intelectual, que transita sus vaporosas calles y aspira sin
querer el hedor de los excrementos vertidos,
que inhala sin pudor sus dogmas o credos, que corretea por grandes latifundios hundiendo
sus pies semidesnudos en el verdor de la hierba
fresca. Imagínese ante el lento transcurrir de los siglos, testigo de relaciones
amistosas entre
hombres y mujeres pero también espectador privilegiado de las zarpas del odio, de
las frías brumas del desprecio, comensal de los caldos vertidos por los
fanatismos
religioso, azotado por las secuelas de los enfrentamientos sanguinarios entre países. Imagínese salvando la vida de un solo niño,
contemple su rostro iluminado, radiante de agradecimiento; imagínese a una mujer
desvalida a la que socorre de las terribles fauces de la marginación. Ella, sí, pobre mujer, que le mira fijamente con sus ojos profundos
y demacrados y repite bendecida por la mano misericordiosa. "Gracias, nunca te olvidaré."
Imagínese que la tierra es engullida millones de años después
por el sol en un mastodóntico espasmo, que el universo conocido adquiere el capricho de contraerse reduciéndose todo axioma físico a un punto misterioso y fluctuante, a
una cósmica singularidad.
Todo fin y todo principio.
Imagínese como apuntador en el crudo escenario donde se desarrolla la condición
humana. Emita sus opiniones, sus veredictos.
Imagínese que cada uno de ellos, grandes y pequeños hombres le revelan el
secreto de su humana condición, el epílogo a su existencia. Se lo entregan mirándole fijamente con sus agrietados
rostros, a punto de
concluir su pena. Coloca todas estas magníficas revelaciones apiladas sobre las
estanterías cuidadosamente ordenadas según diferentes criterios. Su casa ahora se ve llena de cientos
de reveladores manuscritos escritos con la sangre de miles de individuos. La mayoría
albergan contenidos
demoledores y a la vez esperanzadores. Cada noche, a la luz de la tibieza del foco protector, los escruta con
sigilo, sondeando cada palabra con el fin de alcanzar el significado de la
existencia misma. El secreto de la naturaleza humana.
Albérguelos en su corazón. Imagínese que
solicitan su ayuda con sus manos cortadas, imagínese los pensamientos que el
condenado le transfiere "no permitas que se repita la injusticia". Imagínese que se enfrenta al dilema de huir o salvar
vidas. Imagínese...
Resumen.
Sí, son ensayos, apuntes, fragmentos de nuestra todavía reciente historia, revelaciones
turbadoras de millones de almas humanas, ecos de tiempos
postergados. Nuestras raíces. Si no aprendemos de nuestros errores nos sumiremos
en un bucle sin retorno, en las vorágines de los círculos viciosos, en el caos de la repetición: paz, muerte, guerra, paz...
Allí encontré respuestas a los orígenes de nuestra
naturaleza. Nosotros construimos la historia cada día con nuestras actitudes y
creo que es misión de unos pocos, orientar la nueva historia del hombre por
nuevos caminos de paz y mayor prosperidad espiritual (sin menospreciar la
inestimable aportación de la tecnología). Si ustedes no se consideran preparados,
deberían apoyar a quienes sí estén por la labor. No andamos sobrados de
individuos con ideales. Más bien al contrario.
Contacto y comentarios
Puedes comentar este texto aquí: Comentarios
También puedes contactar con el administrador en este enlace: Contacto