Aprenda a fracasar. Empiece a actuar.
Aprenda a fracasar. Empiece a actuar.
Introducción
Desgraciado el que no ha conocido la desdicha.
El hombre
fuerte crea sus acontecimientos; el débil sufre los que le impone el destino.
Alfred de Vigny
Tener el
carácter firme es tener una larga y sólida experiencia de desengaños,
fracasos y pérdidas.
No es la persona crítica la que vale, aquella que se fija en cómo un hombre fuerte se tambalea, o en cómo el que obtiene logros podría haberlo hecho aún mejor. El que merece que se le crea es el hombre que actúa, aquél que tiene el rostro sucio de polvo, sudor y sangre, aquél que lucha valerosamente, que se equivoca y que se queda corto una y otra vez; que conoce el entusiasmo y la gran dedicación y se desgasta en una causa digna; quien, en el mejor de los casos, conoce finalmente la victoria del gran logro; quien, en el peor de los casos, si fracasa, al menos ha fracasado habiendo hecho gala de una gran osadía, de tal forma que su sitio nunca estará entre el de esos espíritus fríos y tímidos que no conocen ni la victoria ni la derrota.
TEODORO ROOSVELT.
Primera parte
No hay individuo más pusilánime que aquel pasivo, indiferente ante todo
estímulo exterior, el que opta por eludir sus responsabilidades que le
atañen como persona, aquél que siendo testigo de injusticias enmudece o
huye, el que permanece impávido contemplando el sufrimiento humano sin
ofrecer una mano solidaria, el que nunca fue capaz de sublevarse por temor
al que dirán, el que asume cualquier dogma sin someterlo a análisis, el que
secunda cualquier moda únicamente por mantenerse fiel al rebaño. Desgraciado
el que no ha sido azotado por la desdicha pues todavía no ha empezado a
vivir. Y desgraciado el débil porque ya sufre de temor. Y
cuanto más rehúye más responsabilidades, de más temores hace acopio.
De los hombres ilustres de los que tenemos reseña en los libros, la mayoría
de ellos progresaron sobre los cimientos de sus fracasos, de sus desdichas y son innumerables
los casos de personajes que gracias a su tesón y confianza en sí mismos
lograron cotas impensables de excelencia.
Recuerdos innumerables poseo cuya impresiones aún permanecen patentes en mi
memoria, desde personas con severas discapacidades físicas coronando cumbres
montañosas, inaccesibles para la mayoría de mortales; madres de familia
solteras con recursos exiguos sacando varios hijos adelante y educándolos
con amor, rigor y coherencia. Recuerdo el caso de un fumador empedernido con
graves problemas de salud que aleccionado por sus familiares y ante un
ultimátum médico fue capaz de abandonar el dichoso vicio y decidió
regenerarse corriendo. Varios años de dedicación y constantes entrenamientos
se inició en el duro reto de terminar maratones. La última noticia que tengo
es que llegó a concluir varias decenas en un mismo año. Y con registros más
que notables.
Otro caso ampliamente difundido por la fama que arrastra es la de cierto
deportista que superó un cáncer para retornar y retomar la senda del triunfo
(¿no asociarían este ejemplo a un heptacampeón ciclista?). Otros casos
extraordinarios dignos de aplauso: personas de color en sociedades racistas
se imponen con inteligencia y sacrificio, demostrando que no existen razas
débiles sino clases y modelos de opresión que no permiten emanciparse a un
grupo determinado de colectivos. Son casos poco habituales, grandes muestras
de tesón y voluntad al fin y al cabo. Ejemplos si no tan destacados, de
talante similar los puede encontrar en su ámbito local: amigos, conocidos,
etc.
A menos que creáis en vosotros mismos, nadie lo hará; este es el consejo que
conduce al éxito.
John D. Rockefeller
La confianza en sí mismo es el primer secreto del éxito.
Ralph W. Emerson
No debemos esperar a que los demás se decidan a confiar en nosotros, de
hecho "si tú no confías en ti, ¿quién lo va a hacer?". Recuérdalo,
tú eres la respuesta, el origen de todos tus éxitos y fracasos. Sin embargo es cierto que en infinidad de
ocasiones las palabras y estímulos de una cara conocida o influyente nos
alivia sobremanera, ¿verdad? No hay hombre que no haya necesitado consejo,
sugerencias o críticas de un pariente cercano o progenitor para salir a
flote o para triunfar en cualquier empresa que se propusiera.
No puedes
esperar a que la vida te quiera. Empieza tú por mostrarle una sonrisa a la
vida. Al final, ella te la devolverá con creces.
Aprender a fracasar sólo significa agarrar la vida por las manos y hacer uso
de ella. Por cada fracaso sufrido, debemos reflexionar para extraer una
conclusión positiva. Este lento y duro proceso de retroalimentación es
condición sine qua non (indispensable) para adquirir un mayor dominio
y superioridad en cualquier situación peliaguda que se nos presente. Quizás
no nos resulte fácil al principio, pero a la larga toda herida, toda
dolorosa llaga en la piel fortifica el carácter.
¿La vida es
dura? La vida es dura en función de lo duros que seamos nosotros.
El éxito está detrás del trabajo y del sacrificio y luego está el talento.
Antonio Banderas
No insinúo que los pasos al frente se deban ejecutar por el mero
amor a la acción, pero en ocasiones no nos queda otra que apostar fuerte
para obtener resultados significativos. Y no me refiero a jugarse el físico
o apostar nuestra salud en el empeño, sino a afrontar riesgos controlados.
Riesgos meditados. Emprender cualquier acción significa asumir un riesgo.
Estudiar acarrea el riesgo de suspender. Practicar algún deporte lleva
implícito el hecho de sufrir la decepción de la pérdida de partidos, o peor,
de lesionarse. Plantear la opción de mantener una relación a un amigo
conlleva un riesgo en ocasiones duro de asumir: el de ser rechazado. Siempre
que te comprometes en alcanzar un ideal, ese compromiso íntimo genera una
incertidumbre que puede derivar en derrota o insatisfacción.
La sencilla idea de establecerse metas tiene tintes realmente emocionantes:
puedes triunfar, saborear las mieles de la gloria o sucumbir de manera
triste o peor, humillante. Si siempre obtuviéramos la victoria, el juego de
la vida perdería todo su interés, todo su intríngulis. Ese necesario bombeo
de adrenalina que se genera al llevar a cabo una acción de la cual
desconocemos su desenlace nos mantiene ojo avizor y permite
desdoblarnos de ese ser lánguido y rutinario, adquiriendo un distintivo
personal más valiente. Más heroico.
Obsérvese en la derrota y asuma las consecuencias. Obsérvese en la victoria y
valore la recompensa obtenida. Coloque en una balanza la representación de ambos
desenlaces. Sopese los pros y contras y decida si la apuesta es merecedora de un
plan de acción. Planee una estrategia.
¡Qué
sería la vida sin la sal de los pequeños fracasos y frustraciones!
No debemos
tener miedo a fracasar, sino a no intentarlo. No hay mayor fracaso que no
intentarlo.
No se sale adelante celebrando éxitos sino superando fracasos.
Orison
S. Marden
Puede recluirse tras las barreras, protegerse ante toda dificultad,
evitando salir al ruedo (metáfora del mundo) si lo prefiere, pero tales
comportamientos timoratos no son propios de individuos seguidores de esta
filosofía.
Han de saber que las personas que prefieren no exponerse a ninguna situación
comprometedora, para simplemente dejarse llevar y "disfrutar" de una
existencia liviana y rutinaria acaban ineludiblemente por sufrir por penas
sin importancia, "he suspendido un examen", "¿por qué no tengo la
misma suerte que los demás?", "seguro que no me aceptan a mí". El
problema de los débiles de carácter es que se angustian por percances
insignificantes. Los fuertes, en cambio, toleran estoicamente esos nimios
padecimientos sin apenas inmutarse, es más se liberan de ellos, y sólo son
afectados por contratiempos de mayor calibre, aquellos que sólo ocurren muy de
tarde en tarde. Debido a ello adquieren una mayor disponibilidad para
afrontar metas (riesgos) más elevadas, aparte que su estado de bienestar se
ve muy infrecuentemente alterado.
Todo
esfuerzo es un éxito.
A. Bessières
Todo
esfuerzo estimula el carácter. No olvide esta sentencia. Si desea tener un
fuerte carácter: ¡esfuércese!
Nunca las penas insignificantes y los miedo deben resultar un lastre que
dificulten la acción. No hay persona que no se sienta en inferioridad ante
alguna circunstancia, es decir todos sin excepción sufrimos de algún temor,
pero la angustia o impotencia de sentirse en desventaja no puede acechar
sobre nuestras cabezas como aves de mal agüero impidiéndonos avanzar en pos
de la victoria. La única conclusión a esta disyuntiva es: si nosotros no nos
revolvemos con fiereza contra nuestros miedos, defectos, debilidades o
apatía cargaremos con ese estigma de servidumbre durante toda nuestra
existencia.
Prefiero
un gran fracaso (del que me pueda recuperar) que cien pequeños éxitos,
porque el gran fracaso sólo lo cometen los que han llegado a la cima.
Hay quien,
ufano, afirma no tener miedo a nada. Solo alguien muy inconsciente o
ignorante puede declararse ajeno a todo temor. Desconfíe. Tal individuo
simplemente no se ha enfrentado a ningún enemigo o tarea de consideración.
Prefiero formar parte de aquel equipo que perdió una gran final por goleada
antes que ser un componente destacado de aquel otro que obtuvo el liderato
final en una liga menor. La grandeza de carácter lleva implícito sensaciones
de un orden superior: éxitos multitudinarios, respeto, adulación. Pero
cuidado, el vasto territorio conquistado por el tipo exitoso se ve
frecuentemente infestado por buitres y roedores, los cuales harán gala de
sus defectos capitales para derruirle. Los éxitos desatan la envidia y la
crítica subjetiva de nuestros semejantes. El conocimiento del medio, un
tanto de psicología y el autocontrol se antojan imprescindibles llegados a
este tumultuoso escenario. ¿Está su corazón preparado para desenvolverse en
situaciones donde se requiera temple y autoridad? ¿Desearía la oportunidad
de instruirse para tales menesteres? ¿O prefiere permanecer cómodamente
sentado en el andén de aquella estación viendo detenerse y partir los trenes
una y otra vez sin intención de subirse a alguno de ellos para al menos
averiguar qué se esconde tras el horizonte, más allá de las vías férreas?
Si hubiera puesto pie en cada uno de los destinos, quizás alguno de ellos le
hubiera cautivado de tal modo como para cambiar de residencia temporal o
permanentemente. ¡Quién sabe! Ahora sólo le queda aferrarse a la perspectiva de
un único lugar, de un único paisaje, de un único modelo de vida.
El carácter no lo moldea el asueto y la inactividad de un día tranquilo, sino
que las muescas o triunfos del carácter se conforman rastreando los límites de
nuestra solvencia intelectual y aptitudes físicas. Cada vez que nos situamos
sobre la línea que divide lo factible de lo inalcanzable, esta se amplía como
dejando entrever que nuestro potencial es como un niño en pañales que sólo conoce lo
que se le enseña. Es por ello que es preciso creer en uno mismo y educarse en el
esfuerzo diario continuo, retándose en pruebas diarias para extender esa línea
muchos metros más allá del horizonte conocido. Lo diré y lo repetiré un millón
de veces si es necesario: "nuestro potencial es sin duda ilimitado".
El carácter
y la confianza en uno mismo conforman más de la mitad del triunfo.
Segunda parte. La voz interior.
¿Nunca han escuchado esa susurrante voz interior que resuena intimidante en
situaciones de indecisión o incertidumbre? A las personas con poca confianza o
experiencia les torturará frecuentemente con susurros negativos: "Vas a hacer
el ridículo", "Meterás la pata y te avergonzarás", "Hay otros
mejor preparados", "No lo intentes", "No puedes hacerlo", "Se
irá con otro", etc.
Maldita vocecilla. ¿No que esa voz que les arengara con oraciones estimulantes
del tipo "Lo vas a conseguir", "Te recuperarás de esta sin problemas",
"Tú puedes hacerlo", "Si no te quiere, te buscarás otra mejor y en paz"?
¡Eso sería sin duda preferible!
Sería como tener un amigo inconsciente, un duendecillo o amiguito alojado en las
entrañas, siempre despierto para tenderte una mano. Alguien que confía en ti,
que te desea la mejor de las suertes. Eres tú mismo: la voz de la experiencia.
El reflejo interno de tu personalidad. Sería estupendo que ese algo o alguien te
auxiliara en situaciones de apuro. Que no dudara en acompañarte en los
malos momentos. Porque en los buenos, ¡quién necesita de palabras de ánimo!
En mi caso, con esta filosofía de enfrentamiento y adquisición de conocimiento
"valioso", la voz se volvió tan generosa que a veces incluso resultaba
exageradamente alentadora. Mi autoestima se había acrecentado de forma tan
considerable que aniquiló literalmente uno de los rostros oscuros del
duendecillo: ese negador de posibilidades que nos impide valorar las cosas con
objetividad, que nos sume en un estado permanente de temor al "qué dirán" o "qué
ocurrirá".
Lo que sí puedo afirmar es que cuando me siento decaído (rara vez ocurre), esa
voz, ya curtida en muchas batallas me alienta, recordándome antiguos signos de
resurrección. No permite que me incomode por pequeñas incidencias negativas,
discusiones, lesiones, robos de objetos, malas relaciones con personas, etc. La
voz, el recuerdo e incluso la indeleble presencia de tanto modelo luchador se
aferró en mí, y llevo en parte ese estigma interior que me conmina a minimizar
toda dolencia y encarar el frente con la cabeza alta y un bendito optimismo. En
los malos momentos, evoco la presencia de cientos de personas que, en
situaciones duras o críticas, tuvieron el arrojo de someter a sus demonios. Así,
comparo sus situaciones con la mía y la voz interior me alivia con sus
declaraciones: "No te quejes: a ti no te pasa nada". Y suele darme
resultado.
Conclusiones. Consejos.
Establezca metas y objetivos de diferente dificultad, a corto y largo plazo que le satisfagan. Ejercítese y logre pequeños triunfos que modelen su carácter. Renuévelos y revíselos periódicamente.
Lleve una vida activa y desarrolle su curiosidad. Apúntese a cursos, lea libros estimulantes, reúnase con gente interesante. ¡Invierta en sí mismo!
No tenga miedo al fracaso, recuerde siempre que un fracasado se sitúa un escalón por encima de un individuo pasivo, que no ha intentado nada.
Reflexione sobre sus tropiezos o decepciones. Extraiga conclusiones que le permitan crecer.
No permita que los éxitos se le suban a la cabeza. Sea humilde.
Recuerde que no todo éxito significa felicidad a largo plazo ni todo fracaso significa que usted esté equivocado. Con el tiempo lo averiguará.
Debe saber también que un carácter no se forja de la noche a la mañana. Cuesta años. Tenga paciencia.
Muchos días le asaltarán pensamientos negativos como que todo el esfuerzo no vale la pena. Que no progresa. A todos nos ha pasado. Pero si se esfuerza con inteligencia, le aseguro que todo ejercicio de voluntad al fina da sus frutos. En otro caso, prepara el carácter para nuevos objetivos.
A veces abandonar no significa más que emprender nuevos retos. Si un camino lo cree cerrado, abra usted uno nuevo. Un fracaso puede abrirle la mente y llevarle a un nuevo estilo de vida más satisfactorio.
Confíe su carácter a éxitos no sólo a corto plazo, si no también a largo plazo.
Viva y disfrute el momento. Pero no hipoteque su futuro por los placeres efímeros.
No se deje vencer. A veces la línea de meta o el alcance de un objetivo está tan cerca y no nos damos cuenta.
La costumbre crea hábitos, y los hábitos y rutinas adquiridos no suelen suponer grande esfuerzo de realizar. Adquiera hábitos de conducta formativos: deporte, lectura, relaciones sociales, etc.
Recuerde que nosotros confiamos en usted. Que sus
intentos aun fracasando son semillas del porvenir de una nueva sociedad. Y
si no quiere crear en una idea grande como la sociedad, simplemente crea en
sí mismo. Al final, si usted progresa, la sociedad progresará con usted.
¿Que no logra orientar su vida adecuadamente? Pásese por el foro y busque
ayuda en alguno de nuestros colaboradores. Exponga su problema y verá como
encuentra alguien en su misma situación. Y si triunfa... ¡transmítanos sus
pequeñas hazañas para que podamos enmarcarlos en este portal! ¡Estaremos
encantados de hacerlo! Recuerde que su triunfo es nuestro triunfo.
Algunas frases inspiradoras.
Perder o
fracasar enseña al hombre algo que todavía desconocía y que debía aprender.
Paulo Coelho
Nuestros fracasos son a veces más fructíferos que los éxitos.
Henry Ford
Cáete siete
veces pero levántate ocho.
Los pequeños hombres echan la culpa a los demás o a la mala suerte de sus
derrotas.
Los hombres con carácter aprenden de sus errores y asumen sus
responsabilidades y progresan sobre esa base.
Los grandes hombres no sólo se culpan de sus propios errores sino también de
las de la sociedad en la que viven: 'Debería haber mucho más para que ello
no ocurriera. Me siento responsable' "
El azar modela el futuro de los pequeños hombres.
Los hombres con carácter modelan su propio destino.
Los grandes hombres modelan su propio destino y el de la sociedad en que
viven.
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