Influencia de la publicidad (3)
	
	
	 Influencia de la publicidad (3)
 
	Influencia de la publicidad (3)
	
	
	Texto:
	
	http://www.ennaranja.com/economia-facil/por-que-acabamos-picando-en-la-trampa-de-la-publicidad 
	
	
	Estás en la cola del supermercado, tienes ganas de llegar a 
				casa, pero la cajera parece haberos tomado cariño a todos y no 
				os deja avanzar. Miras a tu alrededor y caes en la compra por 
				impulso pese a tener clarísimo que ni querías esa bolsa de 
				gominolas ni te hacía falta comerlas, que precisamente salimos 
				de las fiestas navideñas y lo que te convendría sería perder un 
				par de kilos.
		
				¿Qué ha pasado? Sabías perfectamente que el orden en un 
				supermercado es una estrategia de venta más, y además no tenías 
				ni hambre. Ah, pero por ahí hay alguien que lleva mucho tiempo 
				trabajando con tus neuronas para que al hacer cola tuvieras 
				ganas de gastar ese dinero en ese producto pese a tus 
				reticencias, y ese alguien te lleva muchos años de ventaja.
	 
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				Georges Péninou, semiótico de la publicidad, estableció hace 
				años dos grandes grupos de mensajes publicitarios.
				
				1) aquellos que 
				de forma prioritaria se refieren al objeto que se vende y 
				
				2) aquellos que implican al comprador. 
				
				Los primeros hablan del 
				producto y lo vinculan a unas cualidades, de manera que el 
				consumidor sea capaz de reconstruir el argumento de venta a 
				partir de algún detalle. En el segundo grupo de mensajes, los implicativos, la creatividad se pone al servicio de la gestión 
				de las emociones a la hora de comprar.
				
				Para llegarnos al corazón, los publicistas emplean todo tipo de 
				estrategias visuales. Utilizan unos colores muy determinados, 
				también fortalecen de forma gráfica los rasgos diferenciales del 
				producto que nos venden y desde luego enfocan el producto 
				dejando el resto de la imagen un poco al margen, aunque ese 
				entorno lo usan para resaltar las cualidades del que deberá ser 
				nuestro objeto de sibilino deseo.
				
				Desde el punto de vista del sonido, también hay un trabajo 
				hercúleo en el mundo de la publicidad empleando músicas épicas 
				que enfatizan las cualidades del producto, que se muestra en 
				todo su esplendor, y que nos llegan directamente a lo más 
				interior de nuestro ser gracias al núcleo accumbens, aquel grupo 
				de neuronas que nos empujaban a salir de compras para obtener 
				placer. 
				
				En el caso de la publicidad, el núcleo accumbens que tiene 
				cierta implicación en la gestión de las emociones causadas por 
				la música, quizá por su papel en la segregación de dopamina que 
				nos hace sentir de maravilla cuando escuchamos melodías 
				agradables que están al servicio del producto que se vende 
				enfatizando su imagen. Y, dependiendo de lo espectacular que se 
				quiera mostrar ante nosotros, unos cuantos efectos de sonido 
				acabarán de realzar la imagen que nos llegará de ese producto.
				
				El color de las emociones
				
				  
				
				
	Aquí vemos algunas ideas que transmiten los colores, aunque cada tonalidad 
tiene sus matices. Por ejemplo, por mucho que veamos que el color violeta 
representa la riqueza, no menos cierto es que puede significar melancolía. Y el 
caso del color amarillo es emblemático: si empleado con tonos dorados evoca la 
prosperidad, en tonos oscuros representa el engaño. A pesar de estas 
observaciones, podemos ver cómo los diferentes colores inducen a diferentes 
emociones. 
				
Esa es la base del trabajo de quienes son responsables de hacernos picar con sus 
productos, pero no es la única estrategia de la que se valen. De hecho, la 
omnipresencia de la publicidad hace que desde hace años se haya podido estudiar 
cuál es el comportamiento de los consumidores desde que son niños, cuando son 
mucho más permeables a los mensajes emocionales, y de hecho se ha estudiado el 
comportamiento de los niños como portavoces de la publicidad. 
No es de extrañar, por lo tanto, que acabemos consumiendo un producto porque el 
niño de la casa se ha encaprichado con él. En el mundo de la publicidad a menudo 
se realizan sondeos y estudios destinados a conocer cómo se perciben los 
mensajes publicitarios, y el fin no es otro que mejorar las estrategias de 
comunicación de quienes nos venden sus productos. 
				
En definitiva, hablamos de unas técnicas psicológicas muy efectivas que están 
dirigidas hacia nuestra capacidad de emocionarnos con lo que vemos y oímos, con 
lo que sentimos que necesitamos, aunque a veces quizá nuestros sentimientos nos 
jueguen una mala pasada. A veces vale la pena pararse a pensar si realmente 
necesitamos comprar ese artículo o si todo obedece a una cierta necesidad 
creada. 
				
Las que comentamos (y otras tantas que no caben en un artículo) son estrategias 
muy bien trazadas que apuntan directamente hacia lo que denominamos “nuestro 
corazón”, que no es más que un grupo de neuronas que se encargan de hacernos 
pasar un buen rato cuando compramos ese producto que tiene un no sé qué que lo 
hace irresistible. 
				
¿Quiere decir todo esto que somos unos pobres diablos que están en manos de los 
publicistas? ¡Qué va! Lo que ocurre es que los publicistas son los primeros que 
se venden a sí mismos como unos excelentes profesionales que lo tienen todo muy 
bien atado para que sucumbamos a sus encantos. Pero nosotros, como expertos en 
ahorro inteligente y en consumo responsable que somos, tenemos algo que se llama 
“criterio”, y que podemos poner a trabajar a nuestro servicio en cuanto 
detectemos que nuestras emociones se ponen a tararear una sintonía o a salivar 
por ver determinados colores en un cartel.
	
	
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