Internet y mentes superficiales. Nicholas Carr
Internet y mentes superficiales. Nicholas Carr.
Texto:
http://elpais.com/diario/2011/01/29/babelia/1296263535_850215.html
Un mundo distraído
La tercera parte de la población mundial ya es 'internauta'. La revolución
digital crece veloz. Uno de sus grandes pensadores, Nicholas Carr, da claves
de su existencia en el libro 'Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con
nuestras mentes?' El experto advierte de que se "está erosionando la
capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma".
El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: "Twitter te echa
de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás
perdiendo? ¡Vuelve!". Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red
social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz
consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su
intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas
que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez
que solo puede o enamorarte o indignarte.
|
Nicholas Carr se ríe al escuchar
la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón
de correo. "Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis
cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no
me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes,
pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin
pausa, su capacidad de distracción es enorme".
Y esa distracción constante a
la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente
a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del
Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos
décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo
Internet con nuestras mentes? (Taurus).
"Aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando
realmente el libro electrónico sustituya al libro"
Cuando Carr (1959) se percató, hace unos años, de que su capacidad de
concentración había disminuido, de que leer artículos largos y libros se
había convertido en una ardua tarea precisamente para alguien licenciado en
Literatura que se había dejado mecer toda su vida por ella, comenzó a
preguntarse si la causa no sería precisamente su entrega diaria a las
multitareas digitales: pasar muchas horas frente a la computadora, saltando
sin cesar de uno a otro programa, de una página de Internet a otra, mientras
hablamos por Skype, contestamos a un correo electrónico y ponemos un link en
Facebook. Su búsqueda de respuestas le llevó a escribir Superficiales...
(antes publicó los polémicos El gran interruptor).
El mundo en red, de Edison
a Google y Las tecnologías de la información. ¿Son realmente una ventaja
competitiva?), "una oda al tipo de pensamiento que encarna el libro y una
llamada de atención respecto a lo que está en juego: el pensamiento lineal,
profundo, que incita al pensamiento creativo y que no necesariamente tiene
un fin utilitario. La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos
aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos
convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces
para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un
poco sino que nos uniformizan".
Apoyándose en múltiples estudios científicos
que avalan su teoría y remontándose a la célebre frase de Marshall McLuhan
"el medio es el mensaje", Carr ahonda en cómo las tecnologías han ido
transformando las formas de pensamiento de la sociedad: la creación de la
cartografía, del reloj y la más definitiva, la imprenta. Ahora, más de
quinientos años después, le ha llegado el turno al efecto Internet.
Pero no hay que equivocarse: Carr no defiende el conservadurismo cultural.
Él mismo es un usuario compulsivo de la web y prueba de ello es que no puede
evitar despertar a su ordenador durante una breve pausa en la entrevista.
Descubierto in fraganti por la periodista, esboza una tímida sonrisa, "¡lo
confieso, me has cazado!". Su oficina está en su residencia, una casa sobre
las Montañas Rocosas, en las afueras de Boulder (Colorado), rodeada de
pinares y silencio, con ciervos que atraviesan las sinuosas carreteras y la
portentosa naturaleza estadounidense como principal acompañante.
PREGUNTA. Su libro ha levantado críticas entre periodistas como Nick Bilton,
responsable del blog de tecnología Bits de The New York Times, quien
defiende que es mucho más natural para el ser humano diversificar la
atención que concentrarla en una sola cosa. |
P. Internet invita a moverse constantemente entre contenidos, pero
precisamente por eso ofrece una cantidad de información inmensa. Hace apenas
dos décadas hubiera sido impensable.
R. Es cierto y eso es muy valioso, pero Internet nos incita a buscar lo
breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola
cosa. Lo que yo defiendo en mi libro es que las diferentes formas de
tecnología incentivan diferentes formas de pensamiento y por diferentes
razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentración.
Cuando abres un libro te aíslas de todo porque no hay nada más que sus
páginas. Cuando enciendes el ordenador te llegan mensajes por todas partes,
es una máquina de interrupciones constantes.
P. ¿Pero, en última instancia, cómo utilizamos la web no es una elección
personal?
R. Lo es y no lo es. Tú puedes elegir tus tiempos y formas de uso, pero la
tecnología te incita a comportarte de una determinada manera. Si en tu
trabajo tus colegas te envían treinta e-mails al día y tú decides no mirar
el correo, tu carrera sufrirá. La tecnología, como ocurrió con el reloj o la
cartografía, no es neutral, cambia las normas sociales e influye en nuestras
elecciones.
P. En su libro habla de lo que perdemos y aunque mencione lo que ganamos
apenas toca el tema de las redes sociales y cómo gracias a ellas tenemos una
herramienta valiosísima para compartir información.
R. Es verdad, la capacidad de compartir se ha multiplicado aunque antes
también lo hacíamos. Lo que ocurre con Internet es que la escala, a todos
los niveles, se dispara. Y sin duda hay cosas muy positivas. La Red nos
permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar
en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales. No
hay que olvidar que la única razón por la que Internet y las nuevas
tecnologías están teniendo tanto efecto en nuestra forma de pensar es porque
son útiles, entretenidas y divertidas. Si no lo fueran no nos sentiríamos
tan atraídos por ellas y no tendrían efecto sobre nuestra forma de pensar.
En el fondo, nadie nos obliga a utilizarlas.
P. Sin embargo, a través de su libro usted parece sugerir que las nuevas
tecnologías merman nuestra libertad como individuos...
R. La esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu
atención. La tecnología está determinando esas elecciones y por lo tanto
está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar
de forma autónoma. Google es una base de datos inmensa en la que
voluntariamente introducimos información sobre nosotros y a cambio recibimos
información cada vez más personalizada y adaptada a nuestros gustos y
necesidades. Eso tiene ventajas para el consumidor. Pero todos los pasos que
damos online se convierten en información para empresas y Gobiernos.
Y la
gran pregunta a la que tendremos que contestar en la próxima década es qué
valor le damos a la privacidad y cuánta estamos dispuestos a ceder a cambio
de comodidad y beneficios comerciales. Mi sensación es que a la gente le
importa poco su privacidad, al menos esa parece ser la tendencia, y si
continúa siendo así la gente asumirá y aceptará que siempre están siendo
observados y dejándose empujar más y más aún hacia la sociedad de consumo en
detrimento de beneficios menos mensurables que van unidos a la privacidad.
P. Entonces... ¿nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano?
R. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que
anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984.
Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad
voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres
de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la
libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de
control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total,
organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como
Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control
sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir
en nuestras decisiones.
P. Wikipedia es un buen ejemplo de colaboración a gran escala impensable
antes de Internet. Acaba de cumplir diez años...
R. Wikipedia encierra una contradicción muy clara que reproduce esa tensión
inherente a Internet. Comenzó siendo una web completamente abierta pero con
el tiempo, para ganar calidad, ha tenido que cerrarse un poco, se han creado
jerarquías y formas de control. De ahí que una de sus lecciones sea que la
libertad total no funciona demasiado bien. Aparte, no hay duda de su
utilidad y creo que ha ganado en calidad y fiabilidad en los últimos años.
P. ¿Y qué opina de proyectos como Google Books? En su libro no parece muy
optimista al respecto...
R. Las ventajas de disponer de todos los libros online son innegables. Pero
mi preocupación es cómo la tecnología nos incita a leer esos libros. Es
diferente el acceso que la forma de uso. Google piensa en función de
snippets, pequeños fragmentos de información. No le interesa que
permanezcamos horas en la misma página porque pierde toda esa información
que le damos sobre nosotros cuando navegamos. Cuando vas a Google Books
aparecen iconos y links sobre los que pinchar, el libro deja de serlo para
convertirse en otra web. Creo que es ingenuo pensar que los libros no van a
cambiar en sus versiones digitales. Ya lo estamos viendo con la aparición de
vídeos y otros tipos de media en las propias páginas de Google Books. Y eso
ejercerá presión también sobre los escritores. Ya les ocurre a los
periodistas con los titulares de las informaciones, sus noticias tienen que
ser buscables, atractivas. Internet ha influido en su forma de titular y
también podría cambiar la forma de escribir de los escritores. Yo creo que
aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando
realmente el libro electrónico sustituya al libro.
P. ¿Cuánto falta para eso?
R. Creo que tardará entre cinco y diez años.
P. Pero aparatos como el Kindle permiten leer muy a gusto y sin
distracciones...
R. Es cierto, pero sabemos que en el mundo de las nuevas tecnologías los
fabricantes compiten entre ellos y siempre aspiran a ofrecer más que el
otro, así que no creo que tarden mucho en hacerlos más y más sofisticados, y
por tanto con mayores distracciones.
P. El economista Max Otte afirma que pese a la cantidad de información
disponible, estamos más desinformados que nunca y eso está contribuyendo a
acercarnos a una forma de neofeudalismo que está destruyendo las clases
medias. ¿Está de acuerdo?
R. Hasta cierto punto, sí. Cuando observas cómo el mundo del software ha
afectado a la creación de empleo y a la distribución de la riqueza, sin duda
las clases medias están sufriendo y la concentración de la riqueza en pocas
manos se está acentuando. Es un tema que toqué en mi libro El gran
interruptor. El crecimiento que experimentó la clase media tras la II Guerra
Mundial se está revirtiendo claramente.
P. Internet también ha creado un nuevo fenómeno, el de las
microcelebridades. Todos podemos hacer publicidad de nosotros mismos y hay
quien lo persigue con ahínco. ¿Qué le parece esa nueva obsesión por el yo
instigado por las nuevas tecnologías?
R. Siempre nos hemos preocupado de la mirada del otro, pero cuando te
conviertes en una creación mediática -porque lo que construimos a través de
nuestra persona pública es un personaje-, cada vez pensamos más como actores
que interpretan un papel frente a una audiencia y encapsulamos emociones en
pequeños mensajes. ¿Estamos perdiendo por ello riqueza emocional e
intelectual? No lo sé. Me da miedo que poco a poco nos vayamos haciendo más
y más uniformes y perdamos rasgos distintivos de nuestras personalidades.
P. ¿Hay alguna receta para salvarnos'?
R. Mi interés como escritor es describir un fenómeno complejo, no hacer
libros de autoayuda. En mi opinión, nos estamos dirigiendo hacia un ideal
muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando
información y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo,
abierto, que no necesariamente tiene un fin práctico y que, sin embargo,
estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad
de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el
pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso
las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no
invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más. Yo simplemente me
limito a alertar sobre la dirección que estamos tomando y sobre lo que
estamos sacrificando al sumergirnos en el mundo digital. Un primer paso para
escapar es ser conscientes de ello. Como individuos, quizás aún estemos a
tiempo, pero como sociedad creo que no hay marcha atrás.
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