No pasa nada, nunca pasa nada
No pasa nada, nunca pasa nada.
Texto:
http://old.kaosenlared.net/noticia/publicidad-analisis-psicologico-construyendo-alienacion-consumista
Pedro Antonio Honrubia Hurtado
Es la norma básica del capitalismo: privatizar beneficios, socializar pérdidas.
Es condición necesaria para la existencia del sistema: que los ricos no dejen de
ganar nunca a costa de que los trabajadores y trabajadoras asuman siempre los
costes de cualquier tipo de perturbación en los “mercados”. Es la ley natural
del neoliberalismo: que el Estado ahogue a lxs ciudadanxs con menor poder
adquisitivo, para que los grandes bancos y demás empresas privadas de
envergadura no asuman ni un ápice del costo de cualquier “crisis” económica que
se pueda generar. Es el paradigma de nuestro mundo: pisar al débil para que el
poderoso burgués pueda seguir siempre creciendo y hacia adelante.
|
Pasó en América Latina, donde los gobiernos neoliberales de todo tipo
llevaron a los pueblos a la ruina más absoluta, y está pasando ahora en
el corazón de la todopoderosa Europa. Y pasará siempre, en cualquier
parte del mundo, mientras el capitalismo siga vivo.
La especulación de los ladrones y explotadores sin
escrúpulos que ganan diariamente montañas de dinero, acaba siempre, antes o
después, recayendo sobre las espaldas de las clases trabajadoras de aquí y de
allá, de un lado y del otro, sin que nadie entre la clase burguesa dirigente
parezca tener la más mínima preocupación por ello.
No pasa nada, nunca pasa nada. El capitalismo es un sistema económico caduco,
nefasto y absolutamente ficticio. Un sistema económico que no es capaz de
producir riqueza sobre una base estable y consolidada según sus propias reglas
de “mercado”. Un sistema que es en sí mismo una burbuja de proporciones
planetarias, y cuyo sostenimiento solo es posible a través del engaño
financiero, la explotación laboral, el robo de recursos ajenos, y, en
definitiva, la creación de riqueza ficticia, absolutamente desligada de la
economía real, que, antes o después, acaba por esfumarse entre las manos de los
especuladores. Es un sistema que no se puede sostener salvo por la explotación
de unos países sobre otros, causando miles y miles de millones de pobres y
hambrientos en todo el mundo, y cuya existencia depende en última instancia de
los favores que todos los Estados ricos y explotadores hacen a las clases
burguesas que los dirigen en la sombra. Unos favores que, obviamente, o bien
salen directamente del bolsillo de los contribuyentes (vía ayudas y rescates), o
bien cargan sobre la espalda del trabajador (vía recortes). En menos de dos
años, en el Estado Español hemos tenido favores de ambos tipos.
Pero no pasa nada, nunca pasa nada. Ahora habrá quien justifique, desde la clase
trabajadora, que sean los funcionarios y pensionistas quienes tengan que asumir
el mayor coste de los recortes sociales que nos acaba de meter doblados el
socialista Zapatero. Habrá quien diga que por algo son los costes de estos pagos
dos de las principales partidas presupuestarias sobre las que realmente puede
intervenir un gobierno para generar efectos reales en el recorte del gasto
público, en busca de una reducción del déficit. Los aparatos mediáticos de la
burguesía ya llevan tiempo manos a la obra difundiendo tal mensaje por activa y
por pasiva, poniendo en bandeja del aborregado ciudadano los argumentos que
ahora deberán esgrimir para contrarrestar la rabia social de quienes van a
sufrir directamente los principales recortes presentados. Ya se puede ver en
cualquier foro donde se hable sobre el plan de ajuste griego que nos acaba de
plantar Zapatero en toda la cara. Alzan sus voces lacayas, sumisas y serviciales
para defender con vehemencia la doctrina neoliberal que está llevando al mundo
al borde del colapso, porque no otra cosa es lo que Zapatero nos acaba de
enchufar a grandes dosis y sin miramientos. No pasa nada, nunca pasa nada.
Otros tal vez protesten interesadamente con miras a las próximas elecciones,
pensando en la caída del gobierno actual, en los réditos políticos que les podrá
dar ahora su demagogia barata del tres al cuarto. Su solución: el neofranquista
y ultra neoliberal Partido Populista. Allá verán la esperanza. Justo allá, donde
los recortes sociales, la privatización, la desregulación de los mercados y la
liberalización comercial son dogmas de fe. Allí donde el fomento de las burbujas
más escandalosas y descaradas, donde la legitimación legal del trabajo precario
y donde la venta parcela a parcela de lo poco productivo que aún pueda quedar en
manos del Estado, es santo y seña de la casa. Allá mirarán, donde se encuentran
quienes llevaron al Estado a una realidad fantasiosa, propia de un Alicia en el
País de las Maravillas cualquiera, que por una década generó billones de euros
en beneficios para los especuladores y banqueros, con algo de trabajo precario
para algunos obrerxs que llegaron a creerse realmente burgueses, y que ahora
están engordando las listas del paro, o viendo como todo el peso de la crisis
acabará por caer sobre sus espaldas, preguntándose cómo es posible que su suerte
haya podido cambiar tanto de un año para otro. Siempre estuvieron en crisis,
nunca fueron nadie, esa es la única verdad. Pero no pasa nada, nunca pasa nada.
Voten Partido Popular.
La lucha de clases no existe, es un discurso del pasado. ¿Cuántas veces habremos
tenido que escuchar tal argumento en boca de ciudadanos y ciudadanas de la clase
trabajadora? Pues ahí llevan lucha de clases, a boca llena, hasta que se
indigesten. Otra vez se están riendo de usted, mientras usted les hace palmas.
Vaya, vaya a los barrios burgueses de sus ciudades, a la casa de los señoritos
terratenientes de sus pueblos, vaya y mire bien dentro: verá y entenderá lo que
es la lucha de clases. Mientras usted se tiene que apretar el cinturón obligado
por el gobierno, si es que acaso puede usted tener si quiera cinturón que
apretarse, allí verá la holgura que da los tirantes a quienes viven de la
explotación del trabajo ajeno, de la especulación y de los rescates a manos
llenas del gobierno burgués. Vaya y mire dentro. Pero tranquilo, no pasa nada,
nunca pasa nada. Es, sin más, la situación natural del capitalismo. Quédese
tranquilo.
La lucha de clases ha muerto, sí, pero solo para la conciencia del obrero. Hace
mucho que los burgueses la dominan a su antojo mientras a usted simplemente le
queda aplaudir los goles que le meten en su propia portería, apretarse el
cinturón y votar indistintamente a los dos partidos burgueses que periódicamente
se reparten el gobierno del Estado burgués, eso sí, en democracia. ¿Huelga
general para qué? El que aún conserve su trabajo la aprovechará para irse a la
playa. Que allí sí pasan cosas, muchas cosas. Ya lo vimos el primero de Mayo.
Igual suena mal decirlo, pero, de momento, tenemos lo que nos merecemos, y
punto. No pasa nada, nunca pasa nada. A joderse toca, que hay fútbol el domingo.