Sistema de enseñanza y familia: Dos caminos paralelos para la perpetuación del sagrado sistema consumista-capitalista
Sistema de enseñanza y familia: Dos caminos paralelos para la perpetuación del sagrado sistema consumista-capitalista
Texto: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=72415
Pedro
Antonio Honrubia Hurtado
Hombre como ser social
Decir que el hombre es un ser social, a estas alturas de la historia humana, es
una afirmación que ofrece pocas dudas respecto de su veracidad. Todo hombre
nace, vive y –usualmente- muere en sociedad, y sólo dentro de ella es capaz de
adquirir los conocimientos y el manejo de las habilidades que lo hacen un ser
especial entre el global de seres que habitan la naturaleza.
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Como bien afirma el
marxismo, un hombre aislado de las relaciones sociales y de la historia es una
entelequia, un ser abstracto sin posibilidad de existencia real, el hombre sólo
puede ser en cuanto que es parte del conjunto de las relaciones sociales en las
que se ve inmerso. “No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino,
por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”(1). Pero,
como es fácilmente comprobable también, ni todas las sociedades son iguales, ni
todos los hombres que nacen y crecen en una misma sociedad acaban convertidos en
una misma persona de idénticas características sociales y culturales. Cada
sociedad tiene sus propios códigos culturales y, a su vez, cada hombre de esa
sociedad tiene una vida propia, con unas experiencias propias, que finalmente lo
acaban por diferenciar, en mayor o menor medida, del resto de sus conciudadanos.
Tipo de hombre y sociedad
Sin embargo, a pesar de estas diferencias, no podemos negar tampoco que existe
una relación directa entre el tipo de sociedad en la cual habita un individuo
determinado, y el modo de vida, los valores, las creencias y demás prácticas
sociales en las que se ve inmerso de manera cotidiana ese individuo.
Si bien es
cierto que el hecho de crecer bajo los parámetros de una misma sociedad no
convierte a todos los sujetos en seres calcados los unos a los otros, sin
diferencias sociales o culturales entre ellos, lo es también que en toda
sociedad existen una serie de parámetros que pueden ser reconocidos como
compartidos, de una manera u otra, por todos los miembros que la integran. Cada
hombre, quiera o no, es un hombre de su época, y cada época, se quiera o no,
tiene su propia identidad histórica. Un hombre de la Edad Media no puede ser
nunca igual a un hombre de la sociedad de nuestros días, de la misma manera que
la identidad histórica de la sociedad de la Edad Media no es igual a la
identidad histórica de la sociedad de nuestros días.
El sujeto, como ser social
que es, queda determinado en su identidad histórica por el conjunto de
relaciones sociales y culturales en las que se ve envuelto desde su nacimiento,
y a medida que las sociedades van evolucionando en su fondo y en su forma, lo va
haciendo también la identidad histórica de los sujetos que en ellas habitan.
Así, las relaciones sociales de cada época histórica determinan la identidad
histórica de los individuos que conforman esa realidad social, y según sean las
características históricas, sociales y culturales, de la sociedad en cuestión,
así lo serán también las características históricas, sociales y culturales, de
sus individuos. Se constituye así una relación dialéctica que, como ya apuntaban
los marxistas clásicos, determina la esencia del hombre en cada momento
histórico. El hombre como ser social se contrapone y lucha, y con la acción de
su trabajo transforma a la naturaleza y a su vez se transforma a sí mismo porque
él es también parte de la naturaleza. O, lo que viene ser lo mismo, el hombre en
su devenir construye la cultura y la sociedad y a su vez es construido él mismo
por esa cultura y esa sociedad.
Sujeto y valores sociales. Aculturación.
El sujeto, sea cual sea su lugar y tiempo histórico, nace y crece siempre interiorizando los valores de una determinada sociedad en la cual habita, y a partir de ahí ya podrá someterse o revelarse, podrá reproducir una y otra vez los mismos si pararse a pensar si le son beneficiosos o podrá criticarlos hasta el punto de renegar de algunos o de todos ellos, pero, en cualquier caso, habrá tenido siempre que empaparse de ellos en su desarrollo como ser social. No existe el hombre atemporal, no existe el hombre que pueda crecer en sociedad sin interiorizar los valores sociales y culturales que le rodean siendo propios y característicos de tal sociedad, no existe el hombre, en definitiva, que pueda ser un ser social cuya esencia no responda a la esencia propia de la sociedad en la cual ha nacido y vivido. Todo esto, quede claro, no es ninguna novedad ni ninguna idea original mía, sino que ha sido convenientemente estudiado y analizado por las diferentes ciencias sociales que existen en la actualidad. |
Según nos dicen los antropólogos, por ejemplo, la aculturación es el proceso de
aprehensión de una determinada cultura. Supone el conocimiento, la
interiorización, valoración, identificación y manejo dinámico de los valores
culturales. La aculturación como proceso es, por tanto, la “encarnación” que
realiza un individuo de su propia cultura en constante interacción con sus
iguales y la naturaleza. Por su parte, los sociólogos nos hablan también de un
proceso de socialización que sería aquel proceso mediante el cual “el individuo
es absorbido por la cultura de su sociedad”(2), un proceso, por consiguiente,
que se concibe como un proceso educativo donde el individuo aprende valores,
actitudes, normas y pautas de conducta que la sociedad considera formas
apropiadas de comportamiento para dicha sociedad. También en esta línea, dentro
del mundo de la psicología, los constructivistas sociales, inspirados en los
planteamientos del filósofo y psicólogo ruso Lev Vigotsky, señalan que sólo en
un contexto social puede lograr el sujeto desarrollar un aprendizaje
significativo. El intercambio social genera representaciones inter-psicológicas
que posteriormente se han de transformar en representaciones intra-psicológicas.
El origen de todo conocimiento no es entonces la mente humana, sino una sociedad
dentro de una cultura que a su vez está enmarcada dentro de una época histórica
determinada.
Así, proceso de aculturación para los antropólogos, proceso de socialización
para los sociólogos y proceso de construcción social de la identidad para los
psicólogos constructivistas sociales, serían tres modos diferentes, desde tres
disciplinas distintas, de profundizar y ahondar en esta idea mencionada del ser
humano como producto de la sociedad, de una sociedad, además, de la cual, al
menos en las primeras etapas de su desarrollo como persona, de las primeras
bases sobre las cual ha de construir su identidad tanto histórica como personal,
no puede escapar. La sociedad hace al hombre, del mismo modo que el hombre
previamente hizo a esa misma sociedad. Es por ello que, a poco que tratemos de
integrar en un mismo cuerpo teórico toda esta gama de definiciones y enseñanzas
provenientes de las diferentes ciencias sociales existentes, la conclusión
principal a la cual podremos llegar, la que podría resumirlo todo, es, a nuestro
juicio, que la identidad histórica de los sujetos en una determinada sociedad no
la construye el individuo a su libre albedrío, sino que lo que sucede en
realidad es una interiorización de la cultura dominante en esa sociedad, con las
particularidades que el desarrollo histórico de la formación económica y social
impone a través del cambio simbólico-cultural.
Clases sociales
En realidad, hablando claro, si partimos de la base de una sociedad dividida en
clases sociales, donde unos sujetos ejercen de propietarios de los medios de
producción mientras otros son carne de explotación para estos primeros, lo que
se estaría produciendo a través de estos procesos de aprendizajes sociales y
culturales, no sería otra cosa de un proceso de sometimiento del sujeto al orden
social establecido, un proceso de alienación del individuo de las clases
dominadas respecto de los intereses y los proyectos de las clases dominantes,
cuya finalidad no es otra que preservar los privilegios propios de éstas, así
como garantizar el desarrollo de sus actividades como detentadores del poder
político, económico y social.
Para ello, las clases dominantes establecen en la esfera ideológica de la supra-estructura
un determinado código simbólico-sagrado que responde a la defensa de sus
intereses de clase, y que, una vez es interiorizado por los sujetos de las
clases dominadas a través de los oportunos mecanismos de transmisión, garantiza
la sumisión de éstas últimas al orden social, político y económico establecido.
O, en palabras de P. Bourdieu, “La sumisión al orden establecido es fruto del
acuerdo entre las estructuras cognitivas que tanto la historia colectiva
(filogénesis) como la individual (ontogénesis) han inscrito en los cuerpos y en
las estructuras objetivas del mundo al que se aplican”(3).
Valores, clases y aculturación en la sociedad consumista-capitalista
En nuestra actual sociedad consumista-capitalista, por tanto, lo que se estaría
produciendo a través de estos procesos de aculturación, socialización y
construcción social de la identidad a los que de manera natural se ve expuesto
todo individuo de la sociedad, no sería otra cosa que el sometimiento del sujeto
al orden social, político y económico establecido por las clases burguesas
dominantes, un orden sacralizado a través del código simbólico reinante y que
ahora debe ser consolidado de manera definitiva en la sociedad mediante la
interiorización que los sujetos hacen de él por vía de los convenientes
mecanismos de transmisión, lo que garantiza que, una vez estos trasladan esta
interiorización a sus comportamientos en la vida cotidiana, estos sujetos actúen
conforme a los intereses determinados por las clases dominantes, ejerciéndose
así, desde el propio interior del sujeto dominado, las funciones de control
social que son propias de todo sistema de dominación clasista (es lo que en Mayo
del 68 era conocido como “el policía interior”).
Ideas sagradas en la sociedad capitalista. Proceso educativo.
Pues bien, en otro artículo publicado en esta misma web, traté de hacer un
pequeño análisis de algunas de las ideas sagradas establecidas como hegemónicas
en la sociedad consumista-capitalista, concretamente de aquellas que están
directamente relacionadas con aquello que Marx llamase la infraestructura, es
decir, de aquellas vinculadas con la estructura económica que determina el
funcionamiento de la sociedad, y de la cual brotan los elementos estructurales y
super-estructurales (estas ideas sagradas, eran a mi juicio las siguientes: a)
la propiedad privada y el dinero, b) los modos de producción capitalistas, la
racionalidad económica y las leyes del mercado, c) el consumo).
Todos estos
conceptos eran presentados en ese artículo como elevados al grado de absoluto
por el actual modelo socio-económico imperante, y dotados de un carácter sagrado
que los colocan en el centro mismo de nuestras vidas, en tanto que éstas están
determinadas por un proceso de aprendizaje cultural que las convierte en
incuestionables. Este proceso de aprendizaje cultural no es otra cosa, por
supuesto, que los anteriormente mencionados procesos de socialización,
aculturación y construcción social de la identidad del sujeto. Pero este proceso
de aprendizaje, como no puede ser de otra manera, requiere también de una serie
de mecanismos de transmisión a través de los cuales los contenidos simbólicos
presentes en el código cultural de la sociedad clasista puedan llegar a todos y
cada uno de los individuos. Para ello, las clases dominantes no dudan en usar
todo cuanto esté a su alcance, tanto por vía de los mecanismos conscientes de la
mente humana, como por vía de los mecanismos inconscientes (véase también el
artículo La ilusión de la libertad en el Consumismo-Capitalismo: Libres de
derecho, esclavos de hecho). En este nuevo artículo, vinculado directamente con
aquel primero, trataré de analizar algunos de esos mecanismos de transmisión y
consolidación de los valores consumistas-capitalistas y su modo de vida
asociado, concretamente aquellos que utilizan la vía consciente como modo de
expansión y divulgación de sus contenidos.
En este nivel consciente de transmisión de las ideas sagradas del
consumismo-capitalismo, podemos encuadrar todo el proceso educativo en general,
tanto en el ámbito académico, como en el ámbito socio-psicológico. Así, por esta
vía, el ciudadano adquiere de manera consciente una serie de conocimientos
relacionados con el funcionamiento global de la sociedad, a través de los cuales
interiorizará el carácter sagrado y absoluto de los elementos más propiamente
constitutivos de la misma.
Instituciones, códigos simbólicos y normas morales en la sociedad
capitalista.
Todos aquellos elementos que las clases dominantes
han considerado previamente oportunos de sacralizar a través del los códigos
simbólicos imperantes (incluidas aquellas pautas de orientación ética para el
comportamiento ideal de los individuos en el marco social) serán transmitidos de
manera consciente para que puedan ser convenientemente interiorizados por los
diferentes miembros de la sociedad, a la vez que se les va dotando de un
carácter incuestionable mediante su tratamientos continuo como si de hechos
naturales, no determinados por convención social alguna, se tratasen. Así, a
través de esta vía consciente el sujeto adquiere los conocimientos relativos a
las normas morales, sociales y culturales imperantes, así como interioriza
aquellos aspectos del funcionamiento general de la sociedad que no pueden ser
puestos en duda, pues constituyen el fundamento mismo de la misma, y la fuente
primera y final de toda norma moral, social o cultural.
En este proceso, son
tres las instituciones sociales que juegan un papel predominante: el sistema de
enseñanza, la familia y los medios de comunicación de masas, pues es a través de
ellos desde donde el niño interioriza estos conocimientos que le han de servir,
a posteriori, para integrarse en la sociedad y responder de manera consciente a
las exigencias de la misma (unas exigencias, claro está, previamente
determinadas por las clases dominantes en relación con el modelo de sociedad
sacralizado a favor del mantenimiento y defensa de sus intereses y privilegios).
Sin embargo, en este artículo, debido a la complejidad encerrada en el tercero
de los elementos mencionados (y que merecería él sólo un artículo aparte, al
igual que la esfera de los mecanismos inconscientes de dominación social), me
centraré exclusivamente en el análisis de dos de las instituciones mencionadas:
el sistema de enseñanza y la familia, pues considero de suma importancia poner
de manifiesto el carácter servicial de clase que ambas instituciones, tal y como
son entendidas en la actualidad, tienen para con los intereses de los grupos
dominantes.
Notas:
(1) K. Marx. “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”. 1859. El texto integro en español está publicado en “Obras escogidas”, Tomo I, Editorial Progreso, páginas 520-546.
(2) Definición propuesta por el sociólogo catalán Salvador Giner.
(3) P. Bourdieu, Razones prácticas, , Anagrama, Barcelona, 1997, pag. 118.
(4) Ignacio Fernández de
Castro. Mercantilización y privatización de la educación. Foro social
ibérico por la educación. Debate temático 1-A. 20-10-2005. Córdoba,
Andalucía.
http://www.fsipe.org/docs/DT1A_I_Fernandez_cs.pdf