Experimento de Stanley Milgram. Obediencia a la autoridad
Experimento de Stanley Milgram. Obediencia a la autoridad.
Texto:
http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram
El experimento de Milgram fue una serie de experimentos de psicología social
llevada a cabo por Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale, y
descrita en un artículo publicado en 1963 en la revista Journal of Abnormal
and Social Psychology bajo el título Behavioral Study of Obedience (Estudio
del comportamiento de la obediencia) y resumida en 1974 en su libro
Obedience to authority. An experimental view (Obediencia a la autoridad. Un
punto de vista experimental). El fin de la prueba era medir la disposición
de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando
éstas pudieran entrar en conflicto con su conciencia personal.
El investigador (V) persuade al participante (L) para que dé lo que éste
cree son descargas eléctricas dolorosas a otro sujeto (S), el cual es un
actor que simula recibirlas. Muchos participantes continuaron dando
descargas a pesar de las súplicas del actor para que no lo hiciesen.
Los experimentos comenzaron en julio de 1961, tres meses después de que
Adolf Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por
crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania. Milgram
ideó estos experimentos para responder a la pregunta: ¿Podría ser que
Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto sólo estuvieran siguiendo
órdenes? ¿Podríamos llamarlos a todos cómplices?
Milgram resumiría el experimento en su artículo "Los peligros de la
obediencia" en 1974 escribiendo:
Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme
importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se
comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la
Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano
corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento
científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales
de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las
víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad
subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de
aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el
principal descubrimiento del estudio.
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Stanley Milgram. The Perils of Obedience (Los peligros de la obediencia.
1974)
Método del experimento
A través de anuncios en un periódico de New Haven (Connecticut) se
reclamaban voluntarios para participar en un ensayo relativo al "estudio de
la memoria y el aprendizaje" en Yale, por lo que se les pagaba cuatro
dólares (equivalente a 28 dólares actuales) más dietas. A los voluntarios
que se presentaron se les ocultó que en realidad iban a participar en un
investigación sobre la obediencia a la autoridad. Los participantes eran
personas de entre 20 y 50 años de edad de todo tipo de educación: desde los
que acababan de salir de la escuela primaria a participantes con doctorados.
El experimento requiere tres personas: El experimentador (el investigador de
la universidad), el "maestro" (el voluntario que leyó el anuncio en el
periódico) y el "alumno" (un cómplice del experimentador que se hace pasar
por participante en el experimento). El experimentador le explica al
participante que tiene que hacer de maestro, y tiene que castigar con
descargas eléctricas al alumno cada vez que falle una pregunta.
A continuación, cada uno de los dos participantes escoge un papel de una
caja que determinará su rol en el experimento. El cómplice toma su papel y
dice haber sido designado como "alumno". El participante voluntario toma el
suyo y ve que dice "maestro". En realidad en ambos papeles ponía "maestro" y
así se consigue que el voluntario con quien se va a experimentar reciba
forzosamente el papel de "maestro".
Separado por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno" se sienta en una
especie de silla eléctrica y se le ata para "impedir un movimiento
excesivo". Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema "para evitar
quemaduras" y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente
dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa
el participante.
A los participantes se les comunicaba que el experimento estaba siendo
grabado, para que supieran que no podrían negar a posteriori lo ocurrido.
Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de
45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y
la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el
investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el
"maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha
de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras
finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras
dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. Éste
indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un
botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la
respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera
descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles
de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a
la palabra siguiente.
El "maestro" cree que está dando descargas al "alumno" cuando en realidad
todo es una simulación. El "alumno" ha sido previamente aleccionado por el
investigador para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas.
Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el "alumno" comienza a
golpear en el vidrio que lo separa del "maestro" y se queja de su condición
de enfermo del corazón, luego aullará de dolor, pedirá el fin del
experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 voltios, gritará de agonía.
Lo que el participante escucha es en realidad un grabación de gemidos y
gritos de dolor. Si el nivel de supuesto dolor alcanza los 300 voltios, el
"alumno" dejará de responder a las preguntas y se producirán estertores
previos al coma.
Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 voltios, se ponían
nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el
experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar.
Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se
preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba
asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles
consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al
oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".
Si el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le
indicaba imperativamente y según el grado:
Continúe, por favor.
El experimento requiere que usted continúe.
Es absolutamente esencial que usted continúe.
Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.
Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se
paraba el experimento. Si no, se detenía después de que hubiera administrado
el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.
En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron
la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo.
Todo el mundo paró en cierto punto y cuestionó el experimento, algunos
incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado. Ningún
participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar
los 300 voltios.
El estudio posterior de los resultados y el análisis de los múltiples tests
realizados a los participantes demostraron que los "maestros" con un
contexto social más parecido al de su "alumno" paraban el experimento antes.
Además de este proyecto, Milgram realizó otro en el que se utilizaban
ratones de experimentación. El experimento consistía en mostrarles la salida
a los ratones, dentro de una caja de paredes electrificadas. El ratón
entendía que la salida no le beneficiaba y seguía a la próxima pared, para
así encontrar la salida[cita requerida]. El experimento muestra que el ratón
tanto como el ser humano puede ser condicionado con presión para hacer lo
que pide el demandante o maestro como en el experimento con alumnos[cita
requerida].
Resultados
Milgram rodó una película documental que demostraba el experimento y sus
resultados, titulada Obediencia, cuyas copias originales son difíciles de
encontrar hoy en día.
Antes de llevar a cabo el experimento, el equipo de Milgram estimó cuáles
podían ser los resultados en función de encuestas hechas a estudiantes,
adultos de clase media y psicólogos. Consideraron que el promedio de
descarga se situaría en 130 voltios con una obediencia al investigador del
0%. Todos ellos creyeron unánimemente que solamente algunos sádicos
aplicarían el voltaje máximo.
El desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65% de los sujetos que
participaron como "maestros" en el experimento administraron el voltaje
límite de 450 a sus "alumnos", aunque a muchos les colocase el hacerlo en
una situación absolutamente incómoda. Ningún participante paró en el nivel
de 300 voltios, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de vida.
Otros psicólogos de todo el mundo llevaron a cabo variantes de la prueba con
resultados similares, a veces con diversas variaciones en el experimento.
En 1999, Thomas Blass, profesor de la universidad de Maryland publicó un
análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y
concluyó que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables
se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni la
localización de los estudios.
Reacciones
Lo primero que se preguntó el desconcertado equipo de Milgram fue cómo era
posible que se hubiesen obtenido estos resultados. A primera vista, la
conducta de los participantes no revelaba tal grado de sadismo, ya que se
mostraban preocupados por su propia conducta. Todos se mostraban nerviosos y
preocupados por el cariz que estaba tomando la situación y, al enterarse de
que en realidad la cobaya humana no era más que un actor y que no le habían
hecho daño, suspiraban aliviados. Por otro lado eran plenamente conscientes
del dolor que habían estado infligiendo, pues al preguntarles por cuánto
sufrimiento había experimentado el alumno la media fue de 13 en una escala
de 14.
El experimento planteó preguntas sobre la ética de la experimentación
científica en sí misma debido a la tensión emocional extrema sufrida por los
participantes (aunque se podría decir que dicha tensión fue provocada por
sus propias y libres acciones). La mayoría de los científicos modernos
considerarían el experimento hoy inmoral, aunque dio lugar a valiosos
estudios sobre la psicología humana.
En defensa de Milgram hay que señalar que el 84% de participantes dijeron
posteriormente que estaban "contentos" o "muy contentos" de haber
participado en el estudio y un 15% les era indiferente (respondieron un 92%
de todos los participantes). Muchos le expresaron su gratitud más adelante y
Milgram recibió en varias ocasiones ofrecimientos y peticiones de ayuda de
los antiguos participantes.
Hay un colofón poco conocido del experimento Milgram, reportado por Philip
Zimbardo:
Ninguno de los participantes que se negaron a administrar las
descargas eléctricas finales solicitaron que terminara el experimento (que
se dejaran de realizar ese tipo de sesiones) ni acudieron al otro cuarto a
revisar el estado de salud de la víctima sin antes solicitar permiso para
ello.
Seis años después del experimento (durante la Guerra de Vietnam) uno de los
participantes en el experimento envió una carta a Milgram explicándole por
qué estaba agradecido de haber participado a pesar del estrés:
Fui un participante en 1964, y aunque creía que estaba lastimando a otra
persona, no sabía en absoluto por qué lo estaba haciendo. Pocas personas se
percatan cuándo actúan de acuerdo con sus propias creencias y cuándo están
sometidos a la autoridad. [...] Permitir sentirme con el entendimiento de
que me sujetaba a las demandas de la autoridad para hacer algo muy malo me
habría asustado de mi mismo [...] Estoy completamente preparado para ir a la
cárcel si no me es concedida la demanda de objetor de conciencia. De hecho,
es la única vía que podría tomar para ser coherente con lo que creo. Mi
única esperanza es que los miembros del jurado actúen igualmente de acuerdo
con su conciencia [...]
Sin embargo, no todos los participantes experimentaron este cambio en su
vida. De acuerdo con los estándares modernos, los participantes no fueron
totalmente desengañados, y algunas entrevistas de salida indicaron que
muchos participantes nunca entendieron del todo la naturaleza del
experimento.
Los experimentos provocaron críticas emocionales más acerca de la ética del
experimento mismo que sobre los resultados. En la publicación Jewish
Currents (Actualidades judías), Joseph Dimow, un participante en el
experimento de 1961 en la Universidad de Yale, escribió acerca de sus
sospechas tempranas de que "todo el experimento estaba diseñado para ver si
los estadounidenses comunes obedecerían órdenes inmorales, como muchos
alemanes habrían hecho durante el periodo nazi". De hecho este era uno de
los fines explícitos del experimento. Citando del prefacio del libro de
Milgram, Obedience to Authority:
La cuestión surge para saber si hay conexión entre lo que hemos estudiado en
el laboratorio y las formas de obediencia que hemos condenado de la época
nazi.
En 1981 Tom Peters y Robert H. Waterman Jr. escribieron que el Experimento
Milgram y el posterior Experimento Zimbardo en la Universidad de Stanford
eran aterradores en sus implicaciones acerca del peligro que amenazaba en el
lado oscuro de la naturaleza humana.
Interpretaciones
El profesor Milgram elaboró dos teorías que explicaban sus resultados:
La primera es la teoría del conformismo, basada en el trabajo de Solomon
Asch, que describe la relación fundamental entre el grupo de referencia y la
persona individual. Un sujeto que no tiene la habilidad ni el conocimiento
para tomar decisiones, particularmente en una crisis, lo cual llevará la
toma de decisiones al grupo y su jerarquía. El grupo es el modelo de
comportamiento de la persona.
La segunda es la teoría de la cosificación (agentic state), donde, según
Milgram, la esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona
se mira a sí misma como un instrumento que realiza los deseos de otra
persona y por lo tanto no se considera a sí mismo responsable de sus actos.
Una vez que esta transformación de la percepción personal ha ocurrido en el
individuo, todas las características esenciales de la obediencia ocurren.
Este es el fundamento del respeto militar a la autoridad: los soldados
seguirán, obedecerán y ejecutarán órdenes e instrucciones dictadas por los
superiores, con el entendimiento de que la responsabilidad de sus actos
recae en el mando de sus superiores jerárquicos.
Variaciones
En su libro Obedience to Authority: An Experimental View, Milgram describe
diecinueve variaciones de su experimento. Generalmente, cuando la cercanía
física de la víctima era incrementada, la obediencia del participante
decrecía, cuando la distancia física de la autoridad era mayor, la
obediencia del participante incrementaba (experimentos 1 al 4).
Por ejemplo,
en el experimento 2, donde los participantes recibían instrucciones por
teléfono, la obediencia disminuyó en 21 por ciento. Es interesante que
algunos participantes trataron de engañar a la autoridad (el experimentador)
fingiendo que continuaban con el experimento. En la variación donde la
víctima tenía la mayor cercanía física con el participante, cuando los
participantes tenían que mantener físicamente el brazo de la víctima sobre
la placa que generaba la descarga eléctrica, la obediencia decreció. Bajo
esta circunstancia, sólo 30 por ciento de los participantes completaron el
experimento.
En el experimento 8 los participantes fueron mujeres: Anteriormente todos
los participantes habían sido hombres. La obediencia no varió
significativamente, aunque las mujeres manifestaron haber experimentado
mayores niveles de estrés.
El experimento 10 se realizó en una oficina modesta en Bridgeport,
Connecticut, fingiendo que quien realizaba el experimento era la entidad
comercial "Research Associates of Bridgeport" sin conexión aparente con la
Universidad de Yale (para eliminar el factor de prestigio de la Universidad
que influenciara el comportamiento de los participantes). En estas
condiciones la obediencia cayó al 47,5%.
Milgram también combinó el poder de la autoridad con la conformidad. En esos
experimentos los participantes fueron acompañados por uno o dos "maestros"
(también actores, como el aprendiz o víctima). El comportamiento de los
acompañantes afectó fuertemente los resultados. En el experimento 17, cuando
dos maestros adicionales se negaron a cumplir las órdenes, sólo 4 de los 40
participantes continuaron en el experimento. En el experimento 18, los
participantes realizaron una tarea de acompañamiento (leyeron las preguntas
por un micrófono o registraron las respuestas del aprendiz) con otro
maestro, quien completaba la prueba completamente. En esa variación sólo 3
de 40 desafiaron al experimentador.
Recientes variaciones del experimento Milgram sugieren que la interpretación
no supone obediencia ni autoridad, sino que los participantes sufren una
desolación aprendida, donde se sienten incapaces de controlar el resultado,
de manera que abdican a su responsabilidad personal. En un experimento
reciente donde se usó una simulación de computadora en lugar de un aprendiz
que recibía descargas, los participantes que administraban las descargas
eran conscientes de que el aprendiz era irreal, pero aun así los resultados
fueron los mismos.
En la popular serie Basic Instincts, se repitió el experimento Milgram en
2006, con los mismos resultados con los hombres. En un segundo experimento
con mujeres se mostró que ellas eran más proclives a continuar el
experimento. Un tercer experimento, con un maestro adicional para generar
presión, mostró que en esta condición los participantes continuaban con el
experimento hasta el final.
Ejemplos de la vida real
De abril de 1995 a junio de 2004 hubo una serie de engaños, conocidos como
Strip Search Prank Call Scam, en la cual trabajadores de restaurantes de
comida rápida en Estados Unidos recibían una llamada de alguien que decía
ser oficial de policía, quien persuadía a las figuras de autoridad para
desnudar y abusar sexualmente de los trabajadores. El artífice obtuvo un
alto nivel de éxito al persuadir a las víctimas para que realizaran actos
que no habrían realizado en circunstancias normales. El principal sospechoso
de estas llamadas, David R. Stewart, fue encontrado no culpable en el único
caso que ha ido a juicio hasta ahora.
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