El dinero y la felicidad
El dinero y la felicidad
Texto:
http://www.wharton.universia.net/index.cfm?fa=viewArticle&ID=2008
"El que diga que el dinero no puede comprar la felicidad es porque
no sabe dónde ir de compras". Éste es un texto que se puede leer en muchas
pegatinas y camisetas. Pero, ¿cuál es exactamente la relación entre dinero y
felicidad?
Por un lado, la relación resulta obvia. Nadie puede negar que tener
suficiente dinero para cubrir las necesidades básicas –alimentos, abrigo y
vivienda- te hace más feliz, o al menos te libera del estrés que conlleva vivir
bajo serias restricciones. Y cuanto más dinero tienes, más cosas que te
proporcionan felicidad puedes comprar, ya sea el iPhone4, un coche nuevo o una
bufanda de cachemir. Por otro lado, esos objetos materiales no suelen
proporcionarnos la misma felicidad que, por ejemplo, pasar la mañana con tus
hijos en la playa o mantener una buena conversación con un viejo amigo.
|
Efectivamente, tener más dinero nos hace más felices, pero la felicidad
también depende de otras cosas, como vivir -o no- en un país económicamente
avanzado, el modo en que gastas tu dinero, cómo comparas tu riqueza con la de
los demás o qué importancia le concedes a tu tiempo.
En la década de los 70 se podían contar con los dedos de una mano los
investigadores que estudiaban el tema de la felicidad humana, y existían muy
pocos datos fiables que cuantificasen el bienestar individual o nacional. Por
aquél entonces los estudios sugerían que por encima de determinado mínimo los
ingresos sólo tenían un modesto efecto sobre la felicidad.
En cualquier sociedad
la gente rica era más feliz que la gente pobre, pero los ciudadanos de países
ricos no eran mucho más felices que los ciudadanos de países de riqueza media e
incluso pobres. Este resultado, conocido como la Paradoja Easterlin en honor de
Richard Easterlin, el economista que observó esta relación por primera vez,
sugería que era el ingreso relativo –y no absoluto- el que estaba vinculado a la
felicidad. En otras palabras, lo que importa es tener lo mismo que el vecino.
Las investigaciones sobre la felicidad han recorrido mucho camino desde
entonces. Hoy en día se dispone de mejor información y muestras mucho más
representativas para cuantificar tanto los niveles personales como nacionales de
felicidad. Asimismo, mucha más gente trabaja en este campo –desde economistas a
sociólogos y psicólogos-, y ahora la mayoría están de acuerdo en el fuerte
vínculo existente entre el nivel de desarrollo económico de un país y la
felicidad de sus ciudadanos.
De hecho, los líderes políticos –incluyendo el primer ministro británico
David Cameron y el presidente francés Nicolás Sarkozy-, han declarado que puede
que la felicidad sea la clave para mejorar el modo en que se cuantifican los
estándares de vida de un país. En su opinión, en lugar de tener en cuenta
únicamente el producto interior bruto -la cantidad de bienes y servicios
producidos en el país-, también deberían considerarse otros factores como el
grado de satisfacción que tienen los ciudadanos con sus vidas.
No obstante, resulta muy complicado precisar la conexión entre dinero y
felicidad, aunque sea una definición muy sencilla e universal. Algunos críticos
señalan que averiguar cómo determinar el éxito de un país a través de su
bienestar resultaría igual de complicado.
País a país
Los profesores de Empresa y Políticas Públicas de Wharton
Betsey Stevenson y
Justin Wolfers, y
el estudiante de doctorado Daniel Sacks han desenterrado todos los estudios
multinacionales sobre bienestar a los que han tenido acceso y los han cruzado
con las estadísticas internacionales sobre desarrollo económico disponibles. Los
datos recopilados por este equipo cubren un total de 40 años, 155 países y
cientos de miles de individuos. Los resultados muestran que "existe una relación
robusta entre el bienestar y el desarrollo económico", explica Wolfers. Esta
investigación está publicada en un artículo titulado "Subjective
Well-Being, Income, Economic Development and Growth" (“Bienestar, renta,
desarrollo económico y crecimiento subjetivos”).
|
El dinero está estrechamente asociado con el bienestar, un resultado que se
sostiene cuando se compara la felicidad de dos individuos dentro del mismo país
-donde uno es el 10% más rico que el otro-, o la felicidad media de dos países
–donde la renta per cápita de uno supera en un 10% a la del otro-. "La paradoja
de Easterlin intuitivamente tiene sentido, pero parece ser que los resultados
obtenidos en las investigaciones sobre felicidad del pasado no eran hechos, sino
más bien cosas que deseábamos que fuesen ciertas", señala Wolfers. "Se trataba
de una hipótesis tremendamente tranquilizadora; nos permitía dormir mejor por
las noches sin preocuparnos por el sufrimiento humano en Burundi, ya que sugería
que la gente en Burundi era simplemente tan feliz como nosotros".
Easterlin, que da clases en la Universidad de Southern California, no se ha
retractado. El mes pasado publicaba un nuevo artículo en el que concluía que en
37 países del mundo, pobres y ricos, los niveles de bienestar no habían
aumentado al mismo ritmo que sus niveles de renta en el largo plazo. Así, en
Chile, China y Corea del Sur, la renta per cápita se había duplicado en veinte
años pero los informes mostraban incluso ligeros retrocesos en los niveles de
satisfacción de los ciudadanos con sus vidas.
Sin embargo, Wolfers sostiene que el crecimiento económico contribuye a
financiar las inversiones en investigaciones científicas asociadas a vidas más
saludables y longevas. Wolfers señala varios indicadores económicos que tienen
una fuerte correlación con lo que la gente entiende por bienestar. La mortalidad
infantil es uno de ellos. En Estados Unidos la probabilidad de que un recién
nacido fallezca antes de los cinco años ha disminuido considerablemente a lo
largo de los últimos 50 años: hoy en día la probabilidad es 7,8 por cada mil
nacidos, mientras que en 1960 dicha cifra era del 30 por mil. En Burundi, uno de
los países más pobres del mundo (y que está situado en las últimas posiciones en
todos los ranking sobre felicidad en el mundo), la mortalidad infantil en la
actualidad es 166,3 por mil, según datos del Banco Mundial.
En los últimos 30 años, la esperanza de vida en Estados Unidos ha aumentado
prácticamente un año cada década. Hoy en día, si los patrones de mortalidad
actuales se mantienen, se espera que un recién nacido estadounidense por término
medio cumpla los 78,44 años (en 1970 dicha cifra era 70,81 según el Banco
Mundial). En Burundi la esperanza de vida media es 50,43.
"Se han producido diversas transformaciones", dice Wolfers. "La mayor
productividad de Estados Unidos significa que disponemos de opciones que
nuestros amigos de Burundi no tienen. Y dichas elecciones están a nuestro
alcance gracias a nuestro mayor nivel de compra".
En opinión de Wolfers, la renta relativa es importante, pero sólo en los
extremos. "Parece que lo único que nos importa es tener lo mismo que el vecino.
Pero si el vecino vive en un país rico y tú también, los dos estáis más felices
de lo que estarías viviendo en un país pobre. Los niveles de desarrollo
económico son muy diferentes de país a país. La pequeña satisfacción que sientes
cuando superas al vecino realmente no tiene importancia en un país como Burundi,
donde tu preocupación es que tu hijo se está muriendo".
No obstante, a la gente lo que le preocupa es su posición y estatus relativo.
Según Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología en la Universidad de
California, Riverside, que estudia el bienestar humano, en Estados Unidos las
comparaciones y juicios relativos importan mucho. "Las investigaciones sugieren
que sólo cuando te recortan el sueldo, o pierdes tu trabajo, te muestras
considerablemente menos satisfecho con tu vida", explica. "Pero cuando todo el
mundo empeora tus niveles de satisfacción siguen más o menos igual".
Un conocido estudio de hace una década revelaba que la gente prefiere vivir
en un mundo en el que su salario anual fuese 50.000 dólares y el de los demás
25.000, que en un mundo en el que ganase 100.000 dólares y los demás 200.000.
"Para algunos este resultado muestra el lado oscuro de la naturaleza humana,
pero para mí revela una verdad demasiado humana: nos preocupan más las
comparaciones sociales, estatus y posición que el valor absoluto en nuestra
cuenta bancaria o nuestra reputación", señala Lyubomirsky.
Pero independientemente del dinero que tenga cada uno hay estrategias de
consumo que maximizan nuestra felicidad individual. Por ejemplo, gastar dinero
en los demás, bien sea un acto filantrópico o invitando a un amigo a comer, nos
hace más felices que gastar dinero en nosotros mismos. Gastar dinero en
cualquier cosa que fomente el crecimiento personal –clases de francés o de
cocina-, o en actos sociales suele hacernos más felices que gastarlo en
aventuras en solitario.
Gastar dinero en muchas pequeñas cosas en lugar de una única cosa grande
también nos hace más feliz. "El motivo es que si gastas tu dinero en una sola
cosa de gran valor te acostumbras, pero con muchas cosas de pequeño valor se
producen más periodos de adaptación así que la felicidad dura más tiempo", dice Lyubmirsky.
Gastar dinero en experiencias –por ejemplo un viaje especial-, en lugar de
posesiones también nos hace más feliz. "Las experiencias que sean sociales…
probablemente se recuerden más y no son comparables", añade. “No sabes si tu
vecino tuvo una luna de miel mejor que la tuya".
El enfoque filosófico
No obstante, cuando se pregunta a la gente una variación de la cuestión "¿Qué
te hace feliz?", para la mayoría el dinero no ocupa una de las primeras
posiciones. Según el profesor de Gestión de Wharton
Stewart Friedman,
en general, los encuestados suelen responder cosas como cultivar relaciones de
calidad con amigos y familia, hacer una contribución positiva al mundo o "tener
tiempo para ellos mismos, para recuperarse y rejuvenecer".
Friedman, cuyas investigaciones se centran en la intersección entre el
comportamiento organizativo y la integración familiar y laboral, da clases sobre
liderazgo a partir de su experiencia de dos años en Ford. En las clases guía a
estudiantes a través de diversos ejercicios para que identifiquen cuáles son sus
principales valores y sepan reconocer qué es lo que más les importa; luego les
ayuda a averiguar cómo gestionar su trabajo, familia y compromisos con la
comunidad para que sus vidas y valores estén en la misma línea. "Los resultados
que la gente espera tienen mucho que ver con su bienestar y felicidad", dice.
"Quieren contribuir a que el mundo sea un lugar mejor, un lugar más seguro.
Reconocen la importancia de las intenciones".
En opinión de Diener, científico senior en Gallup, después está el tema de
cómo definen los individuos la felicidad. Este verano Gallup realizaba una
encuesta a nivel mundial a más de 136.000 personas en 132 países que incluía
preguntas sobre la felicidad y la renta. También había cuestiones sobre su renta
y estándares de vida, sobre si sus necesidades básicas de comida y vivienda
estaban cubiertas, qué tipo de bienes poseían y si sentían que sus necesidades
psicológicas estaban satisfechas. La encuesta incluía una evaluación global de
sus vidas, ya que pedía a los entrevistados que evaluasen su vida de diez (la
mejor posible) a cero (la peor posible). También preguntaba si se sentían
respetados, si tenían familias y amigos con los que poder contar en caso de
dificultad, y lo libres que se sentían a la hora de elegir sus actividades
diarias.
Los resultados muestran que aunque la satisfacción normalmente aumenta con la
renta, las sensaciones positivas que se experimentan en el día a día no siguen
necesariamente la misma pauta. "Observando el nivel de satisfacción de nuestra
vida –cuando miramos hacia atrás y la evaluamos-, la gente podría decir
En
general está bastante bien. Estoy casado/a, tengo trabajo, tengo salud. Se
puede ver una fuerte correlación en todas partes del mundo entre la renta
individual y nacional y los niveles de felicidad", explica Diener. "Por otro
lado, cuando estudias la felicidad asociada a determinados momentos -¿disfrutas
con tu trabajo? ¿Estás aprendiendo cosas nuevas? ¿Estás pasando tiempo con tus
amigos?- entonces apenas existe correlación con el dinero. Esta felicidad está
fuertemente asociada con otros factores, como sentirse respetado, tener
autonomía y apoyo social o tener un empleo que te llene".
Según Diener, uno de los obstáculos a la felicidad es el "problema de aspirar
siempre a algo más", también conocido simplemente como materialismo. "Las
aspiraciones crecen tan rápidamente que la gente se siente decepcionada con la
cantidad de dinero que gana porque siempre quiere más", señala. "Todos los días
vemos en la televisión películas y programas sobre gente que gana un montón de
dinero y compra yates de 20 millones de dólares. Es algo que ocurre en todas las
partes del mundo; nuestro informe nos dice que en los países en desarrollo hay
más gente que tiene televisores que agua potable en sus casas. Los medios de
comunicación han aumentado rápidamente las aspiraciones de la gente".
Después también está el tema de cómo has conseguido el dinero, cómo lo gastas
y cómo empleas tu tiempo, señala Diener. "Si tienes dinero porque eres el
abogado de una gran empresa, trabajando 80 horas a la semana, entonces
posiblemente estés cansado. Trabajas muchas horas y en tu vida no tienes mucho
tiempo para otra cosa que no sea el trabajo. Posiblemente te gastes tu dinero en
una niñera, una asistenta y todas esas cosas que necesitas para permanecer a
flote, no realmente en cosas que te hacen feliz".
El tiempo, siempre presente
Cassie Mogilner,
profesora de Marketing de Wharton, estudia precisamente este tema. Sus
investigaciones se centran en la relación entre el tiempo y la felicidad, y
estudia cómo la decisión de una persona de pensar en términos de tiempo –en
lugar de dinero- puede influirle de forma que dedicará más tiempo a cosas que le
hagan feliz.
En una serie de experimentos, Mogilner analizaba qué ocurría cuando los
participantes pensaban sobre el tiempo, incluso fugaz o subconscientemente, y si
ello tenía algún efecto sobre su comportamiento y felicidad. El primer
experimento se llevó a cabo online. Se facilitaron a los participantes diversas
palabras relacionadas bien con el tiempo, con el dinero o neutras, y se les
pidió que creasen todas las frases que pudiesen con esas palabras en tres
minutos. (Por ejemplo, en el primer grupo los participantes tenían que construir
frases con términos como “reloj”, “días”, “horas”, mientras que en el segundo se
enfrentaban a palabras como “salud”, “precio” o “efectivo”).
Después, se pedía a los participantes que completasen una encuesta sobre cómo
tenían pensado pasar las próximas 24 horas, donde también debían evaluar cuánta
felicidad les proporcionaban las actividades señaladas. Aquellos que habían
estado en contacto con las palabras vinculadas al tiempo declaraban que pasarían
más tiempo socializando con la familia y amigos o bien teniendo relaciones
íntimas, actividades que además les proporcionaban más felicidad. Pero aquellos
que habían estado en contacto con palabras vinculadas al dinero manifestaban que
iban a pasar más tiempo trabajando o viajando para ir al trabajo, actividades
asociadas con niveles muy bajos de felicidad.
Un segundo experimento se llevó a cabo en una cafetería muy popular entre los
estudiantes universitarios. Cuando los estudiantes entraban se les pedía de
nuevo construir frases con palabras relacionadas con el tiempo, palabras
relacionadas con el dinero o palabras neutras. Después se les dejaba entrar.
Desconocían que en la cafetería había un investigador observando su
comportamiento, mirando si estaban hablando por el móvil, enviando un SMS o
hablando con otras personas o bien trabajando con sus ordenadores o leyendo algo
relacionado con sus estudios.
Al igual que en el primer experimento, aquellos que habían estado en contacto
con palabras relacionadas con el tiempo eran más proclives a estar socializando,
mientras que la probabilidad de estar trabajando era mayor para aquellos que
habían construido frases con palabras relacionadas con el dinero. Cuando los
estudiantes abandonaban la cafetería se les preguntaba que cuantificasen su
nivel de felicidad en ese momento; aquellos que habían estado socializando eran
más felices que aquellos que habían estado trabajando. Los resultados de estas
investigaciones aparecen en el artículo "The
Pursuit of Happiness: Time, Money, and Social Connection" ("Persiguiendo la
felicidad: Tiempo, dinero y conexiones sociales"), publicado en la revista
Psychological Science.
La conclusión obvia es que todos necesitamos pasar más tiempo socializando
con nuestros amigos y seres queridos para ser más felices, ¿no? No
necesariamente, dice Mogilner. "Yo no digo que la gente deba dejar de trabajar.
Para mucha gente el trabajo es una fuente muy importante de satisfacción
personal", explica. "Pero mis investigaciones indican que, además de nuestras
carreras profesionales, también debemos cuidar la familia y las relaciones
sociales. En el margen, cuando estamos pensando en trabajar una hora más en la
oficina o bien irnos a casa y pasar algo más de tiempo con nuestra familia o
amigos, si optas por lo último tendrás más felicidad".
Contacto y comentarios
Puedes comentar este texto aquí: Comentarios
También puedes contactar con el administrador en este enlace: Contacto