Optimismo inteligente. Luis Rojas Marcos.
Optimismo inteligente. Luis Rojas Marcos.
Texto:
http://www.eexcellence.es/index.php?option=com_content&view=article&id=407:francisco-alcaide-&catid=38:mano-a-mano&Itemid=55
Escrito por francisco Alcaide Hernández
A pesar de ser una de las pocas personalidades made in Spain que ha tocado
con los dedos el cielo de Nueva York, el Doctor Marcos –como le conocen al
otro lado del Atlántico– resulta cercano desde el minuto uno de partido.
No es fácil encontrar entre personas que se mueven por las altas esferas
gente sencilla y agradable que no peque de un cierto aire de superioridad.
Este psiquiatra criado profesionalmente en Manhattan es una de esas raras
avis.
Le gusta Nueva York, la ciudad que tan bien le acogió hace cuatro décadas
cuando hizo las maletas y emprendió vuelo a tierras americanas, pero no
olvida sus raíces españolas lo que le lleva a practicar la actividad
literaria en castellano como forma de mantener el contacto con sus orígenes.
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De vez en cuando, mientras camina por la Gran Manzana, se para y charla con
los homeless (sin techo), porque según ha confesado en alguna ocasión
“siente compasión por los que sufren”, una tradición heredada de su abuelo
Miguel, al que no conoció, que dejaba una peseta debajo de la almohada de
los más pobres.
Luis Rojas Marcos pertenece al club de los “optimistas” porque “no se gana
nada no siéndolo”. No debe ser mala opción cuando la NASA, que selecciona a
sus candidatos a astronautas con exquisita delicadeza, incluye entre las
cinco skills más apreciadas el talante optimista del aspirante; y es que
como apunta este experto, los beneficios del optimismo se producen en todos
los ámbitos: en la salud, en las relaciones personales, en el trabajo, en el
deporte o incluso en la política, donde diversos estudios empíricos han
contrastado la relación entre la disposición optimista o pesimista de los
candidatos a presidente de Estados Unidos entre 1900 y 1984 y el resultado
de las elecciones, concluyendo que el electorado prefirió en el 82% de los
comicios al aspirante más optimista en sus discursos.
El optimismo es rentable y su explicación sencilla. El optimista es más
perseverante, lo intenta más veces y eso hace que llegue más lejos. El
pesimista, por su parte, ante las dificultades abandona pronto cumpliéndose
sus pronósticos más derrotistas; o dicho con palabras de Isaac Singer: “Si
continúas diciendo que las cosas van a ir mal tienes buenas probabilidades
de convertirte en un profeta”.
Su contacto cercano con la enfermedad y el dolor le ha servido para extraer
dos lecciones; la primera, el inmenso poder reparador del pensamiento
positivo; el segundo, el afán de esperanza que abunda entre las personas;
hipótesis refrendadas durante casi cuarenta años de profesión y avaladas con
mayor precisión tras los atentados terroristas contra las torres gemelas del
World Trade Center el 11-S de 2001.
Asegura que el mayor enemigo del hombre es la depresión que anula toda
posibilidad de esperanza, y una vida sin esperanza carece de sentido y está
amortizada anticipadamente.
Su nivel de satisfacción con la vida en general, del uno al diez, ronda el
ocho, algo que no es exclusivo, ya que según afirma “está demostrado que la
mayoría de las personas asegura sentirse satisfecha. No puede ser de otra
forma, sino la humanidad no habría podido sobrevivir”. |
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Naturalidad, sencillez, humildad y humanidad son sólo la proa de un
ramillete de virtudes que definen a este andaluz cuyo hablar pausado y
comedido rezuma sabiduría, una sabiduría que sólo está al alcance de quien
sabe no confundir lo “accidental” con lo “esencial”.
Luis Rojas Marcos nació en Sevilla en 1943. De niño, fue al colegio de los
jesuitas y como él mismo confiesa tenía un trastorno de déficit de atención:
“De pequeño era un trasto, trepaba por los árboles, me escapaba de casa...,
no podían conmigo. No aprobaba ni Educación Física ni Religión”.
En una ocasión, con apenas 9 años, le retaron a prender fuego a un monte y
así lo hizo. Acabó en el cuartelillo de la guardia civil de Liendo, entre
Castro Urdiales y Laredo. Después ingresó en el colegio del Santo Ángel,
donde llevaban a los que suspendían y, allí, con 14 años “empecé a aprobar y
todo cambió”.
Desde muy pequeño ya sabía que quería ser médico: “esta ilusión me la
inculcó mi madre. Ella siempre me contaba anécdotas muy interesantes de su
padre, mi abuelo Miguel, a quien no conocí, y que fue médico de Liendo, un
valle pequeño y maravilloso de Cantabria”.
Pasada la adolescencia estudió Medicina en la Universidad de Sevilla donde
se licenció en 1967. Un año más tarde, con apenas 24 años y un inglés de
andar por casa, cogió las maletas y emigró a Estados Unidos para
especializarse en psiquiatría en la ciudad de los rascacielos aunque como
confiesa también para “huir de una situación política, social, familiar y
moral tensa. Cuando decidí marchar, a pesar de los obstáculos normales que
tiene cualquier emigrante, había una parte de mí que se sentía bien, ya que
por aquel entonces en España el ambiente no era muy bueno, y también me fui
huyendo de las tensiones emocionales que yo sentía”.
Nada más aterrizar se compró un libro que decía “cómo aprender inglés en un
mes”, pero como nada se consigue sin esfuerzo, le costó algo más, un año y
medio. Su idea era permanecer uno o dos años pero lleva casi cuarenta y no
hay visos de vuelta definitiva. Las nuevas tecnologías y los aviones le
permiten mantener el contacto con su España natal sin desprenderse del
cariño cultivado en tierras americanas.
De 1982 a 1992 fue Director del Sistema Psiquiátrico Hospitalario Municipal
de Nueva York. En 1992 tomo el mando como Jefe de los Servicios de Salud
Mental, Alcoholismo y Drogodependencias, cargo que ocupó hasta 1995, año en
que fue nombrado Presidente del Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos de
la ciudad neoyorquina, con un área de competencia de 16 hospitales y una
plantilla de 43.000 empleados, hasta que en 2002 abandonó el puesto.
Durante esa etapa le tocó vivir los atentados terroristas del 11-S de 2001
contra las Torres Gemelas del World Trade Center. Testigo privilegiado de
aquella tragedia que le sirvió para escribir una de sus obras, el Dr. Rojas
Marcos confía plenamente en la esperanza que, como decía Alejandro Dumas,
“es el mejor médico que conozco”.
Posee el título de Doctor por las universidades de Bilbao y Nueva York, y
hoy día, más alejado de la gestión hospitalaria, el Dr. Rojas Marcos se
dedica a la docencia como profesor de Psiquiatría de la New York University,
es miembro de la Academia de Medicina de Nueva York, de la Asociación
Americana de Salud Pública y de la Academia Americana de Psicoanálisis.
En nuestro país es Patrono de la Fundación La Caixa y asesor de distintas
instituciones preocupadas por temas sociales y de salud pública. Además, es
conferenciante de Thinking Heads (www.thinkingheads.com) y escritor.
Ha publicado numerosos trabajos de investigación sobre temas psiquiátricos y
de salud pública en Journals científicos de gran prestigio así como otros
tantos libros de su campo de especialidad, entre los que podemos destacar:
“Nuestra incierta vida normal” (2004); “Más allá del 11 de Septiembre”
(2001); “Nuestra felicidad” (2000); “Las semillas de la violencia” (1995)
–con el que ganó el Premio Espasa de Ensayo– o el último de ellos, “La
fuerza del optimismo” (2005), una excelente obra que recomendamos desde
Executive Excellence sobre las ventajas del optimismo en todos los ámbitos
de la vida y que ya ha sido traducida al alemán, italiano, portugués,
catalán y coreano, y de la que se llevan vendidos hasta el momento más de
100.000 ejemplares.
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