El secreto de la felicidad
	
	
	 El secreto de la felicidad
 
	El secreto de la felicidad
	
Texto:
	
	http://filosoferos.blogspot.com.es/2009/01/los-secretos-de-la-felicidad-pinon.html
	
	
	Los secretos de la felicidad
	Piñón - Paladino
	
	Nosotros optamos reflexionar respecto a la total y auténtica felicidad, en 
	qué consiste ésta, de que depende y como es la persona feliz. Para realizar 
	esta tarea nos pareció adecuado desmentir creencias populares acerca de la 
	verdadera felicidad, por ejemplo, que el dinero y los bienes materiales son 
	la fuente de una gran felicidad; de este modo iremos construyendo a lo largo 
	de este ensayo argumentativo una definición de felicidad y un modelo de la 
	persona feliz.
	
	¿El dinero da la felicidad?
	
	
	Ante la pregunta: ¿el dinero hace la felicidad? muchas personas contestan 
	que sí, o que éste contribuye enormemente a forjar una vida plena y 
	absolutamente feliz. Esto se debe a que vivimos en una sociedad de consumo, 
	en la cual, abrumados por la publicidad consumimos objetos, sustancias o 
	servicios innecesarios para la vida, pero la cultura de la que formamos 
	parte nos impone que sí sean imprescindibles; obligándonos a que si 
	decidimos no consumir estos objetos, sustancias o servicios, a vivir de una 
	forma contracultural. 
	 
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	Estas personas piensan que el dinero da la felicidad, porque es necesario 
	para alcanzar el lujo, el confort, y la posesión de objetos suntuosos, lo 
	que puede llegar a dar placer y comodidad, por esto es que se confunde la 
	riqueza u opulencia con felicidad. También argumentan que sin el dinero 
	sería imposible subsistir, y en extremados niveles de pobreza no existe la 
	felicidad. Pero de hecho, hay gente que vive de forma contracultural que no 
	precisa el dinero para subsistir, llevando a cabo sistemas de trueque o 
	autoabastecimiento de alimentos en lugares apartados de la sociedad, en 
	estrecho contacto con la naturaleza. 
	
	Por otra parte, es cierto que la gente considerablemente pobre tiene un 
	nivel bajo de felicidad, pero una vez que se hayan alcanzado unos ciertos 
	ingresos básicos y se ha logrado un poder adquisitivo ligeramente 
	confortable que permite cubrir las necesidades biológicas y psicológicas 
	básicas del ser humano, más allá de este punto no hay un aumento de 
	felicidad paralelo a la riqueza extra. 
	
	Martin Seligman observa que más que 
	el dinero en sí mismo, lo que influye en la felicidad de cada uno es el 
	valor que se le da al dinero, las personas materialistas no son felices, en 
	cambio aquellas que priorizan la familia, los amigos, etcétera, son más 
	felices.(1)
	
	Diógenes decía que pasear por el mercado le causaba mucha gracia y a su vez 
	lo hacía muy feliz por ver tantas cosas que el no necesitaba; él aseguraba 
	que rico no es el que más tiene sino el que menos necesita (2), 
	lo que se conecta con la idea de que los bienes materiales son importantes 
	en la felicidad según el valor que se les de, como lo que asegura Juliet 
	Schor, que la satisfacción proviene de la calidad de vida y no de la 
	cantidad de bienes materiales.(3)
	
	Además aunque se tenga mucho dinero este no asegura un ambiente cómodo y 
	feliz en las personas, en muchos casos el poder económico atrae envidia y 
	conflictos y nos puede convertir en personas superficiales y materialistas.
	
	Ante esto podríamos concluir que el dinero no hace la felicidad, pero si el 
	dinero no da la felicidad ¿qué nos hace felices? 
	
	
	¿Qué nos hace felices?
	
	Hay gente que dice que la verdadera fuente de la felicidad es la religión, 
	puesto que las personas muy religiosas suelen tener una gran esperanza en el 
	futuro, Seligman dice que está “fuerte esperanza en el futuro” hace que la 
	gente se sienta realmente bien consigo misma y con el mundo.(4) 
	Pero todo esto no quita la posibilidad de que personas no religiosas no 
	tengan esta “fuerte esperanza en el futuro”, es más es muy probable que haya 
	personas no religiosas optimistas acerca de su futuro.
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	De la misma manera que se cree que la religión esconde el secreto de la 
	felicidad, el matrimonio también es considerado la base de la felicidad. 
	Esto se debe a que las relaciones fuertes y estables hacen a las personas 
	estar satisfechas consigo mismas. Pero si el matrimonio origina la felicidad 
	¿por qué hoy en día hay tantos divorcios? ¿acaso la gente se cansa de ser 
	feliz?
	
	Por lo tanto ni la religión ni el matrimonio dan la felicidad, aún así no 
	hemos llegado a una definición de felicidad, sabemos que cosas no la 
	producen, mas no sabemos que cosas si lo hacen, por lo que recurriremos a 
	los filósofos griegos. Ellos encontraron distintas respuestas a lo que es la 
	felicidad, unos creían que ser feliz es autorrealizarse, alcanzar las metas 
	propias del ser humano, el eudemonismo. Otros pensaban que ser feliz es ser 
	autosuficiente, valerse por sí mismo sin depender de nada ni nadie. Y por 
	último estaban los que creían que ser feliz es experimentar placer y 
	conseguir evitar el dolor, hedonismo. A pesar de las discrepancias y la 
	posibilidad de variadas posturas acerca de que es lo que fragua a la 
	felicidad, todos acordamos en que la felicidad es un bien perfecto, que se 
	busca por sí mismo y no por otro superior a él; un bien suficiente por sí 
	mismo, de modo que quien lo posee ya no desea otra cosa y un bien que todos 
	buscamos a lo largo de la vida, como un objetivo a cumplir.
	
	Nosotros nos inclinamos más a una postura relacionada con el eudemonismo, 
	puesto que creemos que la felicidad tiene poco que ver con el placer, y 
	mucho con el desarrollo de nuestras fortalezas personales y nuestro carácter 
	tanto como el logro de nuestras metas. 
	
	Placer y gratificaciones
	
	Creemos que para ser feliz se debe distinguir entre placer y 
	gratificaciones. 
	
	Seligman define los placeres como “…delicias que tienen componentes 
	claramente sensitivos y emocionalmente fuertes que requieren pensar poco.” y 
	gratificaciones como flujos de experiencias. Son actividades que disfrutamos 
	haciendo pero que no están necesariamente acompañadas de sentimientos 
	primarios. 
	
	Las gratificaciones duran más que los placeres y están aseguradas por 
	nuestras fuerzas y virtudes. La felicidad sería el conjunto de 
	gratificaciones; cuantas más gratificaciones tenga una persona, más feliz 
	será. Pero para conseguir experimentar estas gratificaciones es necesario 
	fortalecer nuestras virtudes, desarrollar nuestro carácter, proponernos 
	metas y lograr cumplirlas. 
	
	Virtudes y talentos
	
	Para comprender esto es necesario poder diferenciar virtudes de talentos. 
	Todos nosotros nacemos con talentos, por lo pronto, somos automáticamente 
	buenos en ellos, y las virtudes, nosotros las elegimos desarrollar. Nos 
	inspira más, dice Seligman, una persona que vence un obstáculo para lograr 
	algo, que una que lo hace por simple capacidad natural.(5) Es un 
	grave error desperdiciar nuestra vida intentando corregir nuestras 
	debilidades, más bien el éxito en la vida y la genuina felicidad procede del 
	desarrollo de nuestras virtudes.
	
	Conseguiremos ser felices mientras ampliemos y desarrollemos nuestras 
	virtudes, alcancemos proyectos o misiones que nos ayuden a crecer como 
	personas, hagamos prosperar nuestro carácter con el apoyo de nuestras 
	virtudes.
	
	Felicidad. Conclusiones.
	
	Con este proceso de indagación y profunda reflexión podemos llegar a la 
	conclusión de cómo sería el modelo de una persona feliz. La persona feliz 
	desarrollaría su personalidad moral puliendo en sí mismo virtudes 
	universales como la sabiduría, el conocimiento, el amor, la justicia, la 
	templanza y la espiritualidad entre otras, lo que logrará cultivando 
	cualidades personales como la originalidad, el valor, la integridad, la 
	lealtad, la amabilidad, la imparcialidad y la solidaridad.
	
	Lo que lo hará una persona con una vida social rica y plena; sería, también, 
	muy optimista con respecto a su futuro, esta persona priorizaría la familia, 
	los amigos y los valores morales ante el dinero, el lujo, el confort, la 
	opulencia, etc.
	Esta persona suele llevar a cabo una relación de pareja fuerte, estable y 
	monogámica. La persona feliz es libre de decidir por sí misma. Quien es 
	feliz siente satisfacción y bienestar, logra grandes momentos de placer pero 
	también sufre dolor como cualquier ser humano.
	
	Concluyendo, ser verdaderamente feliz no es más que crecer como persona y 
	experimentar grandes gratificaciones a lo largo del desarrollo de la 
	personalidad moral.
	
	Notas
	
	1 Seligman, M. “La auténtica felicidad”
	2 Diógenes, filósofo griego cínico del siglo IV a a.C.
	3 Schor, J. “The politics of consumption”
	4 Seligman, M. Op. cit.
	5 Seligman, M. Op. cit.
	
	
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