Delegar. El dilema de quiero pero no puedo
Delegar. El dilema de quiero pero no puedo.
Texto:
http://www.guiarrhh.com/articulos.asp?id=564
Por Diego Lo Destro
¿Cuántas veces oyó hablar de delegar? ¿Cuántas veces más hizo el esfuerzo de
delegar sólo para descubrirse recuperando el control sobre lo delegado?
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En esta ocasión me propongo exponer una interpretación del fenómeno de la
delegación. Antes de comenzar, planteo la pregunta: ¿de qué hablo cuando
hablo de delegar? Nótese que estoy utilizando la capacidad recursiva del
lenguaje. Analicemos esa palabra en distintos contextos.
Cuando alguien representa a un conjunto de trabajadores se le llama
“delegado”. ¿Qué se delegó sobre él?
Se habla también de “delegación”, es decir un grupo de personas que
representa a una entidad frete a otra. Nuevamente, ¿qué se delega sobre la
delegación?
En todos estos contextos se reivindica el concepto de representación. Un
delegado es un representante, y una delegación es un conjunto de
representantes.
Muchos hablan de delegar responsabilidades. Pero, ¿es posible esto?
Analicemos esta posibilidad: imaginemos que le encargamos una tarea a un
conducido. Esta persona, por múltiples razones, no realiza dicha tarea
correctamente. ¿Quién debe responder por las falencias de dicho trabajo? ¿El
trabajador que la hizo o la persona que delegó la tarea? ¿Qué sucedería si
este último dijese algo como: “Mire, la responsabilidad no es mía, yo la
delegué en mi empleado”. ¿No es verdad que suena infantil e irresponsable?
Como podemos notar, la responsabilidad no es delegable porque es inherente
al cargo o rol ocupado. Entonces, ¿qué estamos delegando? Volvamos a asociar
“delegar” con “representar”.
Cuando un grupo de trabajadores elije un delegado, le está otorgando a este
la representación del grupo sobre una determinada entidad. Este tiene el
poder de tomar decisiones por el grupo, delante del gremio u otras personas.
A su vez, a una delegación se le confiere el poder de hablar en el nombre
del país al que representa. Cuando hablamos de poder no nos referimos a
poder sobre otros, sino a la capacidad para obrar en representación.
Por ende, cuando delegamos, lo que hacemos es conferir poder a otros. Poder
para actuar, para obrar. Ahora bien, el hecho de que no se delega la
responsabilidad, ¿implica que no es responsable de cómo realice el trabajo?
Por supuesto que no. Ya que la responsabilidad no se delega, pero sí se
asume. Cuando otorgo determinado poder a otros para actuar en mi
representación frente a un determinado trabajo, estos a su vez asumen una
determinada responsabilidad al aceptar dicho poder.
Parte del poder que tenemos como directivos o líderes lo delegamos
(repartimos) en ciertas personas que asumen determinadas responsabilidades.
Ahora bien, cuando se asumen responsabilidades hay otro factor que estamos
delegando: libertad. Cuando decimos libertad, nos referimos a la capacidad
de tomar decisiones propias con responsabilidad. En definitiva, cuando
hablamos de delegar nos referimos al poder de tomar decisiones con libertad
que le conferimos a una determinada persona en representación nuestra. Es
esta libertad para actuar que otorgamos de forma implícita con el poder, lo
que hace de la delegación un riesgo, ya que la libertad implica también
libertad para equivocarse y aprender de los errores.
Brindaré algunos parámetros básicos a tener en cuenta tomando en
consideración lo ya planteado:
1) Permitamos que la persona se exprese en relación con cómo realizaría el
trabajo, sin criticar ni juzgar.
2) Dejemos que se equivoque. Veamos el error como una posibilidad de
aprendizaje mutuo, quizás preguntándole: ¿Qué podrías haber hecho distinto?
¿Cómo lo harías la próxima vez? ¿En qué te basaste para tomar esa decisión?
¿Cómo podrías cambiar el curso de los acontecimientos?
3) Acordemos un momento de rendición de cuentas sobre el trabajo. Por
ejemplo: “¿Qué te parece si el miércoles nos reunimos para analizar cómo
avanza la tarea y a qué dificultades te enfrentaste?”.
4) Dejar bien claro cuál es el objetivo final, la meta a lograr.
5) Brindar reconocimiento efectivo, si se alcanza; en caso contrario volver
al punto 2.
Delegar es otorgar poder, permitir que tomen decisiones, que asuman
responsabilidades, que utilicen su libertad de una forma productiva.
Al delegar de esta manera, se propicia el estado de flujo, la creatividad,
los actos concientes, y se incentiva a la persona motivándola a lograr
objetivos que le incrementen su autoestima. Cuando una persona tiene
autoestima, siente confianza en sí misma, confianza en que su trabajo será
valorado y reconocido, confianza que le permitirá creer en sí mismo y en sus
capacidades. Todo eso acrecentará su confiabilidad, y al convertirse en una
persona confiable nos sentiremos tentados a otorgarle más poder, más
libertad, formando un círculo virtuoso ad infinitum.
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