El principio de Dilbert y los 10 pecados capitales del jefe
El principio de Dilbert y los 10 pecados capitales del jefe.
Primera parte.
El principio de Dilbert alude a una observación satírica de los años 1990
que afirma que las compañías tienden a ascender sistemáticamente a sus
empleados menos competentes a cargos directivos para limitar así la cantidad
de daño que son capaces de provocar.
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El término fue acuñado por Scott Adams, un graduado MBA de la Universidad de
Berkeley y creador de la tira cómica Dilbert. Adams explicó el principio en
un artículo del Wall Street Journal de 1996. Adams amplió entonces su
estudio del principio de Dilbert en un libro satírico de 1996 con el mismo
título, que es lectura obligatoria o recomendada en algunos cursos de
gestión y MBA. Se han vendido más de un millón de ejemplares del libro
y permaneció 43 semanas en la lista de los más vendidos del New York Times.
Aunque los académicos pueden rechazar la veracidad del principio, señalando
que contradice las técnicas de gestión de recursos humanos tradicionales, se
originó como una forma de sátira sobre un asunto muy discutido en el mundo
empresarial. Desde entonces la teoría ha cosechado cierto apoyo de negocios
y gestores. Por ejemplo, Guy Kawasaki de Apple Computer dijo: «Hay dos tipos
de compañías, las que reconocen que son exactamente como la de Dilbert y las
que también lo son pero aún no lo saben.»
El principio de Dilbert es una variación del principio de Peter, que trata
sobre la práctica de las organizaciones jerárquicas de usar los ascensos
como forma de recompensar a los empleados que demuestran ser competentes en
sus puestos actuales, afirmando que, debido a esta práctica, un empleado
competente terminará siendo ascendido a un puesto en el que será
incompetente, y donde permanecerá. El principio de Dilbert, de otra forma,
indica que los empleados incompetentes son ascendidos intencionadamente para
evitar que produzcan daños (como reducir la calidad del producto, ofender a
los clientes, a los empleados, etcétera).
El Principio de Dilbert utiliza la
idea de que en determinadas situaciones, los puestos superiores de una
organización pueden tener muy poca relevancia en la producción real y que la
mayoría del trabajo productivo y real en una compañía se hace por personas
de la parte baja de la escala de poder. Es también posible ver ambos
principios simultáneamente en una misma organización.
Segunda parte.
El “Principio de Dilbert” y los 10 pecados capitales del jefe
1. Que el jefe no ejerza como tal. |
2. Que el jefe mande, pero no lidere.
Tomar decisiones, pero ser incapaz de
convertirlas en algo que los demás compartan. Existen jefes que parecen
empeñados en distanciarse de sus subordinados, lo que hace imposible su
liderazgo. Una de las características del líder es su capacidad para crear
un equipo. Consigue que el conjunto esté por encima de la suma de las
individualidades.
3. El jefe es muy prepotente.
4. Oír pero no escuchar.
Escuchar lo que no se quiere oír es incómodo,
difícil, pero necesario. El buen jefe que sabe escuchar obtiene valiosa
información que le hace cuestionarse decisiones y formas de funcionamiento:
tendrá más probabilidades de acierto. No escuchar mata. La empresa que no
escucha a sus trabajadores, proveedores y clientes, muere.
5. Peder el control.
Ya escribió Albert Einstein que dar ejemplo no es la
principal manera de influir en los demás: es la única manera.
6. Anteponer los resultados concretos a hacer las cosas bien.
Transmitir que
uno quiere hacer las cosas bien, tiene mucho más fundamento que definir el
objetivo en una cifra nominal e imponérselo a los demás. En la carrera por
la calidad no existe línea de meta, nos recuerda Kearns.
7. No despedir a los empleados o directivos perjudiciales.
8. No pensar antes que nada en los clientes.
Aunque todas las empresas dicen
orientarse al cliente, el jefe es, en muchas ocasiones, el principal
entorpecedor de este noble propósito.
9. Tener miedo, o dividir.
El miedo paraliza a las personas y
organizaciones. Y, lo que es aún más grave, el miedo a los posibles
competidores internos obsesiona a los malos jefes, más pendientes de
sobrevivir que de la eficacia de su gestión.
10. Ser injusto.
Justicia es el deber de dar a cada cual lo suyo, tarea nada
fácil en el seno de una empresa.
Fuentes:
Texto primera parte:
http://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_Dilbert
Texto segunda parte:
http://internalcomms.com.ar/el-principio-de-dilbert/
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