El principio de Dilbert y los 10 pecados capitales del jefe

Creado: 24/10/2012 | Modificado: 30/1/2013 3531 visitas | Ver todas Añadir comentario



El principio de Dilbert y los 10 pecados capitales del jefe.

Primera parte.

El principio de Dilbert alude a una observación satírica de los años 1990 que afirma que las compañías tienden a ascender sistemáticamente a sus empleados menos competentes a cargos directivos para limitar así la cantidad de daño que son capaces de provocar.
 


El término fue acuñado por Scott Adams, un graduado MBA de la Universidad de Berkeley y creador de la tira cómica Dilbert. Adams explicó el principio en un artículo del Wall Street Journal de 1996. Adams amplió entonces su estudio del principio de Dilbert en un libro satírico de 1996 con el mismo título, que es lectura obligatoria o recomendada en algunos cursos de gestión y MBA.  Se han vendido más de un millón de ejemplares del libro y permaneció 43 semanas en la lista de los más vendidos del New York Times.

Aunque los académicos pueden rechazar la veracidad del principio, señalando que contradice las técnicas de gestión de recursos humanos tradicionales, se originó como una forma de sátira sobre un asunto muy discutido en el mundo empresarial. Desde entonces la teoría ha cosechado cierto apoyo de negocios y gestores. Por ejemplo, Guy Kawasaki de Apple Computer dijo: «Hay dos tipos de compañías, las que reconocen que son exactamente como la de Dilbert y las que también lo son pero aún no lo saben.»

El principio de Dilbert es una variación del principio de Peter, que trata sobre la práctica de las organizaciones jerárquicas de usar los ascensos como forma de recompensar a los empleados que demuestran ser competentes en sus puestos actuales, afirmando que, debido a esta práctica, un empleado competente terminará siendo ascendido a un puesto en el que será incompetente, y donde permanecerá. El principio de Dilbert, de otra forma, indica que los empleados incompetentes son ascendidos intencionadamente para evitar que produzcan daños (como reducir la calidad del producto, ofender a los clientes, a los empleados, etcétera).

El Principio de Dilbert utiliza la idea de que en determinadas situaciones, los puestos superiores de una organización pueden tener muy poca relevancia en la producción real y que la mayoría del trabajo productivo y real en una compañía se hace por personas de la parte baja de la escala de poder. Es también posible ver ambos principios simultáneamente en una misma organización.


Segunda parte.


El “Principio de Dilbert” y los 10 pecados capitales del jefe
 

1. Que el jefe no ejerza como tal.
Que no mande, o que, mande demasiado. Por el conocido principio de Peter de que todos ascendemos hasta alcanzar nuestro máximo nivel de incompetencia, muchos de los que fueron eficaces compañeros degeneran al alcanzar puestos de mayor responsabilidad para convertirse en malos jefes.

Para mandar, hay que saber delegar. La esencia del mando radica en la delegación de funciones y tareas a un tercero, al que debe proporcionarle las herramientas adecuadas y al que controla y evalúa. Cuando un jefe no manda, la indecisión comienza a rodar hacia abajo para convertirse en una gran bola de nieve con mezcla de incertidumbre, tedio y desmotivación.


2. Que el jefe mande, pero no lidere.
Tomar decisiones, pero ser incapaz de convertirlas en algo que los demás compartan. Existen jefes que parecen empeñados en distanciarse de sus subordinados, lo que hace imposible su liderazgo. Una de las características del líder es su capacidad para crear un equipo. Consigue que el conjunto esté por encima de la suma de las individualidades.

3. El jefe es muy prepotente.

4. Oír pero no escuchar.
Escuchar lo que no se quiere oír es incómodo, difícil, pero necesario. El buen jefe que sabe escuchar obtiene valiosa información que le hace cuestionarse decisiones y formas de funcionamiento: tendrá más probabilidades de acierto. No escuchar mata. La empresa que no escucha a sus trabajadores, proveedores y clientes, muere.

5. Peder el control.
Ya escribió Albert Einstein que dar ejemplo no es la principal manera de influir en los demás: es la única manera.

6. Anteponer los resultados concretos a hacer las cosas bien.
Transmitir que uno quiere hacer las cosas bien, tiene mucho más fundamento que definir el objetivo en una cifra nominal e imponérselo a los demás. En la carrera por la calidad no existe línea de meta, nos recuerda Kearns.

7. No despedir a los empleados o directivos perjudiciales.

8. No pensar antes que nada en los clientes.
Aunque todas las empresas dicen orientarse al cliente, el jefe es, en muchas ocasiones, el principal entorpecedor de este noble propósito.

9. Tener miedo, o dividir.
El miedo paraliza a las personas y organizaciones. Y, lo que es aún más grave, el miedo a los posibles competidores internos obsesiona a los malos jefes, más pendientes de sobrevivir que de la eficacia de su gestión.

10. Ser injusto.
Justicia es el deber de dar a cada cual lo suyo, tarea nada fácil en el seno de una empresa.


Fuentes:

Texto primera parte: http://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_Dilbert
Texto segunda parte: http://internalcomms.com.ar/el-principio-de-dilbert/




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