La educación del talento. José Antonio Marina
La educación del talento
Texto:
http://confiesoqueheleido.blogspot.com.es/2011/01/la-educacion-del-talento-jose-antonio.html
Cuando hablamos con preocupación de la situación de la educación, solemos
centrarnos en la enseñanza reglada, olvidando otros elementos al menos tan
relevantes. Todos coincidimos en que la familia es otra pieza clave de la
educación; difícil es la tarea de un profesor si no cuenta con el respaldo y
apoyo de los padres del alumno.
Pero con más frecuencia olvidamos otros dos factores que condicionan
igualmente la educación de nuestros hijos (en general, la educación como
habilidad para aprender y desarrollar nuestras potencialidades, sea cual sea
nuestra edad), como son la cultura y la sociedad.
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La cultura como conjunto de conocimientos, actitudes y talentos fruto de un
largo proceso de decantación que refleja nuestro modo de entender la vida y
nos inserta en un cuadro completo y coherente (lo que no impide cierto grado
de adaptación y flexibilidad) que facilita la comprensión de nuestro
entorno, nuestra posición en la vida y nuestra relación con los otros.
Hay culturas que favorecen la iniciativa individual, la asunción de riesgos
y sus consiguientes responsabilidades, que no penalizan el fracaso pero
premian el éxito. En el lado opuesto, hay culturas en las que la acción
colectiva prima sobre la individual, en las que la estabilidad es un valor y
desconfían de cualquier modo de diferenciación que rompa la homogeneidad
social. Culturas que favorecen o toleran la violencia y culturas que la
limitan, culturas que fomentan el respeto por el otro o culturas que elevan
barreras.
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Dependiendo de la cultura en la que nos desenvolvamos, nuestra vida
potenciará unas habilidades en detrimento de otras. Queda margen para la
decisión y el carácter individual, por supuesto, pero en términos generales,
el condicionante cultural será un elemento muy relevante.
El otro factor apuntado que afecta directamente a nuestra capacidad de
aprendizaje y al modo en que lo hacemos es el entorno social en el que nos
desarrollamos. Éste es un elemento más inmediato y cambiante que la cultura,
y quizá por ello, igual o más influyente.
Una sociedad que prime el éxito rápido generará unos alumnos diferentes
a otra sociedad en la que el aplazamiento de la recompensa suponga un
estímulo, no un freno, a nuestros esfuerzos.
Una sociedad que no valore la formación y la educación, que
convierta en referencia para sus jóvenes modelos de conducta que hacen gala
de su escasa preparación, está favoreciendo que sus próximas generaciones
repliquen dicho modelo.
Todo el trabajo de profesores y padres suele quedar en nada cuando se
enfrenta a las opiniones de los compañeros de pupitre o a los estereotipos
que divulgan la publicidad o las series de moda. Cuando estos valores son
asumidos por la sociedad en su conjunto, o cuando no se ofrece un marco
alternativo coherente y atractivo, poco o nada se puede hacer.
En conclusión, sobre los pobres y sufridos alumnos se ciernen fuerzas con
fines y objetivos dispares. El sistema institucionalizado de enseñanza (con
sus vaivenes políticos), la familia, la cultura y la sociedad, todo ello
luchando por educar a nuestros hijos para un entorno igualmente complejo y
con todas las incertidumbres sobre el futuro que podamos imaginar. Porque,
¿qué tipo de educación requieren nuestros hijos para los desafíos del año
2025? ¿Podemos siquiera anticipar cuáles serán?
Ante este panorama, José Antonio Marina decidió hace varios años fundar la
Universidad de Padres con el fin de orientar y formar a padres (también a
docentes) en las habilidades y técnicas que mejor puedan ayudar a hijos y
alumnos para los retos del mañana fomentando los talentos que todos tenemos
desde una perspectiva global, no sólo de conocimientos. Las aspiración por
tanto no es el éxito escolar sino el éxito vital.
Como extensión de los trabajos de esta Universidad se ha lanzado la
Biblioteca de Padres (de la mano de la editorial Ariel) en la que se
publicarán diversos libros de los que La educación del talento es el primero
hasta la fecha.
En este libro, Marina hace un análisis de los factores citados anteriormente
que influyen en la educación y elabora una teoría de la inteligencia que
descompone en dos grandes facetas complementarias de cuyo equilibrio
dependerá el éxito del alumno, entendido por tal no los resultados
académicos sino la capacidad de aprender y llevar a la práctica lo
aprendido, de guardar coherencia entre lo pensado y lo vivido o, en resumen,
su capacidad para ser razonablemente feliz.
Al hilo de las nuevas tecnologías, el libro viene complementado por una
interesante página web en la que, capítulo por capítulo, se incluyen
numerosos documentos, artículos, referencias bibliográficas, videos, etc.
todos ellos de grandes expertos en cada una de las materias (motivación,
creatividad, inteligencia emocional, …). Toda una invitación para aquellos
cuya curiosidad haya sido picada por la lectura del libro o para quienes
quieran aprender un poco más en esta ingente tarea.
Entrando en materia, el primer elemento que funda la inteligencia lo
denomina inteligencia generadora, que es la encargada de elaborar respuestas
a problemas concretos, aquella que sueña con ideas (no necesariamente
realizables o útiles), que mira el mundo que le rodea sin dar por válido y
definitivo ningún elemento, admitiendo la capacidad para cambiar el entorno.
Esta inteligencia, que muchas veces actúa a nivel inconsciente, es también
la responsable de generar habilidades como la motivación, la empatía o la
creatividad y la labor de padres y profesionales de la enseñanza consiste
precisamente en potenciarla creando un entorno de autoconfianza, libertad,
capacidad crítica y sociabilidad.
Por otro lado, tenemos a la inteligencia ejecutiva cuya misión principal
consiste en recibir las ideas que le aporta la inteligencia generadora y
descartar aquellas que no resulten practicables, las que no resulten
adecuadas a las circunstancias o las que puedan complicar más que resolver.
Es, por tanto, la que actúa como baluarte defensivo, la que devuelve al
taller de ideas todo aquello que rechaza, forzando a la inteligencia
generadora a superarse a sí misma, a reelaborar su análisis con nuevas
informaciones y a lograr así una mejor respuesta que volverá a ser filtrada
hasta su aceptación definitiva.
Y entonces comienza la siguiente tarea de la inteligencia ejecutiva, tal vez
la más importante, la que completa el proceso del talento y que consiste en
llevar a la práctica la idea, planificar su aplicación, mantener la
constancia y el esfuerzo, perseverar hasta que la idea se hace realidad.
De nada sirve una creatividad desbordante si no tenemos suficiente capacidad
crítica para comprender qué sirve y qué no. Pero tampoco podemos desarrollar
nuestro talento sino somos capaces de alentar esa creatividad. Finalmente,
no lograremos nuestros objetivos si carecemos de la constancia suficiente
para lograr nuestros objetivos o si no sabemos evaluar los resultados para
poder adaptar nuestros proyectos. Por tanto, el equilibrio de todos estos
elementos será lo que determine el desarrollo de nuestras capacidades y el
éxito vital a que hacíamos referencia. .
Marina señala igualmente la importancia de la evaluación de los resultados,
de contrastar lo esperado con lo logrado de modo que aprendamos de nuestros
errores y vayamos matizando nuestras decisiones, acomodándolas mediante un
ajuste fino a la realidad, desarrollando así una inteligencia social que nos
integre en nuestro entorno.
Pero en definitiva, ¿qué pueden hacer los padres para que este pequeño
milagro tenga lugar? Poco, la verdad. Deben favorecer y alentar la
creatividad de sus hijos evitando la profecía de la tía que crió a John
Lennon, “la guitarra está bien, pero nunca te ganarás la vida con ella”.
Pero al tiempo hay que formar (formarnos, esto sirve para todos) en un
espíritu crítico que ayude a ser conscientes de nuestras posibilidades; que
desarrolle la confianza en uno mismo y la estructure en torno a unos
principios de libertad y respeto.
¿Que cómo se hace? En fin, si la respuesta fuera sencilla y pudiera
contenerse en las páginas un libro es seguro que éste no sería necesario.
Las respuestas son vagas y nunca podemos recurrir a reglas generales, cada
momento y persona necesitan de un tipo de estímulo diferente. De lo que no
cabe duda es de que ese estímulo, ese disparo en la diana que sirve para
propulsar nuestros talentos existe, sólo debemos encontrarlo.
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