La educación que nos trajo la LOGSE. Segunda parte

Creado: 3/12/2012 | Modificado: 30/1/2013 2708 visitas | Ver todas Añadir comentario



La educación que nos trajo la LOGSE. Segunda parte.

Texto: http://www.hottopos.com.br/videtur10/logse.htm

La Educación que nos Trajo la LOGSE*
Opiniones de un profesor de enseñanza secundaria del sistema público español (Murcia, España)
Miguel Ángel García Olmo

Los planteamientos de la LOGSE

En la trastienda de la ley que alumbró la reforma educativa acometida en España a partir de 1990 se encuentra lo que los cultivadores de la psicología evolutiva han dado en llamar "concepción constructivista del aprendizaje", un modelo que dice arrancar de los trabajos publicados en los años cincuenta por INHELDER y PIAGET sobre el "pensamiento formal" (p. ej., B. Inhelder y J. Piaget, De la lógica del niño a la lógica del adolescente, 1955), así como de las correcciones que éste mismo fue sucesivamente introduciendo a los primeros esbozos de su teoría (J.Piaget, La evolución intelectual entre la adolescencia y la edad adulta. Informe del III Congreso Internacional FONEME sobre la formación humana de la adolescencia a la madurez. Milán 1970-72; Le possible, l´impossible et le nécessaire. Archives de Psychologie, 44, 281-299. 1976; Le réel, le possible et le nécessaire. Actes XXI Congrès International de Psychologie. París, 1978).
 


Entre los autores hispanos que, con sus recientes incursiones en el campo de la pedagogía y de la psicología -y en determinados casos con su protagonismo personal en la redacción de la actual ley educativa-, han ido asentado los presupuestos conceptuales sobre los que poder desarrollar la reforma, se cuentan J. I. POZO, Mario CARRETERO, José A. LEÓN CASCÓN, C. COLL o Álvaro MARCHESI.

Por mor de la brevedad y aun a riesgo de caer en una simplificación excesiva, quizás pueda condensar todo el "espíritu" psicológico-pedagógico de la LOGSE en un par de conceptos, a saber, aprendizaje significativo y comprensividad, ideas éstas que se han convertido en leit motiv de una pintoresca forma de entender la educación, que, a mi modo de ver, obedece -una vez más en este castigado siglo XX- a un desconocimiento voluntario de la naturaleza humana. Pero más allá de este opinable telón de fondo, la LOGSE y toda la abundante literatura jurídica, administrativa y docente que la arropa se caracterizan por las siguientes realizaciones asaz discutibles también:

- La acuñación de una terminología oscura que dificulta enormemente la correcta intelección de las medidas que introduce la reforma. Términos y expresiones como secuenciación, actitudinal, priorización, temporalización, tutorial, tutorizar, tutorando/a (éste es monstruoso), diseño curricular, módulo formativo, transición a la vida activa, segmento de ocio o contenido transversal, que hoy dominan el panorama educativo español, no pertenecen a la lengua española, sino que, cuando no son inventadas, se trata de anglicismos reprobables.
Probablemente nos hallemos ante un metalenguaje acuñado para dominar mediante el miedo a lo desconocido y para justificar disparates; una jerga que ha sido elevada a rango de ley, convirtiendo a la LOGSE y a sus desarrollos en una de las peores experiencias legislativas de las que se tiene noticia en España por su deficiente y perversa técnica jurídica. Respecto a su condición conculcadora del respeto que merece nuestra lengua, profanada por quienes pasan por cultos y pretenden tejer el entramado educativo del que depende la formación de generaciones enteras, me remito a las tempranas e inequívocas críticas que mereció la redacción de tan penoso texto legal al director de la Real Academia Española, don Fernando LÁZARO CARRETER.

- La instauración de una suerte de cuerpo de guardianes de las esencias de la LOGSE -reedición laica de los antiguos directores espirituales-, de los que no puede zafarse ningún Instituto: los psicopedagogos, responsables de la desnortadora orientación de nuestros alumnos. La presencia de esta nueva e influyente figura entre el personal docente es una de las fulgurantes creaciones de la reforma.

- La materialización de un implacable prejuicio -nunca confesado- contra todo lo que lleve a la excelencia, que a la vez se pretende compensar o disimular con una burocracia rampante que hace del trabajo de enseñar el permanente naufragio en un océano de papeles y cuestionarios que hoy es. Conceptos que hasta el presente cualquiera identificaba con "lo educativo", tales como exigencia, espíritu de sacrificio, estudio personal, responsabilidad, rigor científico, afán de superación, curiosidad, esfuerzo intelectual, voluntad, amor por la obra bien hecha han quedado definitivamente rebasados por la arrolladora supremacía de lo lúdico y sepultados bajo los incomprensibles dictámenes e informes elaborados al cabo de infinitos trámites y soporíferas reuniones del profesorado que se adentran en la noche. En definitiva, aquellas palabras y todo lo que conllevaban queda virtualmente proscrito en la reforma que deriva de la LOGSE, la cual formula un juicio tácito, mediocre, pesimista y enfermizo contra la capacidad humana de sobreponerse a las condiciones presentes y de ir abriendo nuevos horizontes personales y colectivos.

Para poder presentar tal plantel -y la consiguiente rebaja de la calidad de la enseñanza que acarrea- de forma que pueda ser asumido por una ciudadanía en buena medida indiferente hacia el hecho educativo, se usa profusamente de argumentos demagógicos de corte populista en el sentido de pretender integrar a todos en todo "sin distinción ni discriminación alguna". Ni que decir tiene que la forma de resolver los continuos brotes de indisciplina o el grave retraso general -entre otras desagradables situaciones derivadas del hecho de que convivan en la misma aula adolescentes altamente motivados, con otros a los que sólo mantiene allí la obligación- no se contempla en los textos.

- La creación de un complejo entramado de directrices "políticamente correctas" a las que se bautiza como Contenidos transversales, y cuya labor de inculcación al alumno compete forzosamente a todos y cada uno de los profesores sin excepción; para poderlo llevar a efecto, el docente, en principio, deberá aprovechar cualquier oportunidad que se le presente durante la explicación de su asignatura, sea ésta cual sea. Se trata, pues, de un verdadero "catecismo" laico que se hace eco de los tópicos que han popularizado los influyentes sectores que a sí mismo se denominan Open society. Postulados cuya sacralización e inserción en el plan de estudios por parte de tales sectores constituye un vistoso ejercicio de hipocresía y fariseísmo como no se había visto desde los tiempos de Jesucristo.

Los títulos de estos contenidos transversales a los que nos referimos son del tenor que sigue: -Educación para la salud, -Educación sexual, -Educación vial, -Educación no sexista, -Educación del consumidor, -Educación multicultural, -Educación para Europa, -Educación ambiental y -Educación para la paz (respecto de éste último contenido transversal, resulta chocante constatar cómo el que en su día fuera ministro de educación y principal fautor de la LOGSE, don Javier Solana, acaba de cesar en su puesto de Secretario General de la OTAN, al frente de la cual ha estado, por cierto, durante toda la crisis de Kosovo, incluidos bombardeos e intervención armada de las fuerzas dependientes de la organización de su digna secretaría...).

- El descalabro general de las asignaturas humanísticas, hasta llegar al desmantelamiento casi total en el caso de dos materias lingüístico-culturales que tradicionalmente han figurado de pleno derecho en todos los planes de estudios españoles: el latín y el griego. El terrible déficit que esta situación de desequilibrio estaba produciendo en la formación de los jóvenes propició el intento corrector por parte del nuevo Gobierno a través del famoso "Decreto de Humanidades", propuesta que fracasó en el Congreso. Probablemente desde ese día a los españoles nos distinga el dudoso título de ser el único pueblo civilizado cuyos representantes han votado mayoritariamente en contra de la historia, la filosofía, la lengua, la literatura...


Repercusiones sociales

Siendo tan evidente el colosal fracaso de la reforma educativa de la LOGSE, es fácil comprobar cómo, conforme se han ido haciendo manifiestos sus estragos, ciertos defensores que antes tenía -que los hubo y en gran número- van enmudeciendo y hasta tímidamente reculando.

Tal no sucede, en cambio, con las voces institucionales de cualquier signo (partidos, sindicatos, gobierno, ejecutivos autónomos...), ya se sabe que por aquello del sostenella y no enmendalla delante de los electores o de evitar ponérselo en bandeja a los adversarios políticos. Excuso decir que la consideración altruista de lo que pueda ser bueno para España en materia educativa no es algo que habitualmente se tenga en cuenta en todo este campo de Agramante de fuerzas políticas pugnando y de grupos mediáticos y editoriales presionando.

Hoy, cuando se pregunta a los militantes pro-LOGSE sobre el por qué de la crasa ineficacia del modelo educativo que esta ley introdujo -y que ni siquiera ha servido para "maquillar" las abultadas cifras de fracaso escolar-, éstos responden como un resorte al estilo de los marxistas a los que se les interroga acerca del fiasco del socialismo real: el error radica, según ellos, exclusivamente en quienes llevan a la práctica la LOGSE, ya sea el Ministerio o las Autonomías "traicionándola" con sus desarrollos legislativos, ya los docentes recalcitrantes, siempre remisos a llevar hasta sus últimas consecuencias tan innovadoras genialidades pedagógicas.

La posible perversidad intrínseca de los postulados sobre los que se erige la reforma es algo que ni siquiera estiman digno de ser tomado en serio... Otros, sin embargo, haciendo gala de una rara ecuanimidad, se muestran realistas a la hora de admitir que algo falla en lo que se presentó como una especie de revolución de terciopelo en la dilatada trayectoria de la instrucción en nuestro país (los medios de comunicación más conspicuos llegaron a calificar en grandes titulares a la presente generación de jóvenes como la más preparada de la historia de España). Pero al final siempre hallan cómodo asiento en la inofensiva, permanente y jeremíaca reivindicación de mayor dotación económica por parte de los poderes públicos para una optima implementación de la reforma introducida por la LOGSE.

Permítanme los amables lectores que, llegados a este punto, descienda todavía más al terreno de lo personal y desgrane ciertas consideraciones que, a modo de postrer desahogo, ayuden sin embargo a dar una idea completa de la situación por la que atraviesa nuestra enseñanza. A mi entender, resulta ya rústico ese insistente y consumista argumento que cifra todos los males de la enseñanza pública en la necesidad insaciable de vil metal. Los que llevamos la vocación en las venas nos sentimos capaces de abrir mundos nuevos y de ampliar fronteras mentales a los muchachos y muchachas, aunque sea en un destartalado cruce de vías muertas y con un carbón por tiza. Por mi parte no albergo la menor duda de que el cáncer de la enseñanza pública en España radica en el alma que la sustenta: la LOGSE, punto de arranque de una deletérea reforma. Algún día estas generaciones que hoy pueblan despreocupadas las aulas de los institutos y luego desaparecen sin pena ni gloria para dejar el sitio a otras generaciones de despreocupados adolescentes, alzarán la voz y nos demandarán a todos responsabilidades por nuestra cooperación necesaria en su fracasada instrucción y en su nula preparación.

Me formé en los años ochenta. Procedente de la clase popular, todo lo que sé, se lo debo a mi escuela e instituto públicos y gratuitos, y a la Universidad estatal. Por todos esos centros y maestros siento una profunda gratitud, pues nos dieron a mí y a mis compañeros movilidad social y cultural, sin tener que renegar de nuestros orígenes.

Todo eso se ha terminado. Una maraña de legislación mayor y menor, cuya deficiente y ampulosa redacción sólo oculta un desconocimiento total y culpable de las capacidades de los jóvenes, así como una burocracia asfixiante, me impiden hoy transmitir a los alumnos siquiera una grosera quinta parte de todo lo que a mí me dieron gratis.

El adolescente de hoy, integrado en el sistema público, no es más que un autómata al que hay que cuidarse muy mucho de hacer reflexionar. Es burdamente engañado durante todo su proceso educativo, promocionando sin esfuerzo y disipando su insustituible tiempo de aprendizaje entre asignaturas demagógicas como Trabajar para la fiesta, Roles sexuales modernos o Aprender a mirar.

Pero la reforma que alumbró la "administración progresista" ha traído consigo un efecto todavía más pernicioso y desconocido en los ochenta: el fin de la movilidad social. Se ha vuelto a abrir un abismo entre las clases. Los padres de posición desahogada, cuyos hijos siguen queriendo ser médicos, ingenieros, empresarios, arquitectos, abogados o físicos, excluyen ya totalmente de sus planteamientos la enseñanza pública y acuden como moscas a la privada, favoreciéndola extraordinariamente (y no precisamente la católica: quisiera que Vds. supieran cómo florecen aquí los selectos y prohibitivos centros bilingües ingleses, los institutos alemanes, los liceos franceses).

Los jóvenes de familias modestas, en cambio, que albergan las mismas inquietudes se ven forzados, cual modernos siervos de la gleba, a permanecer en esa perenne guardería, indisciplinada y carente de estímulos y contenidos, que es el Instituto y que lleva camino de ser la Universidad pública. Si yo hubiera nacido quince años después, no estaría aquí redactando estas líneas. Porque no podría. O al menos no decentemente, sino deslizando continuas impropiedades, faltas e incoherencias. Las consecuencias en mi vida social y en mi realización personal y profesional habrían sido con seguridad aún más graves.


Panorama actual

Las perspectivas para una mejora de la educación en España, no han variado: el panorama es pesimista.

El Gobierno actual, que en un principio parecía estar dispuesto a dar algún golpecito de timón al desastroso rumbo que tomaba la reforma que había heredado, tras haber sido derrotado en el Congreso de los Diputados y fracasar con su "Decreto de Humanidades", observa ahora una actitud enojosamente contemporizadora: este año, por ejemplo, ha asistido impasible a la voladura programada del Latín como asignatura obligatoria (hasta el curso pasado, todos los alumnos pasaban un año conociendo los rudimentos de esta lengua que está en la base de la nuestra y tomando contacto con la herencia clásica). Con todo, conviene no pasar por alto el hecho de que últimamente el nuevo Ministro de Educación, Sr. Rajoy, ha mostrado públicamente cierta disconformidad con el hecho de que los alumnos más motivados compartan aula con los que sólo aguantan en los centros por pura obligación, anunciando también que va a solicitar un nuevo informe general al INCE.

La oposición, por su parte, continúa encastillada en sus viejas posturas populistas. La última boutade de uno de sus más notorios líderes ha sido prometer ante las cámaras que, en el caso de que su partido venza en las próximas elecciones y vuelva a ejercer las labores de gobierno, los colegios e institutos públicos permanecerán abiertos doce horas al día y once meses al año. Pero -oh paradoja- como inmediatamente apostillaba un agudo observador, la experiencia reciente enseña que cuanto más tiempo pasan nuestros escolares en el interior de los centros tanto menos saben al salir...

Les agradezco profundamente que se hayan mostrado Vds. tan condescendientes conmigo como para haber leído hasta aquí. Mi anhelo es poder ofrecerles a la vuelta de pocos años un panorama harto más halagüeño, venturoso y alentador del que pudiesen tomar ejemplo, pero para imitarlo, no para deplorarlo o escarmentar en cabeza ajena. Mientras se cumple ese sueño, me consuelo pensando en que apenas faltan semanas para que llegue el Gran Jubileo del 2000. Y eso, al menos, sí que es una buena noticia...

Miguel Ángel García Olmo



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