La educación que nos trajo la LOGSE. Segunda parte
La educación que nos trajo la LOGSE. Segunda parte.
Texto:
http://www.hottopos.com.br/videtur10/logse.htm
La Educación que nos Trajo la LOGSE*
Opiniones de un profesor de enseñanza secundaria del sistema público español
(Murcia, España)
Miguel Ángel García Olmo
Los planteamientos de la LOGSE
En la trastienda de la ley que alumbró la reforma educativa acometida en
España a partir de 1990 se encuentra lo que los cultivadores de la
psicología evolutiva han dado en llamar "concepción constructivista del
aprendizaje", un modelo que dice arrancar de los trabajos publicados en los
años cincuenta por INHELDER y PIAGET sobre el "pensamiento formal" (p. ej.,
B. Inhelder y J. Piaget, De la lógica del niño a la lógica del adolescente,
1955), así como de las correcciones que éste mismo fue sucesivamente
introduciendo a los primeros esbozos de su teoría (J.Piaget, La evolución
intelectual entre la adolescencia y la edad adulta. Informe del III Congreso
Internacional FONEME sobre la formación humana de la adolescencia a la
madurez. Milán 1970-72; Le possible, l´impossible et le nécessaire. Archives
de Psychologie, 44, 281-299. 1976; Le réel, le possible et le nécessaire.
Actes XXI Congrès International de Psychologie. París, 1978).
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Entre los
autores hispanos que, con sus recientes incursiones en el campo de la
pedagogía y de la psicología -y en determinados casos con su protagonismo
personal en la redacción de la actual ley educativa-, han ido asentado los
presupuestos conceptuales sobre los que poder desarrollar la reforma, se
cuentan J. I. POZO, Mario CARRETERO, José A. LEÓN CASCÓN, C. COLL o Álvaro
MARCHESI.
Por mor de la brevedad y aun a riesgo de caer en una simplificación
excesiva, quizás pueda condensar todo el "espíritu" psicológico-pedagógico
de la LOGSE en un par de conceptos, a saber, aprendizaje significativo y
comprensividad, ideas éstas que se han convertido en leit motiv de una
pintoresca forma de entender la educación, que, a mi modo de ver, obedece
-una vez más en este castigado siglo XX- a un desconocimiento voluntario de
la naturaleza humana. Pero más allá de este opinable telón de fondo, la
LOGSE y toda la abundante literatura jurídica, administrativa y docente que
la arropa se caracterizan por las siguientes realizaciones asaz discutibles
también:
- La acuñación de una terminología oscura que dificulta enormemente la
correcta intelección de las medidas que introduce la reforma. Términos y
expresiones como secuenciación, actitudinal, priorización, temporalización,
tutorial, tutorizar, tutorando/a (éste es monstruoso), diseño curricular,
módulo formativo, transición a la vida activa, segmento de ocio o contenido
transversal, que hoy dominan el panorama educativo español, no pertenecen a
la lengua española, sino que, cuando no son inventadas, se trata de
anglicismos reprobables.
Probablemente nos hallemos ante un metalenguaje
acuñado para dominar mediante el miedo a lo desconocido y para justificar
disparates; una jerga que ha sido elevada a rango de ley, convirtiendo a la LOGSE y a sus desarrollos en una de las peores experiencias legislativas de
las que se tiene noticia en España por su deficiente y perversa técnica
jurídica. Respecto a su condición conculcadora del respeto que merece
nuestra lengua, profanada por quienes pasan por cultos y pretenden tejer el
entramado educativo del que depende la formación de generaciones enteras, me
remito a las tempranas e inequívocas críticas que mereció la redacción de
tan penoso texto legal al director de la Real Academia Española, don
Fernando LÁZARO CARRETER.
- La instauración de una suerte de cuerpo de guardianes de las esencias de
la LOGSE -reedición laica de los antiguos directores espirituales-, de los
que no puede zafarse ningún Instituto: los psicopedagogos, responsables de
la desnortadora orientación de nuestros alumnos. La presencia de esta nueva
e influyente figura entre el personal docente es una de las fulgurantes
creaciones de la reforma.
- La materialización de un implacable prejuicio -nunca confesado- contra
todo lo que lleve a la excelencia, que a la vez se pretende compensar o
disimular con una burocracia rampante que hace del trabajo de enseñar el
permanente naufragio en un océano de papeles y cuestionarios que hoy es.
Conceptos que hasta el presente cualquiera identificaba con "lo educativo",
tales como exigencia, espíritu de sacrificio, estudio personal,
responsabilidad, rigor científico, afán de superación, curiosidad, esfuerzo
intelectual, voluntad, amor por la obra bien hecha han quedado
definitivamente rebasados por la arrolladora supremacía de lo lúdico y
sepultados bajo los incomprensibles dictámenes e informes elaborados al cabo
de infinitos trámites y soporíferas reuniones del profesorado que se
adentran en la noche. En definitiva, aquellas palabras y todo lo que
conllevaban queda virtualmente proscrito en la reforma que deriva de la LOGSE, la cual formula un juicio tácito, mediocre, pesimista y enfermizo
contra la capacidad humana de sobreponerse a las condiciones presentes y de
ir abriendo nuevos horizontes personales y colectivos.
Para poder presentar
tal plantel -y la consiguiente rebaja de la calidad de la enseñanza que
acarrea- de forma que pueda ser asumido por una ciudadanía en buena medida
indiferente hacia el hecho educativo, se usa profusamente de argumentos
demagógicos de corte populista en el sentido de pretender integrar a todos
en todo "sin distinción ni discriminación alguna". Ni que decir tiene que la
forma de resolver los continuos brotes de indisciplina o el grave retraso
general -entre otras desagradables situaciones derivadas del hecho de que
convivan en la misma aula adolescentes altamente motivados, con otros a los
que sólo mantiene allí la obligación- no se contempla en los textos.
- La creación de un complejo entramado de directrices "políticamente
correctas" a las que se bautiza como Contenidos transversales, y cuya labor
de inculcación al alumno compete forzosamente a todos y cada uno de los
profesores sin excepción; para poderlo llevar a efecto, el docente, en
principio, deberá aprovechar cualquier oportunidad que se le presente
durante la explicación de su asignatura, sea ésta cual sea. Se trata, pues,
de un verdadero "catecismo" laico que se hace eco de los tópicos que han
popularizado los influyentes sectores que a sí mismo se denominan Open society. Postulados cuya sacralización e inserción en el plan de estudios
por parte de tales sectores constituye un vistoso ejercicio de hipocresía y
fariseísmo como no se había visto desde los tiempos de Jesucristo.
Los
títulos de estos contenidos transversales a los que nos referimos son del
tenor que sigue: -Educación para la salud, -Educación sexual, -Educación
vial, -Educación no sexista, -Educación del consumidor, -Educación
multicultural, -Educación para Europa, -Educación ambiental y -Educación
para la paz (respecto de éste último contenido transversal, resulta chocante
constatar cómo el que en su día fuera ministro de educación y principal
fautor de la LOGSE, don Javier Solana, acaba de cesar en su puesto de
Secretario General de la OTAN, al frente de la cual ha estado, por cierto,
durante toda la crisis de Kosovo, incluidos bombardeos e intervención armada
de las fuerzas dependientes de la organización de su digna secretaría...).
- El descalabro general de las asignaturas humanísticas, hasta llegar al
desmantelamiento casi total en el caso de dos materias
lingüístico-culturales que tradicionalmente han figurado de pleno derecho en
todos los planes de estudios españoles: el latín y el griego. El terrible
déficit que esta situación de desequilibrio estaba produciendo en la
formación de los jóvenes propició el intento corrector por parte del nuevo
Gobierno a través del famoso "Decreto de Humanidades", propuesta que fracasó
en el Congreso. Probablemente desde ese día a los españoles nos distinga el
dudoso título de ser el único pueblo civilizado cuyos representantes han
votado mayoritariamente en contra de la historia, la filosofía, la lengua,
la literatura...
Repercusiones sociales
Siendo tan evidente el colosal fracaso de la reforma educativa de la LOGSE,
es fácil comprobar cómo, conforme se han ido haciendo manifiestos sus
estragos, ciertos defensores que antes tenía -que los hubo y en gran número-
van enmudeciendo y hasta tímidamente reculando.
Tal no sucede, en cambio,
con las voces institucionales de cualquier signo (partidos, sindicatos,
gobierno, ejecutivos autónomos...), ya se sabe que por aquello del sostenella y no enmendalla delante de los electores o de evitar ponérselo en
bandeja a los adversarios políticos. Excuso decir que la consideración
altruista de lo que pueda ser bueno para España en materia educativa no es
algo que habitualmente se tenga en cuenta en todo este campo de Agramante de
fuerzas políticas pugnando y de grupos mediáticos y editoriales presionando.
Hoy, cuando se pregunta a los militantes pro-LOGSE sobre el por qué de la
crasa ineficacia del modelo educativo que esta ley introdujo -y que ni
siquiera ha servido para "maquillar" las abultadas cifras de fracaso
escolar-, éstos responden como un resorte al estilo de los marxistas a los
que se les interroga acerca del fiasco del socialismo real: el error radica,
según ellos, exclusivamente en quienes llevan a la práctica la LOGSE, ya sea
el Ministerio o las Autonomías "traicionándola" con sus desarrollos
legislativos, ya los docentes recalcitrantes, siempre remisos a llevar hasta
sus últimas consecuencias tan innovadoras genialidades pedagógicas.
La
posible perversidad intrínseca de los postulados sobre los que se erige la
reforma es algo que ni siquiera estiman digno de ser tomado en serio...
Otros, sin embargo, haciendo gala de una rara ecuanimidad, se muestran
realistas a la hora de admitir que algo falla en lo que se presentó como una
especie de revolución de terciopelo en la dilatada trayectoria de la
instrucción en nuestro país (los medios de comunicación más conspicuos
llegaron a calificar en grandes titulares a la presente generación de
jóvenes como la más preparada de la historia de España). Pero al final
siempre hallan cómodo asiento en la inofensiva, permanente y jeremíaca
reivindicación de mayor dotación económica por parte de los poderes públicos
para una optima implementación de la reforma introducida por la LOGSE.
Permítanme los amables lectores que, llegados a este punto, descienda
todavía más al terreno de lo personal y desgrane ciertas consideraciones
que, a modo de postrer desahogo, ayuden sin embargo a dar una idea completa
de la situación por la que atraviesa nuestra enseñanza. A mi entender,
resulta ya rústico ese insistente y consumista argumento que cifra todos los
males de la enseñanza pública en la necesidad insaciable de vil metal. Los
que llevamos la vocación en las venas nos sentimos capaces de abrir mundos
nuevos y de ampliar fronteras mentales a los muchachos y muchachas, aunque
sea en un destartalado cruce de vías muertas y con un carbón por tiza. Por
mi parte no albergo la menor duda de que el cáncer de la enseñanza pública
en España radica en el alma que la sustenta: la LOGSE, punto de arranque de
una deletérea reforma. Algún día estas generaciones que hoy pueblan
despreocupadas las aulas de los institutos y luego desaparecen sin pena ni
gloria para dejar el sitio a otras generaciones de despreocupados
adolescentes, alzarán la voz y nos demandarán a todos responsabilidades por
nuestra cooperación necesaria en su fracasada instrucción y en su nula
preparación.
Me formé en los años ochenta. Procedente de la clase popular, todo lo que
sé, se lo debo a mi escuela e instituto públicos y gratuitos, y a la
Universidad estatal. Por todos esos centros y maestros siento una profunda
gratitud, pues nos dieron a mí y a mis compañeros movilidad social y
cultural, sin tener que renegar de nuestros orígenes.
Todo eso se ha
terminado. Una maraña de legislación mayor y menor, cuya deficiente y
ampulosa redacción sólo oculta un desconocimiento total y culpable de las
capacidades de los jóvenes, así como una burocracia asfixiante, me impiden
hoy transmitir a los alumnos siquiera una grosera quinta parte de todo lo
que a mí me dieron gratis.
El adolescente de hoy, integrado en el sistema
público, no es más que un autómata al que hay que cuidarse muy mucho de
hacer reflexionar. Es burdamente engañado durante todo su proceso educativo,
promocionando sin esfuerzo y disipando su insustituible tiempo de
aprendizaje entre asignaturas demagógicas como Trabajar para la fiesta,
Roles sexuales modernos o Aprender a mirar.
Pero la reforma que alumbró la
"administración progresista" ha traído consigo un efecto todavía más
pernicioso y desconocido en los ochenta: el fin de la movilidad social. Se
ha vuelto a abrir un abismo entre las clases. Los padres de posición
desahogada, cuyos hijos siguen queriendo ser médicos, ingenieros,
empresarios, arquitectos, abogados o físicos, excluyen ya totalmente de sus
planteamientos la enseñanza pública y acuden como moscas a la privada,
favoreciéndola extraordinariamente (y no precisamente la católica: quisiera
que Vds. supieran cómo florecen aquí los selectos y prohibitivos centros
bilingües ingleses, los institutos alemanes, los liceos franceses).
Los
jóvenes de familias modestas, en cambio, que albergan las mismas inquietudes
se ven forzados, cual modernos siervos de la gleba, a permanecer en esa
perenne guardería, indisciplinada y carente de estímulos y contenidos, que
es el Instituto y que lleva camino de ser la Universidad pública. Si yo
hubiera nacido quince años después, no estaría aquí redactando estas líneas.
Porque no podría. O al menos no decentemente, sino deslizando continuas
impropiedades, faltas e incoherencias. Las consecuencias en mi vida social y
en mi realización personal y profesional habrían sido con seguridad aún más
graves.
Panorama actual
Las perspectivas para una mejora de la educación en España, no han variado:
el panorama es pesimista.
El Gobierno actual, que en un principio parecía
estar dispuesto a dar algún golpecito de timón al desastroso rumbo que
tomaba la reforma que había heredado, tras haber sido derrotado en el
Congreso de los Diputados y fracasar con su "Decreto de Humanidades",
observa ahora una actitud enojosamente contemporizadora: este año, por
ejemplo, ha asistido impasible a la voladura programada del Latín como
asignatura obligatoria (hasta el curso pasado, todos los alumnos pasaban un
año conociendo los rudimentos de esta lengua que está en la base de la
nuestra y tomando contacto con la herencia clásica). Con todo, conviene no
pasar por alto el hecho de que últimamente el nuevo Ministro de Educación,
Sr. Rajoy, ha mostrado públicamente cierta disconformidad con el hecho de
que los alumnos más motivados compartan aula con los que sólo aguantan en
los centros por pura obligación, anunciando también que va a solicitar un
nuevo informe general al INCE.
La oposición, por su parte, continúa
encastillada en sus viejas posturas populistas. La última boutade de uno de
sus más notorios líderes ha sido prometer ante las cámaras que, en el caso
de que su partido venza en las próximas elecciones y vuelva a ejercer las
labores de gobierno, los colegios e institutos públicos permanecerán
abiertos doce horas al día y once meses al año. Pero -oh paradoja- como
inmediatamente apostillaba un agudo observador, la experiencia reciente
enseña que cuanto más tiempo pasan nuestros escolares en el interior de los
centros tanto menos saben al salir...
Les agradezco profundamente que se hayan mostrado Vds. tan condescendientes
conmigo como para haber leído hasta aquí. Mi anhelo es poder ofrecerles a la
vuelta de pocos años un panorama harto más halagüeño, venturoso y alentador
del que pudiesen tomar ejemplo, pero para imitarlo, no para deplorarlo o
escarmentar en cabeza ajena. Mientras se cumple ese sueño, me consuelo
pensando en que apenas faltan semanas para que llegue el Gran Jubileo del
2000. Y eso, al menos, sí que es una buena noticia...
Miguel Ángel García Olmo
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