La escuela de la ignorancia. Jean-Claude Michéa
La escuela de la ignorancia. Jean-Claude Michéa
Texto:
http://www.solodelibros.es/06/11/2009/la-escuela-de-la-ignorancia-y-sus-condiciones-modernas-jean-claude-michea/
La escuela de la ignorancia y sus condiciones modernas – Jean Claude Michéa
La progresiva depauperación de la enseñanza que, a pesar de las continuas
reformas educativas, viene dándose en los últimos años no es algo fortuito.
Esa es la tesis que defiende Jean Claude Michéa en La escuela de la
ignorancia y sus condiciones modernas, un breve libelo que parece tocar
tangencialmente el tema de la educación, mientras retrata de forma amplia el
triunfo del capitalismo y los estragos que ocasiona —de los que la
degeneración de la educación es sólo una faceta—.
Así, Michéa realiza un
repaso certero sobre algunas ideas fundamentales que deben ser tenidas en
cuenta para comprender la realidad sociológica que vivimos, la cual en
absoluto es fruto del azar.
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Aunque los orígenes del capitalismo pueden remontarse al siglo XVIII, y
aunque éste siempre ha postulado la necesidad de implantar a escala mundial
un libre mercado que se regularía por sí mismo, sin la injerencia de los
estados (cuya existencia sin embargo el sistema capitalista aplaude para,
precisamente, que sean ellos quienes se ocupen de legislar a favor del
sistema capitalista); a pesar de esto, en los últimos treinta años se ha
establecido lo que el autor denomina capitalismo suicida: un capitalismo que
va a por todas, sin importar el precio que haya que pagar, sobre todo porque
ese precio no han de pagarlo quienes nos imponen ese sistema.
La idea perseguida en las últimas décadas consiste en lograr una sociedad
absolutamente capitalista que, sin embargo, resulta empíricamente imposible.
Lo que Michéa defiende es la idea de que las sociedades humanas poseen unos
sistemas de regulación, que Orwell denominaba common decency, que imponen
unos límites a cada individuo de tal manera que, precisamente, sea posible
la vida en sociedad. Esos límites son los que el capitalismo, con su
exaltación del individualismo y de la búsqueda del bien particular a
cualquier precio, pretende abolir a marchas forzadas. Eso a pesar de que
hasta la fecha la common decency, cada vez más en desuso, ha actuado como
una barrera de contención para evitar que nuestra sociedad se desmoronase.
El capitalismo pretende una “sociedad” atomizada, cuyos miembros,
desconectados entre sí, no opongan ninguna resistencia a un sistema que es
radicalmente injusto. O bien, en caso de oponerse, se encuentren tan
aislados que cualquier forma de colaboración o coordinación resulte
imposible. De este modo, ese fomento feroz del individualismo, esa tendencia
a confundir el egoísmo con la libertad personal, esa exaltación de lo
particular en detrimento de lo social, no es casual.
Por el contrario, forma parte de una estrategia que no deja nada al azar. Y
de esa estrategia forma parte la búsqueda del adocenamiento paulatino y
metódico de la población, gracias a un concepto creado por el propio
sistema: el titytainment. Un entretenimiento zafio, basado en la
satisfacción instantánea y el espectáculo, que busca acabar con la capacidad
de análisis crítico de la ciudadanía.
Y para redondear el trabajo, se reforman los sistemas educativos para que
refuercen este cóctel letal. Y se consigue una enseñanza espectáculo que,
rompiendo con los valores cívicos, enaltece los valores creados por el
capitalismo (el triunfo, el dinero, el egoísmo). De tal modo que la mayoría
de una sociedad condenada por el sistema al paro, a una educación precaria,
a una sanidad cada vez al alcance de menos, amenazada con una vejez de
indigencia sin pensiones, viva feliz y despreocupada.
En consecuencia, y como muy bien señala Jean Claude Michéa, la pregunta no
es ¿qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos?, sino ¿a qué hijos vamos a
dejar este mundo?
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