Errar es humano. Aprender es divino.
Errar es humano. Aprender es divino..
Texto:
http://elpais.com/diario/2010/10/17/eps/1287296813_850215.html
Considerar un error como una oportunidad para aprender es inteligente. La
historia de la humanidad está llena de fallos que desencadenaron en
importantes descubrimientos.
La historia de la humanidad está llena de equivocaciones afortunadas que nos
han llevado más allá de nuestros límites. Desde el error de cálculo que
condujo a Colón al continente americano, muchos aciertos humanos han salido
de pequeñas y grandes catástrofes. El yogur, hoy presente en la mayoría de
neveras, lo descubrió, según la tradición, una caravana de comerciantes
búlgaros que trasladaban leche de un poblado a otro y vieron cómo, por
efecto del sol, ésta había fermentado. Uno de ellos la probó para ver hasta
qué punto se había echado a perder. El sabor le gustó y, con el tiempo, se
descubrió que tenía efectos beneficiosos para el estómago. Había nacido un
producto que conquistaría el mundo. Moraleja: tenemos mucho que aprender de
las llamadas "serendipias", como se denomina a los hallazgos o
descubrimientos que se producen por accidente
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"Vivimos en una sociedad que premia el acierto y penaliza el error. Para
nuestro sistema educativo, el error es estéril y vacío" (Francesc
Miralles)
"No hay que tener miedo a equivocarse, porque no hay otra manera de
aprender. La vida es un constante prueba y error"
(Francesc Miralles)
Dos errores modernos
"Las equivocaciones son los portales del descubrimiento" (James Joyce)
En 1974, el departamento de desarrollo de productos de 3M se desesperó
cuando uno de sus investigadores, Spencer Silver, produjo una goma altamente
defectuosa al olvidar un componente en la mezcla. Lo que parecía mala suerte
fue aprovechado por otro empleado del departamento, Art Fry, para crear uno
de los grandes inventos de la industria de papelería moderna. Fry era un
devoto de la iglesia al que siempre se le caían los papelitos con los que
marcaba los pasajes de la Biblia. Antes de que la mal lograda partida de
adhesivo fuera arrinconada en la fábrica, tomó parte de aquel pegamento
débil para fijar los papelitos a las páginas de las sagradas escrituras.
Acababa de nacer el Post-it.
Otro error de índole empresarial que ha sido ampliamente comentado tuvo como
protagonista a Steve Jobs, el fundador de Apple. En 1984 contrató a John
Sculley para que dirigiera la empresa con mayor eficacia. La mala relación
que se instaló entre los dos acabó, debido al apoyo de los accionistas al
recién llegado, con la dimisión de Jobs.
Sin embargo, gracias a su despido,
Steve tuvo tiempo de crear en 1986 la compañía de películas de animación Pixar, que firmó acuerdos con Walt Disney para producir algunas películas de
enorme éxito, como Toy story. Pixar terminó en manos de Disney por 7.400
millones de dólares, y Jobs se convirtió en el mayor accionista individual
de la misma Disney. Su éxito no pasó inadvertido a Apple, que en plena
crisis le devolvió las riendas en 1997 para que reflotara la empresa.
Empezaría la edad de oro de la compañía, con éxitos masivos como el iPod,
los nuevos iMac o los actuales iPhone.
Viaje al centro del error
"Si cerráis la puerta a las equivocaciones, también la verdad se quedará
fuera" (Rabindranath Tagore)
Pese a los ejemplos, el error no goza de buena fama en nuestra sociedad. El
escritor y creativo publicitario Gabriel García de Oro aborda en un ensayo
de próxima publicación la injustificada fobia a equivocarnos. El autor de La
empresa fabulosa plantea que tal vez no sea casualidad que los términos
"error" y "terror" se parezcan tanto: "El error nos produce terror. También
vergüenza y culpa. Bajamos la mirada y nos reprochamos no haber sido capaces
de acertar, de escoger la opción correcta. Desde pequeños hemos vivido en
una sociedad que premia el acierto y penaliza el error. Para nuestro sistema
educativo, el error es estéril y vacío, no se saca nada de él".
Nuestro miedo a equivocarnos se traduce a menudo en miedo a decidir. Si no
decidimos, no fallamos. Y si no fallamos, no nos podemos hacer reproches ni
nos sentiremos culpables. Resultado: parálisis. Al esquivar los errores,
además, renunciamos a nuestro maestro, pues como demuestra la biografía de
los grandes inventores y empresarios, en las equivocaciones hay una fuente
inagotable de sabiduría. La ciencia avanza gracias a la "prueba y error" y
lo mismo sucede en cada vida humana. García de Oro lo explica así: "Sin
error no se avanza. ¿Quién ha aprendido a ir en bicicleta sin caerse? Es
imposible. Por eso las personas mayores que no saben ir en bicicleta es muy
difícil que aprendan, porque tienen demasiado miedo a caerse. Y así no hay
quien pedalee. Debemos volver a aprender como cuando éramos niños. Crecer es
aprender, aprender es equivocarse".
Dado que, desgraciadamente, el error nos produce un sentimiento de culpa,
preferimos que otros escojan por nosotros antes que tomar el riesgo de
equivocarnos. Esta actitud nos limita y frena nuestro crecimiento como
personas, pues acabamos diluyendo nuestra libertad dentro de un grupo en el
que no tengamos que tomar decisiones.
Las tres R de error
"La libertad no merecería la pena si no incluyera la libertad de
equivocarse" (Mahatma Gandhi)
El autor citado anteriormente se sirve de las tres consonantes que conforman
la palabra "error" para desvelar tres claves de sabiduría que, "erre que
erre", nos educan para acertar en la vida incluso cuando no se produce
ninguna serendipia:
Reconocimiento.
Cada fallo es una lección de humildad que nos pone en
nuestro sitio. Saber que no somos infalibles es un ejercicio beneficioso.
Nos enseña que debemos prestar atención y aprender para mejorar en el
futuro.
Responsabilidad.
Al reconocer nuestra equivocación estamos tomando el
control de nuestros actos en lugar de echar las culpas a terceros. Por
tanto, cada error asumido nos recuerda que mucho de lo bueno y lo malo que
nos sucede depende de nosotros.
Revolución.
La conciencia del error, de lo que no funciona, es el germen de
la revolución. Así como Edison probaba nuevos filamentos para su bombilla
cada vez que fracasaba, muchas mejoras sociales han llegado a partir del
impulso colectivo para enmendar injusticias.
El progreso es una carrera hacia la superación llena de experimentos
fallidos pero necesarios, porque solo a través de lo que no funciona
llegamos a descubrir lo que funciona. Esto no solo se aplica al campo de la
ciencia o de los movimientos sociales. La vida de todo individuo es un
constante prueba y error, donde el premio gordo lo obtiene quien más aprende
de sus errores.
Alfred Adler, el psiquiatra austriaco que exploró el complejo de
inferioridad, explica cómo funciona la escuela del error: "¿Qué es lo que
haces al principio cuando aprendes a nadar? Cometes errores, ¿no es cierto?
¿Y qué ocurre a continuación? Pues que cometes más errores todavía. ¿Y qué
pasa cuando has descubierto todas las maneras posibles de hundirte? De
repente empiezas a nadar. ¡La vida es igual que aprender a nadar! No tengas
miedo de equivocarte. No existe otra manera de aprender a vivir".
De la síntesis a la solución
"Todas las personas cometen fallos, pero solo las inteligentes aprenden de
ellos"
(Winston Churchill)
Aunque su impacto puede ser muy poderoso, las serendipias son poco comunes
en la vida cotidiana. Es decir, la inmensa mayoría de equivocaciones no
aportan más beneficio que mostrarnos un camino que no lleva a ningún sitio.
Las personas fallamos. Unas aprenden de los errores y otras tropiezan con la
misma piedra. Un ejemplo de este segundo grupo sería la persona que, con
cada intento de relación sentimental, comete exactamente los mismos errores:
bien porque elige siempre mal a su compañero/a, o porque reproduce las
mismas conductas que llevan a la ruptura. Estas personas no suelen reconocer
sus errores y atribuyen la culpa a los otros.
Además de un espíritu autocrítico y responsable, ¿qué es lo que distingue a
las personas que aprenden de los errores de las que solo saben tropezar con
ellos? Analizar lo que ha salido mal y sintetizar la clave del error
significa subir un peldaño en nuestra evolución personal. Así, quien posee
inteligencia emocional "lee" lo que sucede a su alrededor y saca
conclusiones para cultivar las interacciones positivas y reducir las de
resultado negativo.
Quien tropieza tres veces consecutivas con la misma piedra, en lugar de
maldecirla, debería fijarse en cómo anda. Esa es la lección. Es imposible
apartar todas las piedras del camino, que están ahí para enseñarnos a bajar
la vista con humildad y educar nuestros pasos. Se hace camino al andar, como
decía Machado, y se gana sabiduría al errar.
EL JARDÍN DEL ERROR
"Hubo un tiempo en el que Adán y Eva vivían felices y despreocupados en el
jardín del Edén. Todo era paz y armonía. No había posibilidad de error. Para
los humanos, no tener la opción de equivocarse es el paraíso. Pero de
repente supieron que, de entre todos los árboles, uno estaba prohibido. No
debían comer la fruta del árbol de la ciencia y la sabiduría. Tal vez por
eso decidieron comer, probar, arriesgarse. Y se equivocaron. Fueron
expulsados del paraíso. Primera interpretación bíblica: los errores se
pagan. Sin embargo, existe una lectura más sutil y reveladora: el camino que
lleva hasta el árbol de la sabiduría es el error". Leo Balthazar.
PARA APRENDER DE LOS ERRORES (sugerencias)
1. Libros
- 'Serendipia', de Royston M. Roberts (Alianza). Este entretenido ensayo
ilustra con múltiples ejemplos el papel de lo azaroso y accidental en muchos
avances y descubrimientos, desde el principio de Arquímedes o la penicilina
hasta inventos tan cotidianos como el velcro o el cristal de seguridad de
los automóviles.
- 'La empresa fabulosa', de Gabriel García de Oro (Planeta). Escrito por el
director creativo de Ogilvy One, esta antología de fábulas inspiradoras
contiene lúcidas perlas de sabiduría para la vida diaria.
2. Películas
- 'Atrapado en el tiempo', de Harold Ramis (Buena Vista). La clave de este
divertidísimo filme, protagonizado por Bill Murray, que se ve obligado a
vivir una y otra vez "el día de la marmota", está en el aprendizaje de los
errores cotidianos para salir de la rueda del fracaso.
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