Historia de la crisis. Hipotecas subprime.

Creado: 30/4/2012 | Modificado: 28/1/2013 3591 visitas | Ver todas Añadir comentario



Historia de la crisis. Hipotecas subprime.
 

Texto: http://elobservadorsarcastico.blogspot.com.es/2008/10/la-especulacin-como-mercanca-historia.html

LA ESPECULACIÓN COMO MERCANCÍA. HISTORIA DE UNA CRISIS MUNDIAL
Jesús Moreno Abad

Introducción.

 


Año 2002. Una voz fantasmal recorre los despachos del sistema financiero y político estadounidense: “el estado no es la solución, es el problema”, dice el rumor incorpóreo que el mesiánico neoconservador Ronald Reagan supo hacer retronar en las paredes de la Casa Blanca y que ha seguido retumbando en voz de George W. Bush, su profeta.

Y si la punta de la pirámide metafísica habla, los sucesivos escalones terrenales obedecen. En ese año, la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) amansa la tasa de interés de referencia dineraria, estableciéndola por los siglos de los siglos –amén- al 1%. Se escuchan los aleluyas en los púlpitos de Wall Street –la catedral de la Santa Madre Liberal- y los sacerdotes de la diócesis bancaria comienzan a repartir dinero prestatario, multiplicando el dinero existente como hiciera Jesucristo con los peces. ¿Y los feligreses? Sin pecado concebido el préstamo, claro, se dedican a comprar casas sin más ingreso ni ahorro que sus oraciones, y sin más aval que su fe en la imparable subida de los precios, que permitía vender al poco tiempo y ganarle así dinero a la osadía divina.

Así transcurría el nuevo testamento desregularizado: la mano invisible y divina favorecía los beneficios brutales para los bancos de inversión; el resto de la banca mundial comía de la nueva religión globalizadora, se producía la ascensión paria al paraíso de tener un hogar, primero, y de la especulación forzosa después; mientras tanto, los brokers y los ingenieros financieros –otros “forzados” a especular- separaban los mares del dinero y entraban, látigo en mano, a expulsar a los mercaderes intervencionistas del templo.

Así se escribieron los renglones torcidos del boom inmobiliario, hasta que, en el año 2004, ante una inflación que subía poderosamente -como si intentará tocar también su porción de cielo del sueño americano- la FED decide convocar un concilio de Trento y subir el precio del dinero al 5,25%, al ver que aquello era ya la Sodoma y Gomorra bursátil: Había llegado el apocalipsis subprime al mercado.


Las hipotecas subprime y los “pecadillos” financieros

El cielo no era cielo sino burbuja de cristal; y se hizo añicos, y cayó sobre los fieles. Estaba escrito; al encarecerse el valor de los créditos, la demanda de los inmuebles se paró, y, en poco tiempo, los precios de la vivienda bajaron (si se tiene en cuenta la comparativa inflacionaria), o como poco, dejaron de crecer. Los mismos que compraron y salvaban su insolvencia vendiendo al poco tiempo ya no podían hacerlo, y cuando tocó pagar no pagaron, porque no pudieron. Algunos, justo es decirlo, lo de pagar nunca estuvo en su cabeza: estaban ahí para entrar por el ojo de una aguja, para ganar ingentes cantidades de dinero y salir sin hacer ruido, confiados en la absolución de la confesión capitalista. Pero eso poco importaba ya. Pecadores y víctimas, creyentes o agnósticos sin distinción de raza, sexo o condición serían arrasados por igual por el brazo inquisidor del crack financiero mundial de las hipotecas subprime, ésas que se concedieron con pocas o nulas garantías de solvencia. Estaba escrito.

Redención pecadores, redención. ¿Qué hacían mientras tanto los agentes financieros? Ser juez y parte, claro está, en el libre mercado sin control gubernamental. Al ver que el chiringuito de reliquias se venía abajo, antes de que lo supiera el gobierno (si te resignas a no intervenir, te resignas a no saber), los hermanos banqueros de la caridad financiera estadounidense titulizaban la deuda basura, la fragmentaban, la ponían bonita en paquetes llamados MBS (Mortgage Backed Securities, o sea, Obligaciones Garantizadas por Hipotecas) donde mezclaban deuda “mala” y deuda “buena”. Finalmente, con un lacito la sacaban al mercado, poniéndosela como garantía a otros hermanos banqueros, estadounidenses y de otros países (¡globalización, globalización), para que les prestaran dinero y poder así seguir moviendo dinero ficticio que les generaba pingües beneficios, a la par que cerraban los ojos: “Qué la burbuja no explote, padrecito”, rezaban los muy bandidos. De este modo, en poco tiempo toda la banca mundial había puesto la misma sonrisa pícara de “yo soy más listo que tú, y te paso mi basura”, y así, todo el sistema financiero resultó infectado a escala planetaria.

La titulización

Pero, ¿qué es titulizar la deuda? Es algo muy curioso que, como decía Marx, ayuda a la burguesía a conseguir su ideal: hacer dinero del dinero, sin tener que pasar por ese proceso infame, doloroso y cansino que es la producción (cosa hecha para los tristes “proletas”, a todas luces).

Veamos:
Un banco A coge un conjunto de activos financieros (deuda a cobrar) generada por su actividad, o lo que es lo mismo, el dinero con el que ya han hecho un negocio prestándoselo a alguien, y los utiliza para pedir más dinero a otro banco B (préstamo interbancario) poniéndolo como garantía, a través de un certificado. O sea, que ponen como garantía una perspectiva de negocio (devolución de préstamo y sus intereses, es decir, el beneficio del banco) para que le presten dinero. Entonces, ese dinero que le ha prestado el banco B al banco A, el banco A lo utiliza para prestar dinero a más clientes. Por supuesto, estos pillines de la banca no se cuentan entre sí que la garantía que les dan es de una deuda subprime, una deuda tóxica o basura y, cuando lo cuentan, se lo mezclan con riesgos sanos e interese altos que, a su vez, responderían de esos tóxicos. En fin, el Epi y Blas de la economía.
 

Todo este Barrio Sésamo que les acabo de contar, se traduce en que existe una ingente circulación de dinero ficticio por el mundo -ya que lo han hecho entre sí todos los bancos- que está en todas partes y en ninguna a la vez... y sin ninguna estructura política, que en teoría es la traducción de la soberanía ciudadana, que lo controle. ¿Se acuerdan del movimiento antiglobalización, que advertía de la falta de estructuras políticas a nivel mundial para controlar la circulación de libre capital? Pues de esas sorderas vienen hoy estas crisis.



La globalización de la crisis, causas y efectos


Pues en éstas estaban los bancos del mundo, los amigos capitalistas del progreso y los buenos samaritanos de la divisa invisible, hasta que, en el año 2007, en plena cena de navidad, la familia banquera mundial discute en los postres sobre la herencia de la abuela. Se miran, se hacen reproches, comienzan a refunfuñar... y terminan aliviando sus robustos vientres en el belén. Conclusión: como ya no son buenos hermanos, y no se fían, se dejan de prestar dinero los unos a los otros. Y eso se traduce hoy en día, en un colapso mundial de la economía, ya que los bancos no pueden seguir moviendo dinero ficticio y no tienen para prestar dinero “real” a la economía “real”: empresas y familias. Todo el sistema bancario, del que depende la circulación de capital ha terminado paralizándose.

Pero, ahora, qué hacer. Dice Paul Samuelson, premio Nobel de economía, que «esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo», y, dicho así, con un Nobel entre los dientes, pues cualquiera le dice que no.

La liberalización absoluta de los mercados, que el triunfo de la filosofía de la derecha liberal y la teoría económica de la escuela austriaca de Hayeck y Friedman “regaló” al planeta, dejó en los momentos antes de su hundimiento mundial, en el 2006 (ahora que sabemos que ese fue su pico de prosperidad), el siguiente balance de la situación, reflejado en el informe que UNICEF emitió en Mayo de ese año: “5,6 millones de niños y niñas mueren anualmente debido en parte a que no cuentan con nutrientes suficientes y adecuados”; “...146 millones, entretanto, corren peligro de muerte prematura debido a que tienen peso inferior al normal”, “500.00 mujeres al año no sobreviven al parto, por desnutrición”. Sólo frías cifras que muestran lo mejor que pudieron aportar estas teorías en el planeta. Y en occidente, mientras tanto, las clases bajas en constante aumento.

Quizás sea hora de racionalizar la economía. Los liberales dicen que el sistema se equilibra por sí solo a largo plazo, pero, posiblemente, como dijo Keynes, “a largo plazo estaremos todos muertos”. Es hora de planificar y decidir, en base a parámetros científicos y no rezándole a improvisaciones de fuerzas invisibles, qué hace falta, cuánto hace falta y dónde hace falta, teniendo como objetivo el bien común y no la codicia de unos pocos a costa de la mayoría del sistema.

Decía Marx, en su obra El Capital, que el crédito era un intento del capitalismo de llevar a la economía más allá de sus limites innatos, y que al principio producía una extensión de la producción fortísima en la que parece que todo marcha estupendamente, pero que, al final, se abarrota el mercado, los precios caen y las deudas emitidas no se pagan, colapsando así el sistema. ¿Les suena de algo este proceso en lo que ven en los telediarios?; es una lógica en la que se trata de comer todos los pasteles que puedan mientras están sobre la mesa, para que no te los quite nadie, y luego vomitarlos y quejarse del dolor. Cuánto más saludable e inteligente sería una dieta equilibrada sin excesos ni carencias. Si cuando yo digo que está todo escrito...


Las medidas de los gobiernos


Todo escrito. Leamos la Biblia (Mateo 12:13): "Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". Pues claro, hombres de dios, ¿qué esperaban?, veamos las propuestas que han hecho los gobiernos ante la crisis:
 

El gobierno Bush, ante el lloriqueo de los glotones financieros, se ha decidido a inyectar 700.000 millones de dólares destinados a comprar tóxicos a los que ganaron mucho dinero reventando la economía; y lo hace quitándoselo al contribuyente, aquel que no tiene más que sus manos. Qué bíblico, caramba.


A la par han seguido los gobiernos europeos, y no la UE, que ha decidido que no existe para esta crisis, en una muestra más de su debilidad institucional: cada uno salvará a los suyos y tonto el último. Vemos como unos han asegurado el 100% de los ahorros, otros la mitad, otros nada, los de allí compran tóxico, los de más acá sano... ¡la economía es una carrefour!

En definitiva, las medidas tienen la lógica de sacar el capital infectado del sistema, socializando las perdidas y privatizando los beneficios... ¡aleluya! Otro milagro, y van ya no sé cuántos, esto es un no parar.

Mientras tanto, amigo contribuyente, sigamos quitándonos telarañas del bolsillo, y sentémonos a ver las noticias comiendo palomitas: El vicepresidente liberal de la CEOE pidiendo la supresión de la economía de libre mercado, el presidente “socialista” diciendo que el confía en el libre mercado, el PP diciendo lo uno y lo contrario, los dirigentes de IU como si no fuera con ellos: probándose la toga y el tanga de coordinadores ante el espejo, mientras se preguntan qué tal les quedaría... Mi recomendación es que mientras asisten a este esperpento, se los imaginen abrazados en hilera y bailando el “can-can” como lo que son: cabareteras a sueldo del contribuyente. Así, seguiremos en el paro, sin dinero y sin futuro, pero con una sonrisilla estúpida en los labios, para no desentonar con el resto del macramé.

En estos días, he estado leyendo sobre la Teoría del Caos y reflexionando sobre esa enigmática afirmación de la misma, que dice que “una mariposa bate sus alas en China y provoca un terremoto en la otra punta del planeta”. En eso pensaba ayer cuando Zapatero anunciaba que elevará de 20.000 a 100.000 euros la garantía de los depósitos bancarios e inyectará hasta 50.000 millones de euros a la banca, “para garantizar el crédito”. Mientras el presidente decía esto, un niño de Etiopía sonreía con sarcasmo al oír hablar de la crisis occidental; en Madrid, Emilio Botín (banquero anónimo) se carcajeaba con ganas en su despacho, y, en la calle, cada españolito miraba con indiferencia a su bolsillo y a la sucursal del banco del barrio, pensando: “¿y quién demonios tendrá ahí un solo ahorro que perder?”. Si esto no es teoría del caos, que venga Bush y lo vea.




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