El cerebro de la mujer
Cerebro de la mujer. Cerebro femenino.
Texto:
http://www.revistafusion.com/2007/septiembre/report168-1.htm
El cerebro femenino
Mediante pruebas científicas se ha comprobado lo que ya se sabía desde hace
tiempo: que el cerebro femenino es diferente de su homólogo masculino. La
distribución neuronal y el empleo de diferentes hormonas dan lugar a una
realidad propia en las mujeres, configurando lo que podría denominarse ‘el
universo femenino’, y una manera diferente de valorar la vida.
Los centros del cerebro femenino para el lenguaje y el oído tienen un 11%
más de neuronas que los hombres, y también es mayor el centro de la memoria.
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En origen todos hemos sido iguales. Puntualizo: hasta las ocho semanas de
gestación todos los fetos parecen tener un cerebro unisex que muchos
científicos consideran femenino. Al parecer, la naturaleza elige el género
femenino por defecto y dos de los nueve meses que hemos pasado en el útero
todos hemos tenido ese cerebro en concreto. Cuando llega esa octava semana,
se define el sexo del futuro bebé y con ello cambian los planos de
construcción, en caso de ser niño. Porque si el bebé es varón, empezará a
llegar gran cantidad de testosterona al feto, lo cual matará neuronas que ya
tenía en los centros de comunicación y paralelamente hará crecer más
neuronas en los centros sexuales y de agresión. De esta manera, configurará
un cerebro diferente, masculino.
Mientras que si el futuro bebé es niña, su cerebro seguirá creciendo como
una continuación de las ocho primeras semanas, desarrollando más conexiones
en los centros de comunicación y las áreas que procesan la emoción. Hugo
Liaño, jefe del servicio de neurología del Hospital Puerta de Hierro y autor
del libro Cerebro de hombre, cerebro de mujer lo explica diciendo que "el
influjo de la testosterona cuando el feto está formándose en el útero
materno hace mucho más que esclarecer las características sexuales externas.
En concreto, la testosterona potencia un cerebro masculino y la ausencia de
ésta lo feminiza".
Al final, ese hombre y esa mujer resultantes compartirán más del 99% del
código genético. Pero ese índice menor del 1% que les diferenciará será
determinante, aunque parezca pequeño, ya que ese porcentaje influye en todos
sus genes, comenzando por las neuronas.
Un cerebro para la comunicación
Físicamente, el cerebro de una mujer es más pequeño que el de un hombre
-incluso después de la corrección por tamaño corporal-, y eso hizo pensar
durante siglos que las mujeres eran inferiores o menos inteligentes que sus
congéneres machos. Hoy ya se sabe que, pese al menor tamaño, todos poseen el
mismo número de células. Por tanto, en ellas las células están más
apretadas. Y además se distribuyen de forma diferente.
Si nos atenemos a una observación puramente física, veremos que en los
centros del cerebro para el lenguaje y el oído las mujeres tienen un 11% más
de neuronas que los hombres, y que también es mayor su hipocampo -el lugar
donde se forman la emoción y la memoria-.
Además tienen más circuitos cerebrales para el lenguaje y la observación de
las emociones de los demás.
Con todo ello muchos investigadores explican que esa configuración del
cerebro femenino es lo que hace que las mujeres sean más dialogantes, sepan
leer con más facilidad las caras del interlocutor y recuerden mejor los
detalles que tienen que ver con el aspecto sentimental. Por eso muchos
deducen que el lenguaje y la conversación es muy importante para las
mujeres.
La periodista Teresa Viejo recoge en su libro "Hombres. Modo de empleo",
ejemplos de la capacidad comunicativa de las mujeres, al afirmar que hablan
mejor las lenguas extranjeras, que leen mejor y comprenden antes lo leído,
tienen más fluidez verbal utilizando más frases subordinadas, mezclan varios
temas en la misma conversación, vocalizan mejor e incluyen sentimientos en
sus disertaciones.
Para Louann Brizendine, doctora en Medicina y autora del libro "El cerebro
femenino", este órgano tiene unas aptitudes únicas que ella resume en:
sobresaliente agilidad mental, involucración profunda en la amistad,
capacidad casi mágica para leer las caras y el tono de voz en cuanto a
emociones y estados de ánimo, y destreza para desactivar conflictos.
La diferencia, en el funcionamiento
Las mujeres procesan de manera diferente la realidad. Esto se ha podido
comprobar objetivamente mediante la tomografía de emisión de positrones
(PET) y las imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf), que permiten
ver cómo funciona un cerebro en vivo.
Ante una conversación, por ejemplo, se ha comprobado que las mujeres
utilizan diversas áreas del cerebro, y que hombres y mujeres resuelven los
problemas con células diferentes del cerebro.
Estas pruebas también han demostrado que las mujeres poseen más
interconexión entre ambos hemisferios de sus cerebros.
Las investigaciones demuestran que los hombres tienen más lateralidad, es
decir, que utilizan uno de los dos hemisferios, como si cada uno de ellos
estuviese más especializado.
Por su parte las mujeres utilizan los dos hemisferios a la vez para razonar,
e incluso las fibras nerviosas que enlazan ambos hemisferios son más gruesas
en las féminas. No se trata de ser mas inteligente que sus congéneres
machos, sino de que la información se procesa de manera diferente.
Hasta las ocho semanas de gestación todos los fetos parecen tener un cerebro
unisex que muchos científicos consideran femenino.
Por esta razón, en 2002 investigadores de la Facultad de Medicina de la
Universidad de Pensilvania indicaron que los cerebros de las mujeres son más
pequeños pero poseen mayor capacidad de procesamiento.
A todo ello hay que añadir el ingrediente hormonal, ya que son las hormonas
las que pueden decidir qué le interesa hacer al cerebro.
Así que como si se tratase de un laboratorio químico sumamente preciso se
entremezclan en las mujeres unas u otras cantidades de estrógeno,
progesterona, testosterona, oxitocina, cortisol... dando lugar a unas
preferencias u otras, a un estado de ánimo u otro.
Los cambios hormonales de una mujer se producen no sólo en el feto, la
niñez, la adolescencia o la madurez sexual, sino que son enormes durante el
embarazo, la lactancia y la crianza.
En la vejez también sufren grandes altibajos antes, durante y después de la
menopausia. Si sumamos a este proceso que los niveles de hormonas femeninas
sufren grandes cambios una vez al mes como consecuencia de la menstruación,
nos encontramos ante un tiovivo que precisa mucho control personal.
Las mujeres poseen más interconexión entre ambos hemisferios cerebrales,
utilizan los dos a la vez para razonar e incluso las fibras nerviosas que
los enlazan son más gruesas.
Aceptar y estimular las diferencias
El cerebro de un hombre y de una mujer son diferentes. La desigualdad está
en cómo funciona y se procesa la información.
Muchos investigadores aseguran que mientras ellas son más multifuncionales y
poseen visión de conjunto, ellos son más lineales y apuestan por la
especialización cerebral.
Paralelamente, las hormonas de las féminas viajan disparadas por su cuerpo,
poniendo a prueba sus estados de ánimo como una montaña rusa que muchas
intentan controlar mediante los fármacos.
Pero el autoconocimiento del propio cerebro y de cómo influyen en él las
hormonas puede ayudar a a coger las riendas de la vida y dirigirla.
Por ejemplo, el que una mujer sepa que el ciclo menstrual refresca y recarga
ciertas partes del cerebro porque el estrógeno actúa como fertilizante de
las células, puede ser aprovechado conscientemente.
No en vano es real que durante las dos semanas que el cuerpo produce esta
hormona se incrementan en un 25% las conexiones del hipocampo. Y
consecuentemente, las mujeres se vuelven más agudas en esas fechas. Vivimos
en un mundo donde la balanza social se ha inclinado hacia el lado masculino.
Ese ha sido el modelo a seguir.
En la carrera por la igualdad la mujer ha adquirido en muchas ocasiones un
arquetipo viril que no se corresponde con lo que habita dentro de ella. Eso
ha provocado una desconexión con su propia naturaleza femenina.
Estos últimos descubrimientos sobre su cerebro dan la razón a lo que algunas
ya presentían. La mujer tiene ante sí la oportunidad de experimentarse a sí
misma de una forma renovada, fuera de los esquemas sociales y culturales
vividos hasta ahora. Fuera de la comparación con un modelo que no es el
suyo. Investigar conscientemente la diferencia, sin esquemas, con valentía,
sin pudor, es sin duda el gran desafío. Un paso más hacia lo femenino.
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