Inteligencias múltiples. Howard Gardner
Inteligencias múltiples. Howard Gardner
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Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica. Howard Gardner
Una escuela con inteligencias múltiples
Howard Gardner, Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica. Barcelona, Paidós, 2011 (1ª edición en castellano en 1995; 1ª edición original en 1993). 384 págs. |
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Treinta años después de la primera exposición impresa de la teoría de las
inteligencias múltiples (H. Gardner, Frames of mind. The Theory of Múltiple
Intelligences. Nueva York, Basic Books, 1983), se reedita en castellano esta
recopilación de textos de Gardner y sus colaboradores, orientada a ofrecer
una perspectiva práctica de sus teorías. La escuela es el lugar donde se
desarrollan los principales eventos del aprendizaje humano, al menos por
cuanto se prolongan durante un largo periodo de tiempo, y por tanto es el
principal escenario de ensayo de cualquier teoría cognitiva.
No hay duda de la oportunidad de esta reedición en el momento álgido de la
discusión política y mediática sobre el sistema educativo vigente, el modelo
escolar más deseable, los recursos con que debe dotarse, la formación de los
docentes, la contribución familiar a la educación y, en fin, el concepto
mismo de educación, su para qué y su a través de qué. En este sentido, el
libro de Gardner es uno más en la avalancha de publicaciones en castellano
sobre el tema, signo de que la educación es hoy uno de los asuntos que
generan mayor preocupación en la sociedad, y por ello la oferta editorial ha
crecido exponencialmente, aun al precio de haberse alcanzado altas cotas de
superficialidad. No es el caso del texto que nos ocupa: detrás de las
propuestas de Gardner hay veinte años de investigación; serán discutibles
sus ideas pero no por afán de llegar al gran público con una lectura
facilona tan afín al género de la autoayuda.
En este sentido, aunque Gardner se refiere abundantemente a su lugar de
origen, los Estados Unidos, sus críticas y propuestas referentes al sistema
educativo vigente pueden ser trasladadas al ámbito español sin grandes
dificultades para hallar paralelismos suficientes y ejemplares. Ni siquiera
sirve de consuelo constatar que allá, en tierra de Gardner, la situación
educativa es mucho peor, aunque las posibilidades de introducir cambios e
innovaciones pedagógicas sean allí más favorables que aquí.
Antes de entrar en detalle sobre las propuestas de Gardner y analizar los
pros y los contras de su modelo escolar basado en la teoría de las
inteligencias múltiples (en adelante IM), aclaremos que este libro está
dividido en cuatro partes:
-una primera dedicada a exponer sintéticamente la
teoría de las IM que luego se va a llevar al escenario escolar;
- la segunda
parte se refiere a la aplicación de esta teoría a proyectos educativos
concretos, desarrollados en diversos centros docentes americanos;
-la tercera
se refiere al peliagudo problema de la evaluación del aprendizaje, piedra de
toque de todos los sistemas educativos y punto esencial en la crítica de
Gardner al modelo educativo vigente;
-y una cuarta parte final dedicada al
futuro de la teoría de las IM, en vistas a las expectativas de confirmación
empírica de sus presupuestos desde disciplinas afines, como la neurociencia.
Conflicto de modelos
Gardner constata que la discusión sobre el modelo educativo en su país se encuentra sumamente polarizada: por un lado, los sectores tradicionales, conservadores, que critican los malos resultados obtenidos en las últimas dos décadas de asunción del modelo centrado en los alumnos y reclaman una gestión empresarial de la escuela; por otro, los sectores pedagógicos que apelan a introducir más cambios y que oponen resistencia al creciente peso de los conservadores y su empeño en una enseñanza igual para todos, una didáctica igual y una evaluación igual, basada en la eficiencia y en los resultados académicos, al precio de dejar en la cuneta a los que no se espabilen. No hay duda de que aquí pugnan dos modelos de sociedad, y que está en juego el retorno a una especie de darwinismo social en la escuela. |
Todo esto que ocurre en Estados Unidos nos debe hacer reflexionar, porque en
realidad es un asunto que nos afecta muy de cerca. No sé si en España se dan
cifras tan alarmantes como esta: un 80% de los estudiantes de secundaria
americanos apenas sabe redactar una carta (son cifras que Gardner
proporciona), pero el deterioro progresivo en los resultados de las
evaluaciones de competencias va en esta dirección. Con todo, las propuestas
de Gardner se sitúan en el ala izquierda de la discusión: están en la línea
de la escuela centrada en el sujeto, como no podía ser de otra manera, pero
son a la vez revolucionarias, persiguen nuevas vías didácticas, de
evaluación del aprendizaje, de gestión escolar y de relación entre las
instituciones docentes, las familias y la comunidad.
Casi se puede afirmar
que se trata de un modelo utópico, si lo contrastamos con los presupuestos
actuales en educación, al menos en España. Las propuestas de Gardner nos
pueden parecer estupendas a unos, objetables a otros, pero todos estaremos
de acuerdo en que son carísimas. Eso sí, deberíamos coincidir, desde
cualquier punto de vista pedagógico, en que si Gardner demuestra su
viabilidad pedagógica y didáctica, el argumento presupuestario no debería
ser una objeción aceptable.
A lo largo del libro se analizan diversas experiencias escolares llevadas a
cabo en Estados Unidos sobre la base de la teoría de las IM. Algunas
escuelas infantiles han adoptado las aulas Spectrum y algunos centros de
enseñanzas artísticas también han asumido el modelo de las IM. Todo parece
dar buenos resultados, pero aún es demasiado pronto, porque se trata de
experiencias que apenas tienen quince años en su haber.
En general, el
modelo de Gardner persigue ayudar a los jóvenes a elegir su futuro
profesional y personal de acuerdo con su propio perfil cognitivo (resultado
del trabajo concertado de las 7 diferentes inteligencias que operan en un
individuo), y dado que ese perfil es mucho más complejo que el llamado
perfil académico, hay que buscar la forma de hacerlo manifestarse a lo largo
de la educación primaria. Se trata de identificar el perfil de inteligencias
que se da en cada sujeto para despertar su motivación a lo largo del proceso
de aprendizaje escolar y para que, llegado el momento, pueda escoger
adecuadamente una carrera o una actividad profesional, y también para
reforzar aquellos puntos en que tenga dificultades.
Esta concepción convierte la estrategia de la atención a la diversidad, tan
común en nuestro sistema, en algo generalizado a todos los alumnos, porque
deshace la diferencia entre los alumnos estándar que encajan sin problemas
en el entorno académico y los que no. Si se aplican criterios de diversidad
a todos, se descubrirán excepcionalidades en campos y en alumnos que ahora
quedan desatendidos, porque no son evaluados adecuadamente. No hay que
confundir, pues, las IM con los habituales programas de atención a la
diversidad, que se ponen en práctica en un entorno escolar estandarizado
allá donde aparecen niños con dificultades respecto de los contenidos
estandarizados, habitualmente los contenidos instrumentales.
La teoría de
las IM supone que toda la actuación escolar ha de contemplar que cada alumno
tiene un perfil intelectual particular y diferente que debe ser atendido
adecuadamente. En eso consiste la escuela centrada en el sujeto según las
IM. |
Propone también que haya una gestión compartida entre la escuela y la
comunidad, para que los alumnos accedan a experiencias extraacadémicas
diversas, con la intención de facilitar el contacto con posibles
experiencias cristalizadoras, que de otra forma suelen ocurrir sólo
accidentalmente y con escasa frecuencia. Esto es básico para estudiantes con
perfiles no académicos, pero se puede extender a todas las esferas del
aprendizaje escolar. En esta misma línea se enmarca su propuesta de dar a la
didáctica un tono más experiencial, recuperando el binomio maestro-aprendiz
propio del aprendizaje artístico tradicional: poner en contacto a los
alumnos con modelos de trabajo, de operar con materiales y según secuencias
que no pueden enseñarse adecuadamente con el método académico.
Se trata de
aprender haciendo. Esta reivindicación casi medieval contrasta con el tono
utópico de sus propuestas, pero no lo contradice: en los talleres de
formación profesional los métodos se aproximan a este modelo; pero Gardner
pide aún más: que se estreche la relación entre maestro y aprendiz, como era
el caso de los jóvenes pintores renacentistas que asistían a los talleres de
los maestros consagrados para aprender allí, en contacto directo con los
materiales y los métodos operacionales, los secretos de un arte. Aprender en
contacto con los materiales de una especialidad es una de las principales
ideas de Gardner.
Todo esto supone también una revisión de la figura del docente, liberada de
la uniformidad curricular, de las sujeciones académicas y metodológicas
presentes en el modelo uniformista. Sin entrar en detalle sobre ello, deja
la puerta abierta a una docencia más creativa, más informal, más cómoda para
los docentes, más afín a su particular perfil cognitivo.
La crítica al modelo vigente
Gardner intenta demostrar que es posible una escuela que garantice un tipo
de aprendizaje y evaluación afines al perfil cognitivo de cada alumno. Pero
para ello hay que cambiar muchas cosas en la escuela que conocemos. Por
mucho que la didáctica actual desarrolle la atención a la diversidad, en
realidad actúa con todos los alumnos por igual, como si sólo hubiese dos
formas de aprender: la lingüística y la lógico-matemática.
En la escuela tradicional todo funciona a base de lápiz y papel, tanto el
aprendizaje como su evaluación. De este modo, afirma Gardner, las personas
con un perfil cognitivo afín al lápiz y al papel -el perfil académico-
suelen pasar sin dificultades a través del largo proceso de aprendizaje
escolar que desemboca en la enseñanza superior, la universitaria, el templo
del lápiz y el papel. Sin embargo, los niños que tienen un perfil diferente
tropezarán muchas veces durante ese camino porque no pueden aprender lo
mismo en las mismas condiciones que sus compañeros con perfil académico. Y
además serán evaluados según procedimientos que tampoco les son afines.
Esta es la razón de que Gardner proponga cambiar tanto la didáctica como la
evaluación. No pide poco. Afirma que a partir de los 4 años es posible
comenzar a trazar el perfil cognitivo de los niños, de manera que ya en la
etapa infantil la escuela puede asumir las diferencias de perfil que hay en
un grupo. No se trata de dar atención a los que tengan dificultades, sino de
adaptar todo el proceso didáctico a lo que cada uno necesita para que pueda
seguir un currículum afín a sus necesidades durante toda la etapa escolar. Y
pide más aún: que las evaluaciones se realicen según el perfil de cada
alumno evaluado, que no todos tengan que asumir un SAT (Schoolastic Aptitude
Test) como filtro para acceder a las universidades o, más aún, propone
directamente la supresión del SAT, o la Selectividad, si nos referimos a
nuestro país.
Esto es un arma de dos filos. Seguramente habrá un acuerdo generalizado al
respecto de la adecuación de los actuales filtros de acceso a la enseñanza
superior. Si los ha de haber o no, se trata de una cuestión más política que
pedagógica. Pero dado que los hay, posiblemente podrían mejorarse: alguien
con un buen perfil artístico puede aportar mucho en el terreno de la
arquitectura y construir edificios funcionales y bellos. Para que el aspecto
de nuestras calles mejore estéticamente deberían ampliarse los filtros de
acceso a un mayor abanico de perfiles cognitivos. Otra cosa es que permitan
el acceso a la universidad a perfiles cognitivos que no son afines al
académico, como sugiere Gardner. Un arquitecto que carezca de un buen perfil
lógico-matemático es un riesgo para la seguridad de las personas, por muy
bellos edificios que diseñe. En cualquier caso, son las necesidades sociales
las que imponen una jerarquía en las teorías de las IM.
La propuesta de Gardner nos parece muy sugestiva y de fácil aplicación si se
dispone de recursos económicos y del apoyo social suficiente, pero siempre
que se atenga a unos límites de sentido común. La escuela debe dar
oportunidades de éxito a todos los alumnos, no sólo ayudando a aquellos que
tengan dificultades sino también adaptándose ella misma a la diversidad
humana. Es posible que todos los alumnos puedan llegar a una meta similar
siguiendo diferentes caminos dentro de una misma escuela. He aquí el reto:
ser capaces de presentar un mismo tema según las diferentes vías de acceso
adecuadas a las 7 diferentes inteligencias predominantes en cada perfil
cognitivo. Es una interesante hoja de ruta para todas las etapas, desde la
infantil a la secundaria. Puede ser una vía de escape a la ingente
desmotivación que tantos alumnos y docentes desarrollan. Puede ayudar a
cambiar la dirección que lleva la escuela y su currículum, diseñado desde la
universidad para que desemboque en la universidad. Puede que la sociedad
marque una determinada jerarquía en la pirámide del saber, pero la escuela
debe procurar que todas las formas de aprender conserven el mismo nivel de
dignidad. Porque la escuela debe servir primordialmente como lugar de
aprendizaje para la vida, que es ese lugar y tiempo en que nuestra
inteligencia ha de desplegarse para asegurarnos nuestra supervivencia como
seres individuales y sociales.
Josep Pradas
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